Ya sin Franco, que se haga del Valle de los Ca¨ªdos un lugar de resurrecci¨®n
Nunca me gust¨® aquel mausoleo gigantesco para un dictador del que todo fue insignificante, menos su crueldad, sus purgas pol¨ªticas, sus torturas y su sed de poder
No deber¨ªa bastar sacar del monumento funerario del Valle de los Ca¨ªdos los restos mortales del dictador Franco, como ha sido felizmente decidido por el gobierno socialista de Espa?a. Deber¨ªamos ahora hacer de aquel lugar cargado de simbolismos de muerte, de crucifijos gigantes, de tanto dolor y tanta sangre acumulados, un lugar de resurrecci¨®n.
Nunca me gust¨® aquel mausoleo gigantesco para un dictador del que todo fue insignificante, menos su crueldad, sus purgas pol¨ªticas, sus torturas y su sed de poder. El Valle de los Ca¨ªdos me amedrent¨® siempre. Me tra¨ªa a la memoria la Iglesia preconciliar, la que bendec¨ªa y llevaba bajo palio a dictadores como el caudillo, casi a canonizar los totalitarismos mientras se olvidaba de bendecir a quienes luchaban y mor¨ªan por la libertad.
Ahora, en ese monumento van a quedar solo los restos mortales de las v¨ªctimas de ambas orillas, todos hermanos, que se vieron envueltos en una guerra incivil con m¨¢s de un mill¨®n de muertos, que hoy los j¨®venes ni entienden ni quisieran para ellos. Que pase a ser ese mausoleo el s¨ªmbolo vivo de un pueblo resucitado y unido contra todas las barbaries del pasado.
No es verdad que todas las iglesias y cementerios de la historia fueron lugares tristes y l¨²gubres. Las peque?as y silenciosas iglesias romanas del inicio del cristianismo, por ejemplo, respiran m¨¢s resurrecci¨®n que muerte. A los primeros cristianos, escondidos en las catacumbas de Roma, no les gustaba la imagen del crucificado. A Jes¨²s lo dibujaron en aquellas paredes h¨²medas como los s¨ªmbolos del Buen pastor o de la ?ltima cena, con los ap¨®stoles comiendo y bebiendo con ¨¦l. El cristianismo primitivo, que la Espa?a franquista pareci¨® desconocer, estaba enclavado en la alegr¨ªa de la resurrecci¨®n, s¨ªmbolo de vida, m¨¢s que en la crucifixi¨®n que evocaba el tipo de muerte infringida por los romanos a los criminales.
Hagamos, pues, del Valle de los Ca¨ªdos, liberado de los restos del dictador que apost¨® por la violencia m¨¢s que por la paz, un lugar donde hoy, peque?os y grandes puedan encontrarse para celebrar la vida y la libertad. Recuerdo que, en 1964, vivo a¨²n Franco, las calles de Madrid luc¨ªan carteles que conmemoraban ¡°25 a?os de paz¡±. Eran, sin embargo, 25 a?os de la victoria de la guerra civil. Estaba en Madrid, de paso de Italia. Me convidaron a dar el premio de mejor torero del a?o al Viti concedido por La Pe?a el 7. Durante la cena de gala coment¨¦ aquellos carteles. Les dije que era necesario saber si hab¨ªan sido ¡°25 a?os de paz y no de orden¡±.
A la salida me esperaron dos polic¨ªas que quisieron saber a qu¨¦ me hab¨ªa referido con mis palabras. Intent¨¦ explicarles que ¡°mientras el orden se impone con la fuerza, la paz hay que conquistarla en libertad¡±. A?ad¨ª, por si colaba, que era una frase del fil¨®sofo Arist¨®teles. No entendieron. Debi¨® tranquilizarles lo del fil¨®sofo griego. En aquellos tiempos de censura ten¨ªamos que agudizar el cerebro para decir sin decir y hasta mentir para defender la verdad.
Hoy, Espa?a, vive a?os de libertad, donde nadie impone ¨®rdenes fascistas. Sus j¨®venes l¨ªderes son hijos de la paz conquistada con la llegada de la democracia. Es la Espa?a de la resurrecci¨®n, la de todos. Que el Valle de los Ca¨ªdos, liberado de la presencia del dictador, refleje, de ahora en adelante, la Espa?a rica de ideas y de culturas diferentes expresadas en libertad, sin nostalgias autoritarias, como las que se impon¨ªan con el fusil en la boca.
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