Trump rompe el pacto nuclear con Ir¨¢n y restablece las sanciones
El presidente de EEUU fractura a Occidente y abre una era de inestabilidad en la regi¨®n m¨¢s explosiva del planeta
Donald Trump ha vuelto a dar la espalda al mundo. En el paso m¨¢s controvertido de su mandato, el presidente de EE UU rompi¨® este martes el acuerdo nuclear con Ir¨¢n y restableci¨® ¡°al m¨¢ximo nivel¡± y de forma inmediata las sanciones contra el r¨¦gimen. De poco sirvi¨® la presi¨®n combinada de Francia, Alemania y Reino Unido. Tampoco le fren¨® el riesgo de que Oriente Pr¨®ximo caiga por la pendiente nuclear. Abanderado del aislacionismo, Trump decidi¨® fracturar a Occidente y abrir una era de inestabilidad en la regi¨®n m¨¢s explosiva del planeta. ¡°Mi mensaje es claro: EE UU no lanza amenazas vac¨ªas¡±, afirm¨®.
Trump vuelve a su origen. El punto de partida que nunca ha abandonado. Alimentar el voto radical y destruir el legado de Obama. Ese es el algoritmo que define sus movimientos. No es azar ni imprevisibilidad. Se trata de cumplir la doctrina del ¡°Am¨¦rica Primero¡±, mucho antes que mantener la sinton¨ªa internacional. Ocurri¨® con la salida del Pacto contra el Cambio Clim¨¢tico, el Acuerdo Transpac¨ªfico, el deshielo con Cuba, el veto a los musulmanes, los dreamers¡ Y ahora ha sucedido con Ir¨¢n.
¡°El acuerdo descansaba en una gigantesca ficci¨®n: que un r¨¦gimen asesino deseaba solo un programa nuclear pac¨ªfico. Si no hac¨ªamos nada, el mayor patrocinador mundial del terrorismo iba a obtener en poco tiempo la m¨¢s peligrosa de las armas¡±, se justific¨® Trump.
La sacudida es planetaria. El acuerdo, alcanzado el 14 de julio de 2015 en Viena, se forj¨® tras dos a?os de negociaci¨®n. Su objetivo inmediato era desactivar durante al menos un decenio el acceso iran¨ª a la bomba at¨®mica, a cambio de levantar las sanciones econ¨®micas que asfixiaban al r¨¦gimen. Pero en el largo plazo supon¨ªa un paso mucho m¨¢s importante. Demostraba que dos enemigos ac¨¦rrimos, despu¨¦s de 35 a?os a dentelladas, pod¨ªan darse la mano y rebajar la tensi¨®n nuclear. El texto ven¨ªa avalado adem¨¢s por otras cinco potencias (China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania) que actuaban como un estabilizador ante las presiones continuas de Israel y Arabia Saud¨ª, cuya desconfianza hacia Teher¨¢n nunca ha desaparecido.
Todo ello queda ahora en precario. El acuerdo no tiene mecanismo de salida y, al reactivar las sanciones, EE UU rompe unilateralmente lo suscrito. El resultado es dif¨ªcil de calcular. Ir¨¢n puede abandonar el pacto alegando su incumplimiento por Washington y reiniciar el programa nuclear. Tambi¨¦n cabe que intente salvarse del naufragio acerc¨¢ndose a los otros firmantes. Pero sobre ellos se cierne la amenaza de las penalizaciones. Un paquete que cuando fue aprobado en 2012 por el Congreso, aparte de castigar al banco central iran¨ª, dificultaba extraordinariamente las operaciones financieras en EE UU a quien mantuviera transacciones con Teher¨¢n. Algo que han hecho en los ¨²ltimos a?os pa¨ªses tan amigos de Washington como Francia.
El da?o es amplio, y los perdedores, muchos. Posiblemente el ¨²nico ganador sea, de momento, Israel. El primer ministro Benjam¨ªn Netanyahu siempre ha visto la pretendida paz nuclear como una ficci¨®n. No le ha servido que Ir¨¢n cumpla escrupulosamente con los t¨¦rminos del acuerdo. Ni que se haya bloqueado el enriquecimiento de uranio y plutonio, cerrado instalaciones y sacado del territorio iran¨ª la mayor parte del combustible. Para Netanyahu, el texto no pone punto final al programa at¨®mico, sino que lo posterga en busca de una recuperaci¨®n econ¨®mica que permita reemprenderlo con m¨¢s fuerza.
Trump, ya como candidato, hizo suyo este argumento. En campa?a defini¨® el pacto como ¡°el peor del mundo¡± y siempre que tuvo ocasi¨®n lo zarande¨® en p¨²blico. Bajo este impulso, en octubre pasado decidi¨® no validarlo en su revisi¨®n cuatrimestral y dej¨® que fuese el Congreso quien determinase su futuro. Fue un primer golpe, aunque no definitivo. Las C¨¢maras se lo devolvieron intacto, y en enero nuevamente puso el reloj en marcha a la espera de renegociar el texto. Ese plazo es el que se agotaba esta semana.
Embestida
En este intervalo, Trump y sus halcones han intentado reabrir el acuerdo y atar de pies y manos a Ir¨¢n. Para ello, como repiti¨® ayer el presidente, han exigido que incorporase tres modificaciones: acabar con la cl¨¢usula que permite reiniciar el programa nuclear, incluir l¨ªmites al programa bal¨ªstico y restringir la injerencia ¡°terrorista y desestabilizadora¡± de Teher¨¢n en la regi¨®n, especialmente en Siria y Yemen.
Esta renegociaci¨®n fue rechazada por el resto de firmantes y propici¨® movimientos de alta diplomacia por parte de Francia Alemania y Reino Unido. Quien m¨¢s avanz¨® en esta l¨ªnea fue el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron. Durante su reciente visita de Estado, ofreci¨® mantener con vida el acuerdo mientras se negociaba otro sobre misiles y estabilidad zonal. La propuesta no convenci¨® a Trump.
Ante el propio Macron, el presidente estadounidense calific¨® lo acordado en Viena de ¡°rid¨ªculo, demencial y ruinoso¡±. Su embestida, en plena luna de miel con el jefe de Estado franc¨¦s, dej¨® patente el giro que ha dado la Casa Blanca desde que el ala moderada fue sustituida por un grupo de halcones capitaneados por el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien ha dado por buenas las acusaciones de Israel de que Ir¨¢n ha reemprendido en secreto su programa nuclear.
Esta radicalizaci¨®n ideol¨®gica tiene efectos amplios y sit¨²a la ruptura en un ciclo pol¨ªtico que va m¨¢s all¨¢ de Oriente Pr¨®ximo y alcanza a la negociaci¨®n con Corea del Norte. Para los radicales, el varapalo a Teher¨¢n le permite a Trump mostrar su fortaleza ante Kim Jong-un y exigirle un acuerdo de m¨¢ximos. El propio presidente lo hizo ver en su discurso: ¡°EE UU no lanza amenazas vac¨ªas. Cuando prometo algo, lo mantengo. Y ahora mismo, Pompeo se dirige a Corea del Norte. Esperemos alcanzar un pacto¡±.
Esta supuesta bondad de la l¨ªnea dura no es compartida por los dem¨®cratas. Para ellos, la salida pulveriza la credibilidad de EE UU. ¡°Despu¨¦s de esto, ?qui¨¦n puede confiar en los acuerdos internacionales que Estados Unidos negocia?¡±, se pregunt¨® Ben Rhodes, uno de los cerebros del texto de 2015.
No es una opini¨®n minoritaria. Muchos expertos consideran que la Casa Blanca demostr¨® hoy que para Washington cualquier pacto, antes que a su propio cumplimiento, ha de someterse a los imperativos del presidente. Las consecuencias son inmediatas. Rotos los puentes, EE UU se a¨ªsla y el planeta se vuelve m¨¢s inseguro. Ese es, de momento, el legado de Trump.
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