Trump regresa a la Asamblea de la ONU tras un a?o en el que ha dinamitado el consenso global
El presidente de EE UU interviene este martes con dos temas sobre la mesa: Corea del Norte e Ir¨¢n
A Donald Trump le gustan los tratos comerciales, cara a cara, como los que hac¨ªa en Queens para comprar solares o vender pisos. As¨ª es como est¨¢ organizando las nuevas relaciones internacionales. Los organismos e instituciones multilaterales le molestan. No le sirven las reglas de juego que protegen a los d¨¦biles porque prefiere imponer las reglas que le convienen para cada ocasi¨®n.
Cuando acudi¨® hace un a?o por primera vez a Naciones Unidas, a la sesi¨®n anual de su Asamblea General, puso las cosas en claro: solo le importaba Estados Unidos, la soberan¨ªa de las naciones no est¨¢ para ser compartida, cada uno que se espabile con la suya y que la defienda con la fuerza con que cuente. Nunca se hab¨ªan escuchado palabras tan impertinentes, pronunciadas por el representante, ya no de uno de los pa¨ªses fundadores, sino por el del pa¨ªs inspirador de la organizaci¨®n hace 70 a?os. Nunca se hab¨ªan acompa?ado de tantos improperios y amenazas: a Ir¨¢n y a Corea del Norte. A los gobiernos y a las personas, y especialmente a Kim Jong-un, el joven l¨ªder norcoreano, designado como el hombre cohete con el que iba a ajustar cuentas muy pronto, destruyendo totalmente su pa¨ªs.
Un a?o despu¨¦s, en su segunda comparecencia en id¨¦ntico foro de oto?o de la ONU, Trump se presenta con un balance impresionante. Entonces ya se hab¨ªa cargado el acuerdo del clima de Par¨ªs y los dos tratados comerciales internacionales con Europa y con el ¨¢rea del Pac¨ªfico, pero ahora llega con el acuerdo sobre el programa nuclear iran¨ª liquidado, la Embajada de EE UU en Israel trasladada a Jerusal¨¦n, los fondos para Palestina eliminados, la participaci¨®n en la Unesco y en el Consejo de Derechos Humanos anulada, la contribuci¨®n a las fuerzas de mantenimiento de la paz reducida, y las guerras comerciales desatadas, especialmente con China, en una ofensiva que amenaza a la propia existencia de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Y eso s¨ª, con los insultos a Kim Jong-un totalmente olvidados.
Ahora son nuevos sus m¨¢s estrechos asesores en materia internacional. En 2017 la Secretar¨ªa de Estado estaba a cargo del gris¨¢ceo Rex Tillerson, un ab¨²lico empresario petrolero abrumado por el presidente, y el consejero nacional de Seguridad era Herbert McMaster, brillante y prudente general que combinaba la experiencia guerrera con una notable trayectoria intelectual. No eran dos palomas, pero los dos personajes que le han sustituido son todav¨ªa m¨¢s halcones y probablemente m¨¢s sumisos y fiables para un presidente tan caprichoso y voluble: en vez de McMaster, Trump fich¨® a John Bolton, que fue embajador de Bush en la ONU y ya pretend¨ªa eliminar entonces 10 pisos del edificio de Manhattan; y en vez de Tillerson, fich¨® a Mike Pompeo, directamente salido de la CIA y fidel¨ªsimo partidario de las teor¨ªas conspiranoicas de su jefe.
Con estos nuevos asesores ha regresado Trump a Manhattan a su segunda gran cita global, en la que, al discurso de rigor a la Asamblea General, le corresponde la presidencia de una reuni¨®n del Consejo de Seguridad el mi¨¦rcoles. Como no puede ser de otra forma en alguien tan imprevisible y atrabiliario, no hay tranquilidad en su equipo. Esta vez, al decir de los corresponsales diplom¨¢ticos, no se teme tanto la vajilla que pueda romper como las amistades que pueda trabar, como sucede con el adolescente que sale por primera vez de noche. En la lista de sus citas bilaterales est¨¢n Theresa May, Macron -con el que ya se reuni¨® la noche del lunes-, Netanyahu, Al Sisi, Shinzo Abe y Moon Jae-in, pero bien podr¨ªa colarse de forma imprevista y con resultados inciertos el iran¨ª Hassan Rohan¨ª. Es el territorio preferido de Trump, el de las relaciones bilaterales en las que desarrollar a su capricho las que considera sus virtudes de negociante.
A Trump no se le puede reprochar que incumpla sus promesas, por insensatas que sean. Caso distinto son las amenazas. Para su mentalidad de especulador inmobiliario y animador de concursos televisivos, una buena amenaza es siempre el preludio de un buen acuerdo. Kim Jong-un es ahora un buen tipo, con el que ha cerrado un trato que ya ha tra¨ªdo la paz al mundo, tal como afirma con todo el aplomo. Este es el balance que hace Trump del a?o transcurrido entre ambas asambleas generales: en 2017 est¨¢bamos al borde de la guerra nuclear y ahora todo va de maravilla en la pen¨ªnsula de Corea, a punto de firmar al fin la paz entre los beligerantes de aquella contienda que termin¨® en 1953 solo con su armisticio.
De atender al secretario general de la ONU, Ant¨®nio Guterres, lo mejor que podr¨ªa hacer Trump es mantenerse al margen. Los tres temas que m¨¢s preocupan a los pa¨ªses miembros y a la organizaci¨®n son las migraciones, la igualdad de g¨¦nero y el cambio clim¨¢tico. Trump es un enemigo declarado de los inmigrantes, favorece la desigualdad y el acoso y no cree en el cambio clim¨¢tico. Pero le interesa, eso s¨ª, la gran feria mundial del poder que re¨²ne a m¨¢s de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno durante una semana, un lugar excelente para sus tratos entre negociantes.
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