Los argumentos de un feudo de la ultraderecha sueca
Los ultras cautivan a los votantes de Kristianstad, donde sus rivales pol¨ªticos calculan que los Dem¨®cratas Suecos obtendr¨¢n un 25% del apoyo el pr¨®ximo domingo
Muy pocos en este pueblo dicen lo que piensan. Pero los pol¨ªticos locales calculan que el nada despreciable 25% de los vecinos votar¨¢ a los xen¨®fobos Dem¨®cratas Suecos (DS). Kristianstad, al sur de Suecia, es uno de los mayores bastiones de la ultraderecha, que tiene posibilidades de convertirse en la segunda fuerza pol¨ªtica (con un 19%, seg¨²n la ¨²ltima encuesta) en las elecciones que el pa¨ªs escandinavo celebra este domingo, con lo que abre un futuro in¨¦dito en el pa¨ªs. ¡°Ha sido demasiado que digerir en muy poco tiempo. La gente nunca dir¨¢ que es racista, pero este pueblo est¨¢ lleno¡±, desvela Heidi N?slund, de 35 a?os, poco antes de abrir la tienda en la que trabaja. ¡°Entiendo perfectamente el subid¨®n de la ultraderecha¡±, le secunda Fredrik, de 49, tambi¨¦n de camino al trabajo.
Kristianstad (de unos 40.000 habitantes) despierta esta ma?ana poco a poco. Solo se escucha a lo lejos la melod¨ªa de un piano. Viene del Caf¨¦ Fenix, uno de los m¨¢s elegantes del empedrado centro, escenario del paseo matutino de un pu?ado de jubilados. En su terraza, Patrick, un trabajador de mediana edad de la empresa Ericsson, toma un caf¨¦ y un zumo de naranja. ¡°Jimmie ?kesson [l¨ªder de los DS] no es un hombre bueno, pero s¨ª es un buen pol¨ªtico¡±, reconoce tras dudar unos minutos sobre su propia opini¨®n.
Y es que adem¨¢s de haber cosechado un arrollador 20% en las pasadas elecciones de 2014 en este basti¨®n nacionalista ¡ªen el que, sin embargo, lidera la derecha liberal con el apoyo del Centro, los conservadores¡ª, el mayor triunfo en esta campa?a para los xen¨®fobos parece haber sido sembrar la semilla de la duda en sus hist¨®ricos rivales. Muchos, como Patrick, simplemente no saben a qui¨¦n votar esta vez; y a otros les asusta verse a s¨ª mismos metiendo la papeleta de la ultraderecha en la urna.
Conny Lennvig, un jubilado de 75 a?os, es de aquellos que no se reconoce. Y le averg¨¹enza. Se dedicaba a la pol¨ªtica local, en sus primeros a?os incluso milit¨® en las juventudes socialdem¨®cratas del actual Gobierno del primer ministro, Stefan L?fven. Pero desde hace tiempo las cosas han cambiado: ¡°Reconozco que la cabeza me dice que vote una cosa, pero el coraz¨®n otra. Estoy dividido¡±.
Lennvig recrimina la ¡°palabrer¨ªa¡± de los pol¨ªticos del establishment y, con la boca muy peque?a, confiesa: ¡°Votar¨¦ a los Dem¨®cratas Suecos. Son los que menos mienten¡±. Marie Demker, profesora de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Gotemburgo, cree que el factor determinante que aup¨® a los DS fueron precisamente las ¡°ganas de poder¡± a toda costa de los dem¨¢s partidos del sistema. La gente se empez¨® a cansar.
Los ultras, cuyo germen est¨¢ en movimientos neonazis, han sabido ¡°cosechar el descontento de la poblaci¨®n¡±, reconoce Gunn H?gberg, de 54 a?os y representante del Centro. Y no solo hacia los migrantes; sino hacia los problemas de los j¨®venes, como el acceso a la vivienda; a los de mediana edad, asust¨¢ndoles con un inminente fin del Estado de bienestar ¡ªalgo que todos los analistas ven improbable¡ª; y hacia los mayores, asegurando que sus pensiones peligran. Uno de sus carteles de hace meses consist¨ªa en un grupo de ancianos corriendo detr¨¢s de sus pensiones, que iban a ser entregadas a mujeres con pa?uelo en la cabeza, seg¨²n indic¨® el Financial Times. ¡°No s¨¦ qu¨¦ est¨¢ sucediendo en esta regi¨®n [Scania] que todo el mundo se ha ido hacia la derecha. Sobre todo en zonas del interior. Malmoe es m¨¢s plural, quiz¨¢s porque es una ciudad m¨¢s grande¡±, sostiene Pietra, una vendedora de 45 a?os. Ella tiene claro, sin embargo, que no les va a votar. No es de aqu¨ª.
Per Triberg tiene 60 a?os y representa a los DS en este pueblo. Opina que la presencia de inmigrantes implica un peligro y una amenaza para la tranquilidad de Kristianstad. ¡°Nos sentimos amenazados y nos han dividido en dos zonas. Hay ¨¢reas donde los blancos no podemos entrar¡±, explica desde una caseta del partido. N?slund cuenta que los mayores del pueblo no salen a la calle m¨¢s tarde de las seis. Triberg, con un semblante serio, asegura que no es un racista ¡ªsu esposa es china, dice, y sus hijos mestizos¡ª, pero pide una ¡°pausa¡± en la inmigraci¨®n. M¨¢s lejos llega Kale Stolt, de 79 a?os. Desde su bicicleta observa a una pareja de musulmanes de paseo con el carrito del beb¨¦: ¡°Out Sweden¡± (fuera de Suecia), susurra en ingl¨¦s para hacer entender por qu¨¦ votar¨¢ el domingo a los DS.
En otra caseta, justo frente a la de los DS, est¨¢n los socialdem¨®cratas, resignados al declive del partido, preocupados por el cambio de mentalidad de una buena parte de la poblaci¨®n, pero a¨²n as¨ª firmes con la campa?a a cuatro d¨ªas de los comicios. ¡°Estoy en shock. Mis padres vieron c¨®mo los nazis ocuparon Noruega. No quiero lo mismo para Suecia¡±, sentencia uno de sus representantes.
Muchos votos, pocos esca?os
Tradicionalmente, los partidos del sistema establecieron un cord¨®n sanitario ¡ªun aislamiento pactado¡ª a los Dem¨®cratas Suecos (DS) para que estos no crecieran. Pero estos ¨²ltimos a?os han ido subiendo como la espuma ocupando el segundo puesto en las encuestas y, en ocasiones, protagonizando un in¨¦dito sorpasso a los socialdem¨®cratas. Pese a que en el basti¨®n ultraderechista de Kristianstad incluso sus rivales reconocen que van a arrasar, tambi¨¦n se?alan que no tendr¨¢n una gran representaci¨®n parlamentaria.
El sistema sueco es proporcional representativo y funciona como en Espa?a: un esca?o no vale los mismos votos en las ciudades que en circunscripciones m¨¢s despobladas. En 2014, los DS consiguieron en Malmoe unos 24.000 votos, lo que se tradujo en dos esca?os en el Riksdag (Parlamento sueco). En Estocolmo obtuvieron 38.000, considerablemente m¨¢s apoyos en t¨¦rminos absolutos, pero se tradujeron en el mismo peso en la C¨¢mara de representantes: dos asientos.
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