Ca¨ªn o Abel (Claustro de San Agust¨ªn, Bogot¨¢)
El fot¨®grafo Jes¨²s Abad Colorado ha llegado al lugar de la barbarie antes de que los b¨¢rbaros la entierren
Hemos visto la guerra porque Jes¨²s Abad Colorado la ha visto. Hemos tenido enfrente la violencia de los ¨²ltimos veinticinco a?os, que ha cre¨ªdo ser ¡°leg¨ªtima defensa¡±, pero que ha sido brutalidad y crueldad y sa?a de parte de todos los bandos, y la hemos tenido enfrente porque el fot¨®grafo antioque?o ha llegado al lugar de la barbarie antes de que los b¨¢rbaros la entierren. Qu¨¦ habr¨ªamos hecho si Abad Colorado no hubiera retratado a tiempo a la muchacha que clava una cruz sobre los restos de su padre en San Jos¨¦ de Apartad¨®, a la ni?a que se asoma a la Comuna 13 de Medell¨ªn por el agujero que ha dejado un balazo en una ventana, al ni?o que abotona la camisa de un cad¨¢ver en la morgue de San Carlos, a la novia que entra a casarse entre las ruinas de la masacre de Granada.
Si no hubiera sido por ¨¦l, por su c¨¢mara piadosa y firme, los pol¨ªticos c¨ªnicos seguir¨ªan jurando por Dios que este horror es discutible.
Se estrena ma?ana en Colombia un gran documental sobre su obra, El testigo, que viene acompa?ado por una escalofriante exposici¨®n de 500 de sus fotos ¨Cque cuentan lo que ha estado pasando aqu¨ª hasta probarnos que nos ha estado pasando a todos¨C montadas a apenas unos pasos de los viejos edificios de las tres ramas del poder. Todo le duele a uno mientras Abad Colorado visita a?os despu¨¦s, en la pel¨ªcula dirigida por la inglesa Kate Horne, a los protagonistas de sus fotograf¨ªas ic¨®nicas: la muchacha de la cruz, la ni?a de la ventana, el ni?o de la morgue, la novia de las ruinas. Y cuando se recorren los cuatro espacios de la exposici¨®n en el Claustro de San Agust¨ªn, que fue un cuartel y una c¨¢rcel en el centro hist¨®rico de Bogot¨¢, siente uno mareo y af¨¢n de dar las gracias por semejante coraje: en qu¨¦ pa¨ªs las v¨ªctimas son condenadas al infierno.
Yo no s¨¦ si es cuesti¨®n de este gobierno o de este mundo o de esta ¨¦poca que vaya usted a saber a d¨®nde va, pero se ha vuelto lo com¨²n jugar el peligroso juego de privar la historia de contexto. Seg¨²n ciertos l¨ªderes de la derecha, que su Dios habr¨¢ de perdonarlos, en Colombia no hay una cultura de la violencia y de la ferocidad y de la guerra degradada, ni hay una sociedad ciega a sus propios engendros, ni hay una guerra perversa e inmisericorde entre muchachos que de ni?os fueron vecinos, sino una patria verde asediada por las mafias terroristas. Y seg¨²n ciertos se?ores feudales, que la historia s¨ª se oculta en su territorio, la lucha por la memoria es un embeleco de la izquierda. Reescribir el pa¨ªs en honor a los victimarios se hace imposible, sin embargo, si el horror est¨¢ ah¨ª, si uno mismo puede verlo en las fotograf¨ªas de Abad Colorado.
Quien pueda ver El testigo, tanto el documental como la exposici¨®n, tendr¨¢ justo enfrente el milagro del esp¨ªritu entre una violencia indiscutible: ver¨¢ con sus propios ojos la ferocidad de aquellos guerrilleros y paramilitares y soldados que se han escudado en ideolog¨ªas en las que a duras penas creen para oficiar el sangriento rito de la aniquilaci¨®n del que pase por ah¨ª; celebrar¨¢, con el est¨®mago anudado, las vidas que se est¨¢n dando gracias al acuerdo de paz que han querido reducirnos a una tregua, y con Abad Colorado ¨Ccon este periodista noble que empez¨® a tomar fotos, con la humanidad de Leo Matiz, en una ¨¦poca en la que escribir era lo m¨¢s riesgoso¨C se pondr¨¢ a rezar contra la incertidumbre, se preguntar¨¢ c¨®mo servirle a la redenci¨®n de todas las v¨ªctimas y llegar¨¢ a la conclusi¨®n de que aqu¨ª es imposible saber cu¨¢l es Ca¨ªn y cu¨¢l es Abel.
Resulta incre¨ªble que un pa¨ªs tan cristiano haya sido incapaz de dejar atr¨¢s el Antiguo Testamento, pero habr¨¢ que seguir contando esta historia hasta llegar a la parte en la que matar es matarse a uno mismo.
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