¡°Cargar¨¦ toda mi vida con la muerte de Alan¡±
Tima Kurdi, la t¨ªa del ni?o sirio que fue hallado muerto en una playa turca en 2015, recuerda en un libro la tragedia
Hay d¨ªas que uno no puede ni quiere olvidar. Para Tima Kurdi fue el 2 de septiembre de 2015. Ese d¨ªa, su marido le mostr¨® una fotograf¨ªa: la del cuerpo sin vida de un ni?o sirio yacente en la orilla de una playa de Bodrum, en Turqu¨ªa. ¡°Al principio no estaba segura de que se trataba de mi sobrino Alan pero luego reconoc¨ª la camiseta roja, los pantalones cortos azules y los zapatos que le hab¨ªa regalado el a?o anterior cuando fui a visitar a mi hermano a Turqu¨ªa¡±, recuerda. Mientras la imagen de su sobrino daba la vuelta al mundo, poniendo rostro humano a la crisis de los refugiados y a la inacci¨®n de la comunidad internacional, la pena que invadi¨® a Kurdi dej¨® paso a la culpabilidad. ¡°No pod¨ªa dejar de pensar que si no hubiera mandado esos 5.000 d¨®lares (4.300 euros) para pagar el viaje en patera quiz¨¢ hoy estar¨ªan todos vivos. Cargar¨¦ con sus muertes toda mi vida¡±, cuenta entre l¨¢grimas. Un dolor por las muertes de su cu?ada, Rehanna, y sus dos sobrinos, Ghalib y Alan, que Kurdi ha plasmado en el libro The Boy on the Beach. My Family's Escape from Syria and Our Hope for a New Home (Simon & Schuster).
¡°Tras la muerte de Alan, circulaban muchas informaciones err¨®neas o malintencionadas sobre mi familia¡±, explica por tel¨¦fono desde Vancouver (Canad¨¢) donde emigr¨® en el 1992.?Su sobrino no se llamaba Aylan sino Alan, ten¨ªa dos a?os, no tres y, sobre todo, Abdullah Kurdi, ¡ªel padre de Alan y hermano de Tima Kurdi, el ¨²nico en haber sobrevivido a la tragedia¡ª no emprendi¨® la traves¨ªa hacia Grecia motivado por la necesidad de acudir a una cl¨ªnica dental en Europa como aleg¨® Cory Bernardi, el l¨ªder del partido conservador australiano. La acusaci¨®n, de la que se hizo eco la prensa australiana y brit¨¢nica, despert¨® la ira de la autora. ¡°Nadie quiere dejar Siria de por s¨ª. La situaci¨®n en Kobane [ciudad kurda en el norte del pa¨ªs, en la frontera con Turqu¨ªa] tras la invasi¨®n del ISIS era insostenible, y la huida de Abdullah y los suyos hacia Turqu¨ªa inevitable¡±, argumenta.
Al escapar a Turqu¨ªa, Abdullah Kurdi y su familia no encontraron una vida mejor, sino m¨¢s bien pobreza y explotaci¨®n laboral, al igual que muchos de sus compatriotas, como lo demostr¨® en octubre 2016 una investigaci¨®n de la BBC en los talleres de Mango, Zara o Marks and Spencer. En Estambul, Abdullah, que trabajaba 12 horas al d¨ªa en una f¨¢brica de textil por menos de cinco euros, se vio obligado, cuenta Kurdi, a dormir junto a los suyos en el ba?o de la empresa que lo contrataba.
¡°Para los miles de sirios sin documentaci¨®n o con pasaporte caducado, como mi hermano, huir a Grecia era la ¨²nica esperanza de conseguir un futuro mejor¡±, explica la autora, cuyo libro reproduce los mensajes que intercambi¨® con su hermano en los d¨ªas previos a la traves¨ªa, desde Bodrum hasta la isla griega de Kos, separadas por tan solo 24 kil¨®metros de distancia. ¡°Partimos esta noche si Dios quiere¡±. Ese fue el ¨²ltimo mensaje que recibi¨® Kurdi la noche del 30 de agosto de 2015. A los pocos d¨ªas, la difusi¨®n en los medios de la fotograf¨ªa de Alan confirm¨® sus peores temores.
¡°Escrib¨ª este libro porque quer¨ªa que el mundo entendiese que mi familia no era diferente de cualquier otra¡±, explica, ¡°nosotros tambi¨¦n somos seres humanos: celebramos los cumplea?os, trabajamos, estudiamos. Ten¨ªamos una vida antes de que empezara la guerra¡±. Una vida a la que dedica los primeros cap¨ªtulos de su libro en el que evoca una infancia feliz junto a sus padres y sus cinco hermanos, hoy refugiados en Canad¨¢, Alemania o Turqu¨ªa, a excepci¨®n del padre a¨²n en Siria.?
En la casa familiar de Rukn al-Din, el barrio kurdo de Damasco, ¡°¨¦ramos felices¡±, asegura Kurdi que dice haberse criado en una familia "muy unida, abierta y tolerante".?Abdullah, recuerda, era el c¨®mico de la familia. ¡°Nuestros vecinos ven¨ªan a casa solo para o¨ªr sus chistes. Era capaz de imitar a la perfecci¨®n a cualquier miembro de la familia¡±, cuenta con nostalgia Kurdi, que confiesa que de ese Abdullah ya no queda nada. ¡°Desde la muerte de Alan, Ghalib y Rehanna, mi hermano ya no es la misma persona. Ha decidido volver a Kurdist¨¢n. Est¨¢ completamente traumatizado¡±, explica. Y como ¨¦l, probablemente, cree Kurdi, millones de refugiados. ¡°La historia de mi familia solo es una entre otras miles que son mucho peores¡±.
Han pasado ya tres a?os desde aquel 2 de septiembre sin que nada haya realmente cambiado en su opini¨®n. Aunque est¨¢ convencida de que la fotograf¨ªa de Alan conmovi¨® al mundo entero e hizo que la clase pol¨ªtica reaccionara, asegura que eso solo fue moment¨¢neo. "A los pocos meses hab¨ªamos vuelto a caer en el olvido", sentencia.
Desde que inici¨® la guerra en Siria, hace siete a?os, el n¨²mero de refugiados ha superado los seis millones ¡ªm¨¢s de la mitad est¨¢n en Turqu¨ªa¡ª, seg¨²n el ¨²ltimo informe de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR); a ellos se suman los 6,2 millones de desplazados internos y m¨¢s de medio mill¨®n de muertos. Raz¨®n por la que la autora decidi¨® crear hace dos a?os, junto a su hermano, la Fundaci¨®n Kurdi para ayudar a los ni?os en los campos de refugiados proporcion¨¢ndoles "comidas nutritivas, ropa y medicinas".
Kurdi no tiene palabras para calificar a los pol¨ªticos que hoy basan su estrategia electoral en el odio a quienes huyen de sus pa¨ªses en b¨²squeda de un futuro mejor. "Ninguna frontera deber¨ªa estar cerrada a gente que escapa de un conflicto armado", lamenta. "Espero que mi libro provoque una toma de conciencia global".?
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