Los enemigos de Pinocho
El problema de Trump con la prensa es muy sencillo: no le gusta que le digan la verdad
Apenas se pod¨ªa escuchar al reportero. Jim Acosta alzaba la voz, pero los gritos enojados de decenas de seguidores del presidente Donald Trump durante un reciente evento pol¨ªtico en Tampa, Florida, hac¨ªan pr¨¢cticamente imposible que se le entendiera al periodista. ¡°CNN apesta¡±, vociferaban con furia. ¡°CNN sucks¡±. Varios de ellos mostraban su largo dedo medio a la c¨¢mara de televisi¨®n. La batalla era desigual. Este es el efecto Trump. El presidente de Estados Unidos acababa de dar un incendiario discurso a votantes del partido Republicano y se quedaron con ganas de sangre. Luego de que Trump se fue, se voltearon y empezaron a insultar a los reporteros que cubren la Casa Blanca. Esto no es nuevo. En varias ocasiones Trump ha calificado p¨²blicamente a los periodistas como los ¡°enemigos de la gente¡± (o ¡°enemy of the people¡±, en ingl¨¦s). A veces ataca espec¨ªficamente a alg¨²n medio ¡ªcomo a la cadena CNN o al diario The New York Times¡ª y otras generaliza y pone a casi todos los periodistas en el mismo costal, menos a los de FoxNews.
El problema que tiene Donald Trump con la prensa es muy sencillo: no le gusta que le digan la verdad. Y como no le gusta el mensaje, se ha lanzado contra el mensajero. Todo lo que le haga ruido o cuestione su verdad interior es desechado, atacado, denigrado. No importa si se trata de la intervenci¨®n rusa en las pasadas elecciones o el rechazo de M¨¦xico a pagar por su muro en la frontera. Para Trump eso es fake news.
Esta cosmovisi¨®n ¡ªo trompovisi¨®n¡ª tiene un grave problema: genera muchas mentiras. Trump ha mentido 4.229 veces en los primeros 558 d¨ªas de su presidencia, seg¨²n The Washington Post. Y cuando el presidente es Pinocho tu obligaci¨®n como reportero es decirle que miente. El resultado, claro, es una guerra medi¨¢tica. Trump ol¨ªmpicamente se salta a la prensa tuite¨¢ndole a sus 53 millones de seguidores y ha dejado de dar entrevistas a periodistas que lo cuestionan. Esta din¨¢mica no va a cambiar. Se los dije. Pero no me quisieron hacer caso.
Fui uno de los primeros periodistas a los que Trump atac¨®. En el verano del 2015 ¡ªtras lanzar su candidatura y decir falsamente que los inmigrantes mexicanos eran criminales y violadores¡ª le envi¨¦ una carta solicit¨¢ndole una entrevista. En lugar de hacerlo, public¨® mi carta en Instagram con mi n¨²mero de m¨®vil. (Recib¨ª, se imaginar¨¢n, cientos de textos y llamadas, con insultos, burlas, poemas y hasta solicitudes de empleo).
Cambi¨¦ el n¨²mero, pero no la intenci¨®n de hacerle muchas preguntas a Trump. Lo persegu¨ª hasta una conferencia de prensa en Dubuque, Iowa, y cuando me levant¨¦ para hacerle una pregunta, llam¨® a su guardaespaldas y me sac¨® por la fuerza. (Solo Fidel Castro me hab¨ªa hecho antes algo parecido). Pero en esa conferencia de prensa ocurri¨® algo muy sintom¨¢tico. Solo dos periodistas ¡ªTom Llamas de ABC News y Kasie Hunt de MSNBC¡ª se quejaron p¨²blicamente ante Trump del maltrato que recib¨ª. El resto se qued¨® sentadito, levantando la mano para hacer su pregunta. Esa falta de solidaridad fue interpretada por Trump como una debilidad del gremio period¨ªstico. Tarde o temprano, ese mismo trato ¡ªdespectivo, arrogante, violento, amenazante, en clara violaci¨®n a la primera enmienda de la Constituci¨®n estadounidense¡ª se extendi¨® a otros miembros de la prensa. Hoy es la norma. Siempre he dicho que si los reporteros tenemos que escoger entre ser amigos o enemigos de los poderosos, es preferible ser adversarios. Ese es nuestro lugar: del otro lado del poder. El periodismo ¡ªel verdadero periodismo¡ª es contrapoder. Aunque los gritos a tu alrededor no permitan que se escuche con claridad lo que est¨¢s diciendo.
Jorge Ramos es periodista y presentador principal de la cadena hispana de televisi¨®n Univisi¨®n.
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