Un embudo migratorio llamado Tijuana
La llegada de la caravana centroamericana a la frontera con Estados Unidos abre el debate sobre la capacidad de la ciudad mexicana para acoger a los inmigrantes
Diana Mart¨ªnez mira con asombro la valla que divide a Estados Unidos de M¨¦xico. ¡°?Eso es la frontera?¡±, se pregunta esta hondure?a de 28 a?os que ha viajado durante un mes con su hija de 3 a?os, Lucy, en la caravana migrante. Mart¨ªnez acaba de llegar a Tijuana y ha ingresado a un albergue que el Gobierno abri¨® enfrente de la frontera. Mientras observa curiosa el paisaje al otro lado de la reja, la inmigrante reconoce que entrar a Estados Unidos tomar¨¢ alg¨²n tiempo, sobre todo, tomando en cuenta que lo que desea es pedir asilo. ¡°A Honduras no queremos regresar. Hemos sacrificado todo, hasta nuestras vidas, por llegar hasta aqu¨ª y luchar por lo que queremos¡±, dice. Para ella quedarse en Tijuana indefinidamente es casi su primer instinto.
La ciudad fronteriza ha recibido hasta ahora a 2.000 de los 9.000 centroamericanos que se unieron a la caravana. A las puertas de Estados Unidos no est¨¢n dispuestos a dar un paso atr¨¢s. La llegada de los inmigrantes a Tijuana en los ¨²ltimos d¨ªas ha abierto entre sus habitantes el debate sobre si la ciudad tiene la capacidad para acogerlos de forma temporal e incluso definitivamente. ¡°El tijuanense es generoso, est¨¢ formado en la cultura de la migraci¨®n pero tambi¨¦n est¨¢ temeroso sobre su seguridad¡±, admite Francisco Rueda, secretario general de Gobierno de Baja California. De momento las autoridades locales reconocen que podr¨ªan sostener un albergue hasta para 3.000 personas durante dos meses, si el Gobierno federal garantiza 80 millones de pesos (4 millones de d¨®lares) para mantenerlo funcionando.
Tijuana es un enclave hist¨®ricamente migratorio de 1,8 millones de habitantes. Como otras ciudades en la frontera con Estados Unidos posee una simbiosis con las comunidades del Estado de California (EE UU). Algunos inmigrantes de diversos pa¨ªses que en alg¨²n momento buscaron entrar a territorio estadounidense han encontrado oportunidades para quedarse en esta ciudad mexicana. Por ahora, asegura Rueda, existen unos 7.000 empleos para atender la necesidad de trabajo e ingresos de los reci¨¦n llegados. ¡°Hay oportunidades de empleo para quien lo solicite, pero tienen que regularizar su situaci¨®n migratoria¡±, insiste.
El optimismo del Gobierno de Baja California no coincide con las palabras del alcalde Tijuana, Juan Manuel Gastelum. El funcionario del conservador Partido Acci¨®n Nacional (PAN) ha llamado a los centroamericanos ¡°indeseables¡± y ha mencionado que ¡°los derechos humanos son para los humanos derechos¡±. Gastelum se ha manifestado abiertamente en contra de que la caravana ingrese a su ciudad aunque su Gobierno coopera en la organizaci¨®n de los albergues temporales. La postura del alcalde es compartida por algunos de sus gobernados. La noche del 14 de noviembre un grupo de vecinos de Playas de Tijuana, un barrio de clase media donde el mar y la frontera convergen, salieron a las calles para exigir a los inmigrantes que abandonaran el parque en el que se hab¨ªan instalado y tambi¨¦n lanzaron expresiones xen¨®fobas contra los centroamericanos. ¡°No sabemos quienes son, no queremos que se queden en Tijuana, cayeron aqu¨ª como paracaidistas¡±, mencion¨® Jos¨¦ Gonz¨¢lez, uno de los vecinos. En la protesta nocturna, los vecinos mexicanos se quejaron de que el Gobierno utiliza el presupuesto para el mantenimiento de los albergues.
Apenas hace dos a?os Tijuana enfrent¨® la llegada masiva de inmigrantes haitianos que buscaban asilo en Estados Unidos. Al menos 3.000 de ellos decidieron asentarse en la ciudad mexicana ante el rechazo de las autoridades migratorias estadounidenses. Un informe de la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos (CNDH) se?ala que en la mayor¨ªa de los casos los ciudadanos haitianos que permanecieron en Tijuana adquirieron empleos con ingresos m¨ªnimos y fueron reubicados en barrios marginales de la ciudad. El Ca?¨®n del Alacr¨¢n ¨Cun barrio al fondo de una barranca al este de Tijuana¨C unos 400 haitianos viven en casas de madera que una iglesia evang¨¦lica ha ayudado a construir. All¨ª no llega el agua potable y las calles son de tierra. ¡°La vida es muy dif¨ªcil aqu¨ª, hay que trabajar muchas horas por poco dinero¡±, dice Eline Dousmelos, una haitiana de 30 a?os que vive en lo que los locales han llamado La Peque?a Hait¨ª.
El alcalde de Tijuana ha defendido que la integraci¨®n de los haitianos fue bienvenida porque entraron legalmente a M¨¦xico. ¡°Con los haitianos era diferente porque s¨ª llevaban sus papeles¡±. El informe de la CNDH apunta a que las autoridades no consiguieron trabajar en la integraci¨®n de la comunidad haitiana en la ciudad. ¡°[El Gobierno municipal] no logr¨® comprender ni asumir su rol en el desaf¨ªo, que primero fue de asistencia social y despu¨¦s transit¨® hacia las condiciones de que permitieran la inclusi¨®n social plena. Rechaz¨® lo primero e ignor¨® lo segundo¡±, se lee en el reporte.
Las donaciones de comida y ropa para los centroamericanos llegan a los albergues de manos de habitantes de Tijuana, as¨ª como de estadounidenses que cruzan a M¨¦xico regularmente. ¡°Debemos tener un coraz¨®n humanitario con ellos, el problema es que la gente en Tijuana no lo ve as¨ª. Al principio los ayudan, pero les da miedo pensar que se pueden quedar aqu¨ª¡±, comenta Concepci¨®n Galv¨¢n, una vecina de Playas de Tijuana, de 54 a?os. Antes de la llegada de la caravana, unas 2.800 personas -de diferentes nacionalidades- ya se encontraban en la ciudad pidiendo asilo a Estados Unidos, seg¨²n datos del Gobierno de Baja California. El temor de los locales tambi¨¦n es que el cruce fronterizo colapse. ¡°Le pedir¨ªamos al Gobierno federal que oriente a la caravana a otros puestos fronterizos¡±, demanda el secretario Rueda. Los autobuses que han recorrido todo M¨¦xico con los inmigrantes a bordo siguen llegando a cuentagotas.
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