R¨¦quiem de odio por una corredora asesinada
La muerte violenta de una joven, supuestamente a manos de un 'sin papeles', se torn¨® en artiller¨ªa para alimentar el discurso contra la inmigraci¨®n de la derecha, que arrebat¨® el duelo a un peque?o pueblo rural de Iowa
La tarde del 28 de julio, por uno de los caminos que surcan este infinito manto de ma¨ªz, te?ido de cobre por la luz del ocaso, la joven Mollie Tibbetts sali¨® a correr para no regresar jam¨¢s. Los 1.500 habitantes de Brooklyn, Iowa, se volcaron en la b¨²squeda de su vecina. Se celebraron vigilias para pedir a dios que la trajera, los pueblos vecinos se sumaron a las batidas por los maizales, lazos de tela verde azulada, el color favorito de Mollie, se ataron a las se?ales de tr¨¢fico. Su rostro sonriente, en carteles clavados en los jardines de las casas que rodean al hogar infantil de John Wayne, convivi¨® con las banderas de pa¨ªses de todo el mundo que flanquean la calle Jackson, y que se yerguen en el monumento Comunidad de Banderas, con el que Brooklyn quiso hace a?os marcar su lugar en los mapas de carreteras del Medio Oeste lanzando un mensaje de convivencia para quien quisiera escucharlo.
Tras cinco semanas de b¨²squeda, cuando ya se avecinaba la cosecha que la escasez de lluvias recomendaba adelantar, la polic¨ªa hall¨® el cuerpo sin vida de Mollie TIbbetts, de 20 a?os, tirado en un maizal. Presentaba m¨²ltiples heridas realizadas con un objeto punzante. El 21 de agosto arrestaron a Christian Rivera, de 24 a?os, acusado de su asesinato. Rivera, que trabajaba desde hac¨ªa cuatro a?os en una granja local, llevaba d¨ªas siguiendo con su Chevrolet Malibu a Mollie Tibbetts cuando esta sal¨ªa a correr. Era un inmigrante mexicano que hab¨ªa llegado al pa¨ªs de manera ilegal. La tragedia salt¨® a las pocas horas al centro del debate pol¨ªtico nacional.
Los voceros de la derecha m¨¢s radical encontraron en la muerte de Mollie Tibbetts un instrumento para vender su agenda xen¨®foba. Una legislaci¨®n sobre inmigraci¨®n blanda y fallida. Un motivo para levantar el muro. Un caso de nosotros contra ellos.
El 24 de agosto, la memoria de Tibbetts se convirti¨® en artiller¨ªa pesada en boca de Donald Trump. ¡°Justo esta semana supimos que las autoridades de Iowa han acusado a un extranjero ilegal del asesinato de la estudiante universitaria Mollie Tibbetts. Nunca debi¨® haber pasado. Las leyes migratorias son una verg¨¹enza¡±, dijo el presidente, en un acto en Virginia Occidental. ¡°Las pol¨ªticas migratorias de los dem¨®cratas est¨¢n destruyendo vidas inocentes y derramando sangre muy inocente¡±.
Una semana despu¨¦s, Donald Trump Jr., hijo del presidente, volv¨ªa a arremeter en un art¨ªculo en el Des Moines Register contra los dem¨®cratas, a quienes acusaba de estar ¡°m¨¢s preocupados por proteger su agenda radical de fronteras abiertas que las vidas de estadounidenses inocentes¡±. Al d¨ªa siguiente, en el mismo diario, Rob Tibbetts, padre de Mollie, ejecutivo de marketing en San Francisco, ped¨ªa que no se utilizara la muerte de su hija ¡°para defender una causa a la que ella se opon¨ªa con vehemencia¡±.
¡°No os apropi¨¦is del alma de Mollie para promover puntos de vista que ella consideraba profundamente racistas¡±, imploraba el padre. ¡°A la comunidad hispana, mi familia est¨¢ con vosotros y os ofrece sus sinceras disculpas. Mi nuera, a quien Mollie quer¨ªa tanto, es latina. Sus hijos, los adorados sobrinos de Mollie y mis nietos, son latinos. Eso significa que yo soy latino. Soy africano. Soy asi¨¢tico. Soy europeo. Mi sangre corre desde cada rinc¨®n de la Tierra porque soy americano¡±.
Los reporteros que enviaban sus cr¨®nicas con el Wi Fi del Classic Deli, en la calle Jackson, uno de los pocos lugares donde comer un s¨¢ndwich o tomar un caf¨¦ en el pueblo, aportaron un bienvenido elemento de color y de apoyo moral durante la b¨²squeda. Pero la utilizaci¨®n pol¨ªtica de la tragedia torn¨® el aprecio en resentimiento. ¡°Fue muy intenso lo que vivimos. Se sacaron conclusiones injustas. Lo que s¨¦ es que muchos latinos se han marchado por miedo. No quieren estar aqu¨ª. Y eso es muy triste¡±, explica Randy Char, camarera del Classic Deli.
La vida tranquila de Brooklyn se vio alterada. Los vecinos evitaban los pocos lugares p¨²blicos. El director del colegio, en su discurso de arranque de curso, tuvo que explicar a los alumnos que ¡°el odio no tiene cabida¡± en su escuela.
En lo alto de un cerro se encuentra la granja de Yarrabee, donde trabajaba el presunto asesino. Los tel¨¦fonos y redes sociales de la explotaci¨®n ganadera se llenaron de amenazas de muerte e insultos. Los Lang, propietarios de la granja, decidieron mandar al patriarca, de 90 a?os, a quedarse con unos familiares por lo que pudiera pasar. Dane, de 33 a?os, hijo de Craig Lang, prominente granjero vinculado al Partido Republicano, convoc¨® una rueda de prensa y explic¨® que hab¨ªan revisado los documentos de Rivera, pero que estos resultaron ser falsos. Al t¨¦rmino de la comparecencia, un miembro de los Tibbetts, que conocen bien a los Lang, se acerc¨® a Dane a pedirle disculpas por lo que estaba sufriendo su granja.
Pero es la poblaci¨®n hispana la que peor lo ha vivido. En Yarrabee, los trabajadores mexicanos apenas sal¨ªan de los barracones donde se alojan, dispuestos en paralelo al borde del camino de tierra. En el pueblo, hac¨ªan sus recados evitando miradas. ¡°Alguien capaz de hacer eso es un asesino, ojal¨¢ reciba el castigo que merece. Que sea o no latino no importa. Nosotros nunca hemos tenido problemas aqu¨ª¡±, asegura una mujer hispana, que prefiere no dar su nombre, saliendo de su coche con una bolsa de ropa camino a la lavander¨ªa.
Hoy, a dos semanas de las elecciones, ya no hay reporteros en Brooklyn. Pero la inmigraci¨®n sigue en el centro del debate pol¨ªtico nacional. Un debate al que este pueblo, situado en un condado donde ganaron por la m¨ªnima los republicanos hace dos a?os, siempre vivi¨® ajeno. El objeto de la ira est¨¢ ahora al otro lado de la frontera, en una caravana de buscadores de asilo centroamericanos que atraviesa M¨¦xico en direcci¨®n a la frontera. Una caravana ¡°llena de criminales¡±, seg¨²n Trump.
El 19 de septiembre Rivera se declar¨® inocente ante un juez de Montezuma, Iowa. La endeble estrategia de la defensa consiste en alegar que no recuerda c¨®mo el cad¨¢ver acab¨® en el maletero de su Chevrolet, antes de que procediera a esconderlo en los maizales. Asegura que, cuando se enfada, ciertos hechos se borran de su memoria. Los vecinos de Brooklyn dif¨ªcilmente podr¨¢n borrar de la suya a Mollie Tibbets. Y el verano en que, en un pa¨ªs enfadado, la pol¨ªtica del odio les arrebat¨® el duelo por su muerte.
Movilizar con el miedo
La inmigraci¨®n fue clave en la campa?a que llev¨® a Trump a la Casa Blanca en 2016. Dos a?os despu¨¦s, en unas elecciones legislativas en las que los republicanos luchan por mantener el control del Congreso, la inmigraci¨®n ha vuelto a situarse en el centro de la campa?a. La recta final coincide con un aumento en el n¨²mero de inmigrantes que llegan a la frontera sur del pa¨ªs. La caravana con millares de buscadores de asilo centroamericanos que se dirige a EE UU, de la que Trump responsabiliza a los dem¨®cratas, se ha convertido en el blanco de la ira de un presidente que ha llegado a calificar la cita del 6 de noviembre como ¡°las elecciones de la caravana¡±. Las legislativas suelen registrar una participaci¨®n m¨¢s baja que las presidenciales. Ante unos sondeos que indican una alta motivaci¨®n de los dem¨®cratas, particularmente de las mujeres, el presidente conf¨ªa en que azuzar el miedo a la inmigraci¨®n irregular movilizar¨¢ a sus bases.