El amor-odio de Trump hacia la prensa
Entrevistas improvisadas, ruedas de prensa interminables y disparatadas... El presidente estadounidense ha declarado a los medios el ¡°enemigo del pueblo¡±, pero es adicto a ellos.
Sobre la alergia de Donald Trump a la prensa cr¨ªtica han corrido r¨ªos de tinta. Ya como candidato presidencial, insultaba a los peri¨®dicos y televisiones e incluso amag¨®, si ganaba, con modificar las leyes sobre el libelo para poder denunciar las coberturas informativas que considerase injustas. Nada m¨¢s llegar a la Casa Blanca, calific¨® a los periodistas como ¡°la gente m¨¢s deshonesta de la Tierra¡± y a los medios, en general, como los ¡°enemigos del pueblo¡±. Casi dos a?os despu¨¦s de su victoria electoral, las cosas no han mejorado: el presidente sigue llam¨¢ndolos mentirosos d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n, hasta el punto de que hasta dos instancias de la ONU le han acusado de poner en peligro ¡°la libertad de prensa¡±. Y contin¨²an los ataques y los abucheos en sus m¨ªtines. Solo la cadena conservadora Fox y otros de la misma cuerda se libran.
Pero tan evidente resulta este desprecio, crudo y directo, hacia el periodismo que le critica como la naturaleza medi¨¢tica de su persona. Trump es una criatura rabiosamente televisiva, adicta a los medios, mucho m¨¢s accesible que cualquiera de los expresidentes que se recuerdan. Acceso no implica transparencia, porque tambi¨¦n es legendaria la capacidad del magnate para arrojar inexactitudes, contradicciones y datos falsos. Pero el actual mandatario de EE UU ha convertido el traj¨ªn diario de la Casa Blanca en algo parecido a un programa de telerrealidad: lo que est¨¢ anunciado como un simple posado ante las c¨¢maras, al inicio de una reuni¨®n de gabinete o del saludo a alg¨²n jefe de Estado, puede convertirse en una rueda de prensa improvisada en la que entre a todos los trapos.
A veces, puede incluso forzar a hablar a quien no lo desea. Ocurri¨® el 22 de mayo durante las im¨¢genes protocolarias de saludo en el Despacho Oval con el presidente surcoreano Moon Jae-in. Se desarrollaban por aquel entonces complicadas conversaciones para celebrar la hist¨®rica cumbre en Singapur con el dictador norcoreano Kim Yong-un (que finalmente se celebr¨® el 12 de junio). Sin rueda de prensa prevista, Trump no solo respondi¨® largo y tendido a varias preguntas sobre el asunto, sino que hasta oblig¨® a Moon a responder a la prensa: ¡°Quiz¨¢ pueda usted decir algo¡±, coment¨®. Y el l¨ªder asi¨¢tico sali¨® como pudo, con frases vac¨ªas.
Esta semana Olivia Nuzzi, una periodista de la New York Magazine, escribi¨® una extensa pieza en primera persona contando lo que le acababa de pasar con el gabinete del republicano. ¡°Sobre las 12.20 del martes, yo estaba saliendo de la Casa Blanca¡¡±, arrancaba el texto. Y lo que segu¨ªa es que la portavoz, Sarah Sanders, la llam¨® para ver si segu¨ªa por all¨ª y pod¨ªa verla. Entonces la llev¨® al Despacho Oval con el presidente. ¡°He o¨ªdo que est¨¢s escribiendo una historia sobre¡ estas cosas¡±, le dijo. Nuzzi trabajaba en un tema sobre la supuesta mala relaci¨®n entre Trump y su jefe de gabinete, el general John Kelly, un rumor permanente en Washington. El mandatario se dedic¨® durante un buen rato a desment¨ªrselo. Entonces llam¨® al propio Kelly. Luego lleg¨® el secretario de Estado, Mike Pompeo. Y finalmente el vicepresidente, Mike Pence. Todos hab¨ªan quedado para almorzar, pero pasaron un buen rato antes con la periodista. La conversaci¨®n, que el art¨ªculo describe profusamente, era on the record, es decir, publicable, salvo un par de ocasiones de las que la reportera advierte en su texto.
Algunas de sus ruedas de prensa pasar¨¢n a la posteridad, por lo largas, lo variadas, a veces, lo disparatadas. La que ofreci¨® durante la Asamblea General de la ONU, el 26 de septiembre en Nueva York, se prolong¨® durante una hora y 20 minutos y le sirvi¨® para hablar de todo lo divino y humano. Forjado en el negocio de la construcci¨®n y showman profesional (present¨® varias temporadas del concurso televisivo El aprendiz), Trump se toma estas conferencias como un espect¨¢culo. En esa misma, las compar¨® con un concierto de rock. Citando a Elton John, Trump pidi¨® una buena pregunta como apoteosis final. ¡°?Recuerdan aquello que dijo Elton John? Cuando tocas la ¨²ltima y es buena, no vuelvas¡±. Por supuesto, tambi¨¦n atac¨® a la prensa, como cuando dio la palabra a un periodista del ¡°fracasado¡± New York Times. A otro reportero conocido por ¨¦l le dijo: ¡°Venga, golp¨¦ame con una pregunta maliciosa, d¨¢mela¡±. Y finalmente confes¨® c¨®mo disfrutaba: ¡°Podr¨ªa hacer esto todo el d¨ªa¡±.
Eso s¨ª, a lo largo de todas esas respuestas, arroj¨® una ristra de datos incorrectos. El presidente de EE UU concibe el mundo de la comunicaci¨®n como espect¨¢culo. Y al p¨²blico le interesa: las suscripciones a algunos peri¨®dicos y la audiencia televisiva han aumentado en la era Trump. El neoyorquino parece muy consciente de ello. ¡°Os va bien [conmigo]. Deber¨ªais decir: ¡®Gracias, presidente¡±, dijo a los periodistas en Nueva York. "?Se imaginan que no me tuvieran?¡±, a?adi¨®.
Pero el show de Trump con la prensa tiene muy poco de c¨®mico. Sus seguidores, es decir, millones y millones de estadounidenses, han adoptado el discurso de que la prensa es el enemigo del pueblo. Un ¨²ltimo sondeo de Gallup, publicado esta semana, apunta que solo el 21% de los republicanos tiene un nivel de confianza suficiente o alto en la prensa (frente al 76% de los dem¨®cratas). Un agitador de la ultraderecha, Milo Yiannopoulos, ha bromeado llamando a matar a periodistas. El pasado agosto, el FBI detuvo a un hombre en Los Angeles por amenazar a reporteros a los que llamaba ¡°el enemigo del pueblo¡±. Una semana antes, en una actuaci¨®n coordinada sin precedentes, 300 peri¨®dicos estadounidenses hab¨ªan publicado el mismo d¨ªa editoriales defendiendo la libertad de prensa.
Esta, pese a las presiones, sigue con buena salud. Las grandes cabeceras siguen dando quebraderos de cabeza al presidente, con informaciones sobre la trama rusa, las pol¨¦micas dentro de la Casa Blanca o sobre sus negocios. La semana pasada, The New York Times public¨® una extensa investigaci¨®n que atribu¨ªa al fraude fiscal parte de la fortuna de Trump. El fisco de Nueva York anunci¨® que revisar¨¢ los expedientes.
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