El Museo Nacional de Brasil entierra siglos de trabajo entre cenizas
El incendio ha consumido buena parte de los 20 millones de piezas coleccionados a lo largo de 200 a?os
El incendio que destruy¨® este domingo el Museo Nacional, en R¨ªo de Janeiro, llev¨® un d¨ªa despu¨¦s a centenares de personas a los portones de la casa de campo de Boa Vista, el inmenso parque municipal que lo alberga. El fuego, descontrolado, quem¨® una parte importante de la historia de Brasil y del mundo. Tambi¨¦n una historia de vida y de trabajo de los empleados del recinto, que se preocupaban por extender el vasto conocimiento que custodiaba el museo. Y de los m¨¢s j¨®venes, universitarios que estudiaban en medio de su gigantesca colecci¨®n: 20 millones de piezas recopiladas a lo largo de 200 a?os de existencia. Dentro del parque, frente al palacio incendiado, los profesionales que trabajaban en la instituci¨®n se abrazaban este lunes entre l¨¢grimas: el sentimiento general era equiparable a la partida de un amigo o un familiar cercano. Desolaci¨®n solo compensada por la ausencia de v¨ªctimas mortales o heridos.
Mientras tanto, los bomberos y la Defensa Civil trabajaban sin tregua para enfriar el edificio, una antigua residencia de la familia imperial, y medir el riesgo de colapso de la estructura. Las primeras evaluaciones apuntan a que resisti¨® bien a las nueve interminables horas en llamas. Pero el techo y el piso ya no son tales. Tampoco la decoraci¨®n interna original ni gran parte de la colecci¨®n. Poco se salv¨®, aunque algunos cient¨ªficos se arriesgaron al?rescatar microscopios y parte de las colecciones cuando el incendio empeor¨®.
"Pueden reconstruir todo, poner paredes de la m¨¢s alta tecnolog¨ªa... Pero, ?qu¨¦ vamos a colocar ah¨ª dentro?", lamenta el paleont¨®logo Maur¨ªlio Silva de Olivo, uno de los responsables de cuidar y reconstruir la colecci¨®n de f¨®siles. "Todo lo que estaba expuesto se perdi¨®: no resiste a una temperatura tan alta durante tanto tiempo. Nuestra esperanza est¨¢ en el material guardado en cajas de acero".
Oliveira trabaja en el museo desde hace casi dos d¨¦cadas, pero los problemas estructurales vienen, dice, de mucho antes. Los empleados de la instituci¨®n se unieron, seg¨²n su relato, para mantener el lugar funcionando y presionar al Gobierno Federal para que destinase m¨¢s recursos a una de las joyas de la ciencia y la cultura brasile?a, vinculada a la Universidad Federal de?R¨ªo de Janeiro. "A pesar de todas las dificultades, ¨¦ramos el quinto museo del mundo y la quinta instituci¨®n de investigaciones de Latinoam¨¦rica por tama?o de nuestra colecci¨®n", explica Oliveira,?uno de los responsables del cuidado de los f¨®siles de la colecci¨®n. En mayo de este a?o, los directores del museo recurrieron a una campa?a virtual para recaudar fondos y recuperar uno de los espacios que cobijaba el esqueleto de un inmenso dinosaurio. Obtuvieron poco m¨¢s de 6.000 euros al cambio y lograron reabrir la exposici¨®n.
La tragedia ha conmocionado a Brasil, un pa¨ªs que se resiente por la falta de compromiso de los pol¨ªticos con los espacios p¨²blicos. La indiferencia hacia el museo, visitado por Albert Einstein y por la cient¨ªfica francesa Marie Curie en los a?os veinte del siglo pasado, se pudo medir en junio de este a?o, cuando ning¨²n ministro de Estado se dign¨® a acudir a los festejos por su?200 aniversario.
El museo no solo concentraba piezas hist¨®ricas. Era una ¡°instituci¨®n viva¡±, de producci¨®n de conocimiento, explica Ana Lazar, doctora del departamento de Vertebrados. "Somos una referencia para investigadores del mundo entero que ven¨ªan a estudiar especies extintas que solo estaban aqu¨ª". Este lunes, los bomberos segu¨ªan retirando piezas de valor incalculable que parec¨ªan haber resistido a las llamas. En la entrada del palacio, el meteorito Bendeg¨®, uno de los mayores del mundo, permanec¨ªa intacto, erigido ya en todo un s¨ªmbolo de resistencia del museo. "Lo que tenemos que pensar ahora es en el futuro de la instituci¨®n", dec¨ªa Alexandre Kellner, director del museo. Hace poco hab¨ªa pedido a las autoridades un espacio extra para conservar mejor la colecci¨®n que no estaba expuesta. Un ruego que, como tantos otros del Museo Nacional de Brasil, no lleg¨® a tiempo.
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