Un Congreso tan fracturado como la sociedad brasile?a
Una treintena de partidos se repartir¨¢ los 513 esca?os de la C¨¢mara Baja, lo que dificultar¨¢ las alianzas
Una escabechina de caras y siglas asentadas. Espaldarazos s¨²bitos. Minor¨ªas donde antes hab¨ªa alianzas hist¨®ricas. Y la posibilidad de que la ultraderecha alcance una influencia extraordinaria en una sociedad dividida en dos. En el poder legislativo brasile?o no ha quedado nada conocido tras la votaci¨®n del domingo, que dio al ultraderechista Jair Bolsonaro el 46% de los votos y al otrora todopoderoso Partido de los Trabajadores (PT) tan solo un 28% de los sufragios. Lo ¨²nico que est¨¢ claro es que a nada de lo que ha funcionado en Brasil hasta le sigue quedando fuelle. Atr¨¢s ha quedado la era de las mayor¨ªas absolutas, o incluso de las coaliciones sim¨¦tricas; es el momento de las uniones con la nariz tapada y la oposici¨®n feroz a quien acabe en el Gobierno.
En el Congreso, una sopa de letras de 513 diputados procedentes de una treintena de partidos, el PT ha visto c¨®mo su presencia quedaba reducida a la m¨ªnima expresi¨®n: 56 diputados donde en 2014 hab¨ªa 70 y en 2010, cuando las vacas gordas, se alcanzaron los 88 esca?os. Pese a todo, el PT es el partido con mayor presencia en la C¨¢mara.
Apenas le quedan caras amigas a la vista. La ¨²nica agrupaci¨®n que maneja cifras parecidas es el hasta hoy minoritario Partido Social Liberal (PSL), el de Bolsonaro, que ha recibido m¨¢s votos de lo que pronosticaban las encuestas: suma unos 52 diputados (esta cifra puede cambiar: algunos Estado siguen asignando votos a agrupaciones, siguiendo la enrevesada ley electoral brasile?a). Uno de los nuevos esca?os supone un gran triunfo personal para el candidato a la presidencia, el de su hijo Eduardo Bolsonaro, que se presentaba por S?o Paulo, y que hoy es el diputado m¨¢s votado de la historia de Brasil (1,8 millones de votos). Otro de sus hijos, Flavio, ha logrado esca?o en el Senado, lo que eleva a cuatro los puestos del partido en la C¨¢mara Alta. La prueba definitiva de que el hechizo del ultraderechista no acaba en el candidato y que desde luego, puede tener una presencia sin igual en el Ejecutivo.
La vieja pol¨ªtica
Muchos estudian, ya con pavor, si es factible cualquier opci¨®n que insufle m¨¢s poder a la extrema derecha: por ejemplo, que el PSL se fusione con alguna agrupaci¨®n m¨¢s af¨ªn -como podr¨ªa ser el Partido Social Cristiano (PSC), que le dar¨ªa nueve diputados- y se ahorre tener que lidiar con una coalici¨®n multipartidaria. Con esto y la probable victoria de Bolsonaro en la segunda vuelta, el exmilitar campar¨ªa a sus anchas por el Parlamento.
La cuesti¨®n ahora es qui¨¦n podr¨¢ plantarles cara. De la vieja pol¨ªtica y sus alianzas no quedan m¨¢s que fragmentos. El MDB, el partido fundado durante la dictadura y que ha estado en el Gobierno desde que Michel Temer asumi¨® la presidencia en 2016 tras el impeachment a Dilma Rousseff, tiene solo 33 diputados. La mitad que en 2014.
Y por debajo est¨¢ el PSDB, otra superpotencia en ruinas. A la gran formaci¨®n que durante d¨¦cadas se reparti¨® con el PT el control del Congreso, hoy le quedan 29 diputados (de 54 en 2014). El eje PT-PSDB, el mismo que durante d¨¦cadas mantuvo al menos un semblante de orden mientras por Brasilia pasaban los impeachments, las crisis econ¨®micas, las sacudidas de la corrupci¨®n y la decadencia de la izquierda, es de repente cosa del pasado. De esa historia que en retrospectiva parece hasta c¨®moda, cuando hab¨ªa grupos de 90 y 100 diputados. El legislativo se dirige hacia la incertidumbre.
Mientras, en el Senado, se repartir¨¢n el espacio 20 partidos donde antes hab¨ªa 15. El PT, que antes ten¨ªa 11 senadores, pasa a tener cuatro. Ser¨ªan cinco si la expresidenta Dilma Rousseff hubiese convencido a los votantes de Minas Gerais, su Estado natal, de que le permitiesen volver a la pol¨ªtica. La expresidenta, sin embargo, ha quedado en cuarto lugar en su Estado, con un 15,21%. Otra amarga derrota pol¨ªtica por digerir, la en¨¦sima contando la cadena de catastr¨®ficas votaciones que llevaron a su destituci¨®n en 2016.
Con la sociedad claramente dividida, no ya en dos bandos, sino en varios, se avecinan tiempos complicados para forjar alianzas. El votante ha huido de las grandes plataformas hegem¨®nicas y ha encontrado en los partidos peque?os, si no la soluci¨®n a las crisis brasile?as, la forma de expresar al menos su descontento con las din¨¢micas actuales.
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