El ultra que busca sacar partido a un navajazo
Bolsonaro utiliza las redes sociales para hacer campa?a mientras se recupera en el hospital de la cuchillada
Llevaba una camiseta amarillo chill¨®n para que, luego en las fotos, se le distinguiese entre los cientos de seguidores agolpados a su alrededor. Jair Bolsonaro, el odiado ultraderechista y, a la vez, el admirado hombre de a pie que le planta cara a la ¨¦lite pol¨ªtica brasile?a, el candidato con m¨¢s intenci¨®n de voto y m¨¢s rechazo en las encuestas para las presidenciales de octubre, estaba flotando muy visiblemente sobre cientos de sus partidarios. Iba cargado en hombros, en Juiz de Fora, una ciudad de medio mill¨®n de habitantes en lo profundo de Minas Gerais, al sudeste de Brasil. Y de forma igualmente visible, en un segundo todo empez¨® a ir mal.
Bolsonaro grita y se lleva las manos al costado. Un enfermo mental de 40 a?os acaba de apu?alarle en el abdomen con un cuchillo de cocina. Le ha cortado una vena y parte de su intestino grueso. Algunos testigos comentar¨ªan luego que vieron las heces del candidato desparramarse por la escena. Varios hombres agarran el cuerpo para llevarlo al hospital. Son tantos y van tan r¨¢pido que, a lo lejos, solo se ve la camiseta amarilla. Son las tres de la tarde y Brasil est¨¢ a punto de sumirse una vez m¨¢s en lo desconocido. Por primera vez en su joven democracia, un candidato presidencial ha sido atacado.
Bolsonaro fue operado de urgencia y con ¨¦xito. Para cuando despert¨®, todo hab¨ªa cambiado. Sus 12 rivales hab¨ªan interrumpido sus campa?as. Las instituciones de las que tantas veces se hab¨ªa burlado le deseaban lo mejor. Y ¨¦l, Jair Messias Bolsonaro, tendr¨ªa que estar hospitalizado una semana m¨¢s y reposando en casa el mes que falta para los comicios.
Todo eso suponen buenas noticias para ¨¦l. Har¨¢ campa?a exclusivamente a trav¨¦s de las redes, donde ha demostrado estar m¨¢s c¨®modo que en los m¨ªtines y los debates y donde tiene m¨¢s de cinco millones de seguidores. Su equipo rastrea obsesivamente todos los datos: en las 24 horas siguientes al ataque, acapar¨® el 98% de las b¨²squedas en el Google brasile?o y fue mencionado en Twitter 1,7 millones de veces. En el mundo real, la campa?a queda delegada a sus hijos, el candidato al Senado Flavio y el diputado Eduardo. Tambi¨¦n est¨¢ su n¨²mero dos, el candidato a vicepresidente y exmilitar Ant?nio Hamiton Mour?o, quien se empe?a de mantener viva la conocida marca Bolsonaro. El viernes se plant¨® ante una periodista que hab¨ªa sido torturada por los militares y defendi¨® la dictadura. ¡°Los h¨¦roes matan¡±, argument¨®.
Salidas de tono de ese tipo es lo que llevaron a Jair Messias Bolsonaro, hijo de un dentista ambulante, a meterse en pol¨ªtica. Se hab¨ªa alistado en el Ej¨¦rcito como paracaidista hacia el final de la dictadura militar (1964-1985), donde no destacaba gran cosa. Pero en 1986 escribi¨® una carta a la revista Veja, una de las mayores de Brasil, quej¨¢ndose de los sueldos de los bajos rangos militares. Aquello le gan¨® 15 d¨ªas de prisi¨®n militar y el comienzo de su carrera pol¨ªtica. Al poco tiempo, era elegido concejal en R¨ªo de Janeiro y congresista en 1991.
La mayor votaci¨®n en 2014
En su hemeroteca hay diatribas a favor de la dictadura y contra cualquier minor¨ªa imaginable (¡°ser¨ªa incapaz de amar a un hijo gay, prefiero que muera en un accidente¡±). Hay peticiones de que alguien dispare al entonces presidente Fernando Henrique Cardoso y de que se cierre el Congreso. Hay frases como ¡°a ti no te violar¨ªa porque no lo mereces¡±, dicho a una diputada en televisi¨®n, o ¡°un polic¨ªa que no mata no es polic¨ªa¡±. Todas sirvieron para lo mismo: amasar un ej¨¦rcito de seguidores que, como ¨¦l, rechazaban el orden establecido tras la dictadura.
A lo largo de las d¨¦cadas, el n¨²mero de resentidos con el establishment fue creciendo tanto que Bolsonaro fue el diputado m¨¢s votado de las elecciones de 2014. Y a¨²n podr¨ªa seguir creciendo si, con suerte, llegaba una tormenta pol¨ªtica que hiciese d¨¦biles a los dem¨¢s. Llegaron tres: una enorme recesi¨®n, el caso Petrobras y el impeachment a Dilma Rousseff.
Su campa?a presidencial ha tenido como pilares atacar a Brasilia en general y a la izquierda en particular, renegar de la correcci¨®n pol¨ªtica y defender la dictadura. Tambi¨¦n promete armas para frenar la violencia en el pa¨ªs. Esa es la cuarta tormenta, la m¨¢s ignorada por los pol¨ªticos: solo en 2017 los homicidios se dispararon a 63.880. Un r¨¦cord. Y en el Brasil profundo, donde ni con la llegada de la democracia un tiro deja de resolver lo que un pleito judicial solo enmara?a, lo mismo ocurre con la violencia pol¨ªtica.
En 2018, con la crispaci¨®n a niveles insostenibles, la sangre de pol¨ªticos empez¨® a llegar tambi¨¦n a las ciudades. En marzo, Marielle Franco, una concejal de izquierdas de Rio de Janeiro, fue asesinada de cuatro tiros en la cabeza y la polic¨ªa no ha encontrado a¨²n al culpable. Semanas despu¨¦s, alguien peg¨® dos tiros a unos autobuses llenos de seguidores de Lula da Silva. Y el jueves, un camarero de 40 a?os, Ad¨¦lio Bispo de Oliveira, un enfermo mental obsesionado con la ¡°derecha mas¨®nica¡±, llev¨® esa corriente a Juiz de Fora.
Desde ese jueves, solo es posible ver a Bolsonaro a trav¨¦s de sus queridas redes sociales. Pero se le ve mucho. ?l, inconsciente tras la primera cirug¨ªa, farfullando: ¡°?C¨®mo pueden ser los humanos tan malos? Nunca le hice da?o a nadie¡±. ?l, inm¨®vil en la misma cama mientras su hija le enjuaga el sudor de la cara. El avi¨®n privado que le lleva a S?o Paulo. ?l, ayer, incorporado en un sill¨®n de un hospital paulista, con cinco tubos colgados del cuerpo, haciendo su caracter¨ªstico gesto triunfal de disparar con las manos. Es un regreso al terreno que le vio medrar, lejos de los encorsetados ritmos de las campa?as tradicionales brasile?as a los que no estaba consiguiendo adaptarse. donde muchos pol¨ªticos imaginaban que morir¨ªa su delirio presidencial.
Violencia electoral
No hay ning¨²n precedente de ataques de semejante calibre a candidatos presidenciales en la joven democracia brasile?a, pero s¨ª a lo largo de su historia. En 1930, Jo?o Pessoa, candidato a vicepresidente junto con Get¨²lio Vargas, fue asesinado en plena campa?a. Uno de sus principales adversarios pol¨ªticos fue hasta donde estaba con unos amigos y le peg¨® dos tiros: ¡°Soy Jo?o Dantas, a quien tanto humillaste y maltrataste¡±, declar¨® antes de ser detenido. Muchos polit¨®logos recuerdan estos d¨ªas que entonces, como ahora, Brasil se ahogaba en la inestabilidad pol¨ªtica. Y que aquella muerte tuvo repercusiones hist¨®ricas pr¨¢cticamente inmediatas. Acab¨® convenciendo a muchos de los partidarios de Get¨²lio Vargas para comenzar una revoluci¨®n a la que se unir¨ªa parte de las Fuerzas Armadas y que desemboc¨® en un golpe de Estado que puso a Vargas al frente de la presidencia de Brasil durante 15 a?os.
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