La justicia pol¨ªtica. A prop¨®sito del 68
La subordinaci¨®n de la justicia a la pol¨ªtica que ocurri¨® tras la masacre de Tlatelolco puede repetirse
El 28 de julio de 1968 se abri¨® la primera investigaci¨®n del movimiento estudiantil. A ella siguieron la del 31 del mismo mes, la del 22 de septiembre y la del 9 de octubre. En cada una y de manera creciente fueron detenidas y procesadas numerosas personas. Se les acus¨® de la probable comisi¨®n de los delitos de disoluci¨®n social, asociaci¨®n delictuosa, sedici¨®n, invitaci¨®n a la rebeli¨®n, acopio de armas, robo, lesiones, homicidio, ataques a las v¨ªas de comunicaci¨®n, da?o en propiedad ajena y falsificaci¨®n de documentos. En los 50 tomos del caso existen much¨ªsimas declaraciones, testimonios, fotograf¨ªas, peritajes y valuaciones. De ello result¨® que el 12 de noviembre de 1970, 68 procesados fueran sentenciados a prisi¨®n.
La lectura del expediente del proceso judicial del 68, produce una parad¨®jica impresi¨®n. Por una parte, llama la atenci¨®n su correcta composici¨®n formal. Los documentos est¨¢n agregados y los razonamientos producidos en el modo habitual de la ¨¦poca. En ello no hay nada de extraordinario. Por el n¨²mero de acusados y la diversidad de las conductas investigadas, existe una amplia gama de elementos que dan lugar a la paradoja. La ampl¨ªsima cantidad de datos acumulados es, en realidad, el gran distractor. Es con la exhaustividad como quiere construirse la soluci¨®n. Destrucciones, marchas, volantes, insultos, colectas, tumultos, conspiraciones, reuniones, barricadas, carteles y ofensas, son identificados una y otra vez. M¨¢s all¨¢ de la abundancia, las cosas fueron orden¨¢ndose para mostrar que la materialidad destructiva nunca fue relevante en s¨ª, sino solo la consciente manera de expresi¨®n de un movimiento encaminado desde sus inicios a subvertir el orden constitucional para sustituirlo por otro de signo comunista. En lo averiguado no quiere saberse qui¨¦n march¨®, da?¨® o volante¨®, sino qui¨¦n orden¨® hacerlo. Desde los primeros hechos considerados delictivos (27 de julio), la persecuci¨®n fue contra las asociaciones de izquierda y sus afiliados. Con los d¨ªas, se ampli¨® a sus simpatizantes. Finalmente, termin¨® vincul¨¢ndose a quienes mandaban en el movimiento, estudiantes y profesores. Las acciones concretas fueron irrelevantes. La responsabilidad se asign¨® por coparticipaci¨®n. Quienes estaban cerca del movimiento, buscaban el poder. Los hechos diarios eran sus manifestaciones visibles. Lo relevante no era identificar a quienes actuaban, sino a quienes mandaban hacer aquello que, preconcebido, pod¨ªa constatarse.
El papel de la justicia de entonces no fue tan excepcional como ahora pudiera parecernos. En nuestra historia ha habido momentos de subordinaci¨®n a la pol¨ªtica. M¨¢s all¨¢ de corrupciones, la subordinaci¨®n provino de una equivocada comprensi¨®n de la funci¨®n judicial y del papel del derecho. Radic¨® en suponer que el sistema de justicia deb¨ªa ser parte del sistema pol¨ªtico. A la pretensi¨®n del r¨¦gimen de salvar a M¨¦xico del comunismo, el aparato de justicia se sum¨® al cometido. Se hizo parte del esfuerzo de salvaci¨®n. En esa ocasi¨®n la acci¨®n pol¨ªtica pudo parecerle sabia y leg¨ªtima a los jueces. Pudieron decir que los mexicanos la quer¨ªan. Que el momento hist¨®rico lo exig¨ªa. Que el liderazgo nacional deb¨ªa ejercerse en esa direcci¨®n. Con ello, sin embargo, se desplaz¨® a la Constituci¨®n y a las leyes.
La subordinaci¨®n de la justicia a la pol¨ªtica no suele implicar llamadas, ofertas o amenazas directas. Suele darse al asumir, como en el 68, que al impartir justicia se es parte de un todo mayor, total. Lo lamentable de estas posiciones es que terminan disolviendo lo propio de la funci¨®n en el entusiasmo colectivo del momento. As¨ª es como se deja de ser juez. Los or¨ªgenes contramayoritarios de la justicia y las garant¨ªas a sus miembros, buscan separar al derecho de la pol¨ªtica. Es un triste espect¨¢culo ver lo poco que esto se entendi¨® en el 68. Lo entonces acontecido puede repetirse. Basta que los jueces de ahora, como los de entonces, claudiquen de su funci¨®n haci¨¦ndose movimiento transformador. Es tan sutil la diferencia, que quienes resbalan suelen no darse cuenta de ello.
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