Juegos con palabras
Es preciso atender a las palabras y a sus usos y hacer consciencia de sus deformaciones. El habla cotidiana de quienes est¨¢n o estar¨¢n en el poder, no es un decir neutral
Durante los a?os del nazismo, Victor Klemperer llev¨® una especie de diario. En ¨¦l registr¨® el modo como el movimiento cre¨® su lenguaje. No tanto con la invenci¨®n de neologismos, sino con la manera de usar expresiones comunes para significar nuevos aconteceres. Palabras que denotaban fuerza, acci¨®n o decisi¨®n, ocuparon un lugar preponderante. Tambi¨¦n, las que colocaban al F¨¹hrer por encima de todo, y al pueblo, su pueblo, en condici¨®n de obediencia.
Klemperer demostr¨® con sus cuidadosas anotaciones, que la b¨²squeda dirigida y consciente para resignificar la lengua, produjo cambios generalizados en la forma de pensar de los alemanes y, con ello, en sus maneras de comportarse respecto de s¨ª mismos y de los dem¨¢s. Quienes hab¨ªan sido profesores o alumnos decentes, funcionarios honestos, habitantes ordinarios y respetuosos, transformaron su expresi¨®n.
De a poco comenzaron a designar a los otros como los propagandistas del r¨¦gimen lo hac¨ªan. Los amigos dejaron de serlo. La germanidad, la adoraci¨®n al l¨ªder y a la causa nacionalsocialista, se hizo signo distintivo de vida. El pensamiento permiti¨® y justific¨® la acci¨®n. El desprecio se hizo pr¨¢ctica. Todo se subordin¨® a la grandeza colectiva.
Klemperer encontr¨® una fina manera de explicar, si no la totalidad del fen¨®meno, s¨ª al menos su arranque. Observ¨® que en toda revoluci¨®n, ya sea de car¨¢cter pol¨ªtico-social o bien art¨ªstico, concurren dos tendencias. Una, la voluntad de lo nuevo, donde el ¨¦nfasis se pone en la oposici¨®n a todo lo vigente hasta entonces; y otra, la necesidad de establecer un nexo con el pasado nacional, moral o esencial, contra el cual pec¨® la ¨¦poca a superar.
Lo que se quiere es denostar lo inmediato a fin de superarlo y anclarse en un pasado lejano, para posibilitar la construcci¨®n de lo que afortunadamente habr¨¢ de venir. El lenguaje es el veh¨ªculo que permite esta doble y parad¨®jica operaci¨®n. Lo reciente tiene que calificarse, todo ¨¦l, como corrupto, inadecuado o falso. El pasado remoto tiene que glorificarse para permitir el contraste y, luego, la acci¨®n redentora.
Lo que pudiera parecer mera abstracci¨®n, se concretiza al observar el modo de designar a lo viejo y a lo nuevo. Al invocar figuras como el pueblo y su omn¨ªmoda voluntad, al colocar a personas o sectores en quehaceres denigrados, al tener a la oposici¨®n o la cr¨ªtica como mera expresi¨®n de privilegios, no solo se acalla a los otros. Tambi¨¦n, y de a poco a poco, se legitiman las acciones que en su contra hayan de tomarse.
En momentos de confusi¨®n y cambio como los que vive el mundo, es dif¨ªcil apelar a las ideas frente a las emociones. Quienes fueron o se sienten desplazados, defender¨¢n lo ido. Quienes llegan, apresurar¨¢n los cambios para justificar su estar. Ah¨ª radican las tensiones del d¨ªa a d¨ªa, expresadas en lenguajes que necesariamente requieren de totalidad.
Es preciso atender a las palabras y a sus usos y hacer consciencia de sus deformaciones. El habla cotidiana de quienes est¨¢n o estar¨¢n en el poder, no es un decir neutral. Un mero nominar inocente y natural. El nombrar de esas personas constituye realidad. Llamar a alguien de cierta forma, por chistosa o espont¨¢nea que parezca, muy probablemente determinar¨¢ el trato que en el futuro habr¨¢ de d¨¢rsele.
Aceptar la existencia de entes desdibujados o et¨¦reos, posibilitar¨¢ personificaciones actuantes, an¨®nimas y descontroladas. Quienes vivimos bajo la ¨¦gida de la Revoluci¨®n mexicana, sabemos lo que fue ese gran saco del que salieron cosas tan extra?as como una dial¨¦ctica completa de la historia nacional o la abigarrada mezcla de idearios pol¨ªticos.
Mucho de lo logrado por los reg¨ªmenes de esos a?os fue posible por los malabares expresados en el lenguaje cotidiano. Hablar de la revoluci¨®n institucionalizada que le dar¨ªa algo a cada cual a partir de la amalgama entresacada de un movimiento armado, fue la manera de domesticar el desigual presente en aras del promisorio futuro que nunca termin¨® por llegar. Entonces, el diablo estuvo en las palabras. Es importante no olvidarlo en tiempos de dimes y diretes.
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