Cada uno con su conversaci¨®n y Bolsonaro en la de todos
Un paseo por los di¨¢logos de varios brasile?os: a favor o en contra, su rutina gira en torno a los dichos y hechos del ultraderechista, favorito para convertirse en el pr¨®ximo presidente el d¨ªa 28
Son casi las cinco en lo que deber¨ªa ser una tarde m¨¢s en S?o Paulo. El sol lleva un rato cayendo y las calzadas se han llenado de coches que circulan a trompicones entre sem¨¢foros y viandantes que no miran al cruzar la Rua Augusta, en pleno centro neur¨¢lgico de la ciudad brasile?a, la m¨¢s poblada de Am¨¦rica Latina. Pero no acaba de ser una tarde normal. Si no, Richard y Ot¨¢vio, veintea?eros dependientes en tiendas de ropa de la zona, uno negro y otro blanco, claramente gais, no habr¨ªan inventado el juego que hoy les entretiene mientras fuman un cigarro en un descanso del trabajo.
¨CMira esa vieja de ah¨ª, con la permanente y el collar. Esa, sin duda.
¨CL¨®gico. Y ese coche con las pegatinas de Cristo en la luna. Otro.
¨C?Deus por acima de tudo!
El juego consiste en adivinar qu¨¦ personas votaron por el ultraderechista Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones brasile?as, la semana pasada, y qu¨¦ rasgos les delatan. Unos porque parecen conservadores; otros, porque votar¨ªan a un candidato al que se acusa de ser ¡°de las ¨¦lites¡±; otros porque llevan signos evang¨¦licos, machistas, racistas u hom¨®fobos. Cuando aciertan, siempre cae alguna broma, como la de "Deus acima de tudo" ¡ªDios por encima de todo¡ª, la frase con la que Bolsonaro acaba sus m¨ªtines. Y a su manera es a lo que est¨¢n jugando buena parte de los brasile?os: mirar al de al lado y preguntarse: ?y si...?. ?Y si esta persona colabor¨® en darle a Bolsonaro 49 millones de los votos en el primer turno, llenar el Congreso con sus aliados y alimentar una oleada de agresiones a negros, LGTBIQ y mujeres por todo el pa¨ªs?
Aquel domingo, Bolsonaro logr¨® 49 millones de votos: pr¨¢cticamente la mitad del electorado. Ahora, la posibilidad tangible de que el en la segunda vuelta del pr¨®ximo d¨ªa 28 se haga con la presidencia, horroriza a la otra mitad. Y en estas calles, donde todo parece normal pero se respira un ambiente crispado, no se habla de otra cosa. En la carrera por entrar en la cabeza de la gente, ¨¦l ya ha ganado. ¡°Luego que no se quejen de Bolsonaro¡±; ¡°Bueno, mejor Bolsonaro que corrupci¨®n¡±; ¡°Esto con Bolsonaro ya ser¨¢ mejor¡±; ¡°?Cuidado que viene Bolsonaro!¡±. En el camino hasta la rua Augusta se pasa por una veintena de siluetas de Bolsonaro y centenares de conversaciones cruzadas.
El candidato ultraconservador apenas sale de su casa, con el pretexto de que est¨¢ recuper¨¢ndose de la grave pu?alada que recibi¨® el mes pasado durante un acto electoral. As¨ª que hace una candidatura al m¨¢s puro estilo orwelliano de 1984: compareciendo en retransmisiones en directo por Facebook, comunic¨¢ndose casi en exclusiva a trav¨¦s de las redes sociales y permitiendo que alguna cadena amiga le visite y le haga entrevistas hipercontroladas.
Luego est¨¢n las siluetas que se ven por toda la ciudad, los grafitis pintados en las paredes, obra de sus detractores. A favor o en contra, se habla de ¨¦l continuamente: en cierta manera, Bolsonaro no est¨¢ en ninguna parte y est¨¢ en todas. Un simple paseo por el centro de S?o Paulo lo atestigua. Est¨¢ en la l¨ªnea 4 de metro, donde un individuo con camisa de algod¨®n a rayas y un chaleco gris escrutina en la pantalla su m¨®vil memes con fake news a favor del ultraderechista. Lee detenidamente una y luego pasa a la siguiente. Parece tener varias. La gente a su alrededor tambi¨¦n mira el m¨®vil y se miran entre ellos. ?Ser¨¢ o no ser¨¢? ?Estar¨¢ leyendo para conocer al enemigo o ser¨¢ de verdad un bolsominion (como llaman a los seguidores ciegos de Bolsonaro)? Al llegar a la avenida Paulista, la arteria central de la ciudad, el hombre alza los ojos del m¨®vil y mira a su alrededor, directamente a las personas que estaban ley¨¦ndole la pantalla. ¡°Disculpen¡±, dice con aire recriminador. Se baja.
Menos cort¨¦s es la estampa, minutos despu¨¦s, en un restaurante de comida de Minas Gerais. En una mesa, una mujer y su hija adolescente discuten por culpa de la ¡°izquierdopat¨ªa¡±, como los conservadores llaman ¨²ltimamente al progresismo. La madre culpa a la izquierda de todos los males de Brasil; recuerda que el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva estuvo en el poder durante 13 a?os y que el pa¨ªs est¨¢ ahora en una grave recesi¨®n econ¨®mica. La hija remueve el arroz con coco mientras recuerda, puntualmente, que a ella Bolsonaro no le gusta.
La mesa de al lado decide interceder. Dos mujeres en la treintena, con relojes y pendientes car¨ªsimos a cuestas, le explican a la ni?a que Bolsonaro no est¨¢ bien. ¡°Pero mira, peor es la corrupci¨®n, que este pa¨ªs no levanta cabeza de tanta corrupci¨®n...¡±. Acaban gritando, simult¨¢neamente, junto con la madre. Son tres mujeres hablando a la vez sobre las virtudes del ultraderechista solo por un motivo: ¡°No es el PT¡±. La chica, en minor¨ªa num¨¦rica y an¨ªmica, remueve un poco m¨¢s el arroz con coco. La camarera acude a recoger la mesa y de camino echa una mirada de exasperaci¨®n a su alrededor, como queriendo decir ¡°esto est¨¢ ocurriendo demasiado¡±. La retira s¨²bitamente. ?Y si...?
Vuelta la calle, por la avenida Paulista, la principal arteria de la megal¨®poli. ¡°Si Bolsonaro gana, nos mudamos¡±. ¡°Qu¨¦ depresi¨®n lo de Bolsonaro¡±. ¡°A ver si acaba ya el puto segundo turno y Bolsonaro es ya presidente¡±. Un tema recurrente es imaginar lo que se avecina. Qui¨¦n puede quedarse sin trabajo, qui¨¦n lo tendr¨¢ m¨¢s dif¨ªcil cuando este militar retr¨®grado llegue al poder. Los ataques a minor¨ªas se han disparado desde la primera vuelta: ha habido palizas, asesinatos y navajazos de gente que se sent¨ªa validada por el hecho de que un hombre que se ha retratado como un machista, racista y hom¨®fobo. As¨ª que la imaginaci¨®n de muchos est¨¢ ya en lo peor. ¡°Mis vecinos son dos hombres que viven juntos, ?y si un d¨ªa el vecino siente que puede darles una paliza? ?Qu¨¦ vamos a hacer, fingir?¡±, le dice una chica de ojos azules a un chico de pelo rizado, que asiente con gesto de "y qu¨¦ quiere que haga yo".
A las seis y media de la tarde una manifestaci¨®n de repulsa a Bolsonaro?pasa por la Paulista. Cientos de personas gritan contra el exmilitar. La polic¨ªa los escolta. Ha comenzado a llover. Alg¨²n transe¨²nte les hace el corte de mangas al pasar. Al acabar, queda la lluvia en las calles. Eso y docenas de grafitis con la silueta del exmilitar. Algunos son bromas: Jes¨²s es amor. Ele, n?o. (?l, no; una consigna de la de los cr¨ªticos contra el pol¨ªtico). Pero lo que hay son m¨¢s grafitis: en el Museo Instituto Moreira Salles, la voz de Bolsonaro sale de un m¨®vil cerca de la tienda de regalos. Es, probablemente, uno de los millones de memes con noticias falsas que, dicen los expertos, han secuestrado estas elecciones en favor del candidato de ultraderecha. El portador del tel¨¦fono, un hombre negro con una camiseta b¨¢sica blanca y vaqueros claros, devuelve la mirada. ?Y si...?
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