Los ind¨ªgenas brasile?os encajan las primeras medidas en su contra
El presidente electo desvincula la Fundaci¨®n Nacional del Indio del Ministerio de Justicia, donde ha defendido los derechos de estas comunidades los ¨²ltimos 30 a?os
El peor sonido del mundo para los ind¨ªgenas karipuna de Rondonia, al noroeste de Brasil, son los motores. No tienen ni que ir a su origen en mitad de la selva para saber lo que representan. Camiones, tractores, sierras el¨¦ctricas; se?ales de que, una vez m¨¢s, lo ¨²nico que supuestamente tienen en el mundo, unas tierras a 200 kil¨®metros de una capital en mitad de la nada en un pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, est¨¢ siendo invadido y explotado, probablemente por latifundistas armados. Poco pueden hacer en estos casos. Denuncian y el proceso resultante parecer caer en saco roto. ¡°Les denunciamos porque los casos van aumentando¡±, explica Andr¨¦ Karipuna, uno de los l¨ªder de la comunidad. ¡°Est¨¢n formando pastos y retirando madera de nuestra tierra¡±. Lo mismo pasa en buena parte de las 305 comunidades ind¨ªgenas que quedan en Brasil y muchas lo tienen peor: los conflictos en tiros y r¨ªos de sangre.
Pero ¨²ltimamente se escucha un runr¨²n que amenaza con ser todav¨ªa peor. Este no viene de ning¨²n motor sino del Gobierno en ciernes, que asumir¨¢ el poder el 1 de enero presidido por el ultraderechista Jair Bolsonaro. El dirigente repiti¨® en campa?a que es contrario a proteger tierras ind¨ªgenas ¡ªantes de la campa?a lleg¨® a decir es como tener monos en un zool¨®gico¡ª y que la cantidad de territorios demarcados est¨¢n ¡°sobredimensionados¡± (las 436 tierras suman 117 millones de hect¨¢reas; el 14% del territorio nacional brasile?o). Recientemente, varios miembros de su gabinete han manifestado ideas parecidas, desatando el pavor y el temor por que algo terrible est¨¢ por llegar. Su c¨¦nit ha llegado este mi¨¦rcoles.
Onyx Lorenzoni, uno de los principales allegados del ultraderechista, ha anunciado que la Fundaci¨®n Nacional del Indio (Funai)?¡ªel ¨®rgano que defiende los derechos ind¨ªgenas de las embestidas de, sobre todo, el mucho m¨¢s poderoso lobby de la agricultura¡ª dejar¨¢ de formar parte del Ministerio de Justicia, donde ha estado los ¨²ltimos 27 a?os. Ahora depender¨¢ del Ministerio de Mujeres, Familia y Derechos Humanos. Eso a pesar de que un grupo de ind¨ªgenas hab¨ªa ido hasta Brasilia para exigir que la maltrecha Funai se quedase en Justicia, donde mejor puede plantar cara a los latifundistas.
La decisi¨®n conlleva sus riesgos. En Brasil hay 471 territorios que ya est¨¢n demarcados y que son propiedad de los ind¨ªgenas que estaban all¨ª antes de que llegasen los portugueses en 1500; pero todav¨ªa hay 246 casos en proceso de valoraci¨®n, y 484 que esperan ser analizados. Ahora, las comunidades est¨¢n en alerta, como cuando oyen el ruido de un motor, sabiendo que se avecinan cambios. ¡°Este nuevo gobierno tiende a unir a los pueblos ind¨ªgenas en una relaci¨®n que interesa a esa industria. Es un modelo excluyente, ambientalmente insostenible y, si se aplica a las tierras ind¨ªgenas, provocar¨¢ la destrucci¨®n del entorno¡±, alerta Cl¨¦ber Buzzato, dirigente del Consejo Ind¨ªgena Misionario (CIMI). La ministra, Damares Alves, ha dicho hoy que cuestiona ciertas demarcaciones.
Y esta medida final no es tan mala como la que el equipo de Bolsonaro hab¨ªa anunciado previamente. El lunes, Lorenzoni dijo que estaban valorando dejar a la Funai, el ¨®rgano que defiende a los ind¨ªgenas del lobby de agricultores, en manos del ministerio de Agricultura, lo que caus¨® un revuelo entre los principales activistas brasile?os. Para unos, Bolsonaro estaba siguiendo la cl¨¢sica estrategia de crear una gran pol¨¦mica antes de anunciar una medida relativamente menos pol¨¦mica. Pero para otros, ese cambio ser¨ªa como dejar el gallinero en manos de un lobo. Y el mero hecho de que se estuviese valorando un cambio tan radical en las relaciones entre el gobierno y las comunidades ind¨ªgenas parec¨ªa resumir de hasta d¨®nde llegaba el desprecio de Bolsonaro. ¡°Significar¨ªa la desprotecci¨®n de los ind¨ªgenas¡±, explic¨® entonces a EL PA?S Sonia Guajajara, una de las activistas m¨¢s conocidas en Brasil.
Una constante en la historia brasile?a es que cualquier cambio en las disputas territoriales conlleva sangre. Y hace a?os que las debilitadas comunidades tradicionales sangran m¨¢s que nunca: en 2017 hubo 70 homicidios por conflictos de territorio, nueve m¨¢s que en 2016 y m¨¢s del doble que en 2013. Esto incluye otro tipo de grupos que no son ind¨ªgenas, pero los ind¨ªgenas son los que suelen llevarse la peor parte. Hace dos a?os, por ejemplo, indios de la comunidad Dourados-Amambai Pergu¨¢, en Caarap¨® (Mato Grosso del Sur), ocuparon un territorio que estaba en proceso de ser demarcado. Fueron recibidos a tiros y ellos intentaron defenderse con flechas. Uno muri¨® y cinco resultaron heridos, entre ellos un ni?o de 12 a?os. Estas escenas de western (o faroeste, como se le llamar¨ªa aqu¨ª) siguen siendo la realidad diaria de los ind¨ªgenas brasile?os. La que muchos temen que empeore radicalmente a partir del 1 de enero.
Eso sabiendo que lleva a?os sin mejorar. En Brasil, la constituci¨®n de 1988 estableci¨® que el Gobierno deb¨ªa demarcar los terrenos ind¨ªgenas en cinco a?os. No ocurri¨®. El proceso es largo y est¨¢ lleno de tensiones entre las propias comunidades y los sucesivos gobiernos en Brasilia, que no suelen tener fuerza para plantarle cara al lobby agropecuario. El gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016) fue el que menos demarc¨® en la historia reciente, y la situaci¨®n se agrav¨® cuando su vicepresidente, Michel Temer, se hizo con el poder tras el impeachment. Temer directamente no demarc¨® tierra alguna. Y en las que ya estaban demarcadas, no complet¨® la retirada de latifundistas que las hab¨ªan ocupado.
Tambi¨¦n la Funai est¨¢ m¨¢s d¨¦bil que nunca. El lobby agropecuario en el Congreso ha logrado derribar a dos presidentes en menos de un a?o. ¡°Y nuestra preocupaci¨®n es que todo puede empeorar¡±, suspira Andr¨¦ Karipuna. El contacto de su comunidad con el hombre blanco, en 1970, supuso incontables muertes, entre enfermedades y conflictos. ¡°Hemos llegado a ser tan solo ocho y hoy somos 58 en la aldea. Sufrimos amenazas de muerte, pero tambi¨¦n hemos sufrido las matanzas de otros pueblos¡±. Ellos consiguieron la demarcaci¨®n hace casi 20 a?os. Sus 152.000 son suyas. Hasta que llegan los motores.
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