Aislados y contagiados
Esta es la dram¨¢tica historia de la salud de los pueblos ind¨ªgenas en aislamiento y contacto inicial. A¨²n hoy, en el siglo XXI, siguen los episodios tr¨¢gicos y dolorosos
¡°El esp¨ªritu de los for¨¢neos mata¡±, opina Antonio Sueyo, desde sus arrugas serenas, desde sus 89 a?os. Los primeros 25 transcurrieron entre la selva, sus malocas y su gente de la etnia harakbut, un pueblo que habita en el sur oriente del Per¨². Hasta esa edad, no tuvo contacto con el mundo urbano, ni siquiera con las ciudades m¨¢s grandes de la Amazon¨ªa. Vivi¨® tranquilo, sugieren sus gestos y palabras en esta suave tarde selv¨¢tica.
H¨¦ctor, su hijo, que s¨ª lleg¨® a estudiar en la escuela y en la universidad, traduce su verbo, porque su padre apenas habla unos cuantos retazos de castellano. Antonio mueve mucho las manos, se emociona y suelta su dialecto indescifrable, de frases cortas, que le proveen un entendimiento del mundo y de su mundo. ¡°Un d¨ªa me enferm¨¦ comiendo pescado¡±, relata.
Lo que viene del cielo
Estaba postrado. Comi¨® un boquichico (Prochilodus nigricans) y estuvo tres d¨ªas con dolores de est¨®mago en unos tiempos en los que no conoc¨ªa ni la pastillas. Un curandero le hizo un ritual de cantos mientras cog¨ªa en las manos un poco de saliva y hojas de tabaco seco. Para que se entienda mejor, lo canta, lo cuenta, lo pone en escena.
San¨®. Ayka se llamaba su benefactor, un personaje muy distinto a los que hacia los a?os cincuenta comenzaron a venir por el cielo, montados sobre avionetas, trayendo lo que Antonio, a quien entonces llamaban Sontone,identifica hasta ahora como el mal, lo extra?o. "Eran los dominicos", traduce H¨¦ctor. La realidad es que los frailes vinieron con las m¨¢s nobles intenciones, aun cuando algunos de ellos no sab¨ªan lo que hac¨ªan.
Estos hombres de Dios les dieron cuchillos, ollas, panes, galletas, caramelos. Esto ¨²ltimo produjo una revoluci¨®n irreversible en la vida de los harakbut: no conoc¨ªan el az¨²car y otros alimentos, de modo que desarrollaron un consumo imprudente de algunos de ellos. Desde entonces todo cambi¨® hasta el punto que un d¨ªa, por primera vez en su historia, vieron gusanos en una defecaci¨®n humana.
Sontone recuerda que ¡°fue una chica¡± la que observ¨® eso en sus heces y se llev¨® un enorme susto. Por esos a?os, Isabel, una de sus hijas, se habitu¨® a comer az¨²car. Un tiempo despu¨¦s, muri¨®. Imposible saber hoy si la causa fue la epidemia del dulce u otra afecci¨®n. Lo que s¨ª parece concluyente es que ese ¡°contacto inicial¡± de los harakbut les alter¨® la vida, la salud y la nutrici¨®n.
Beatriz Huertas, antrop¨®loga experta en pueblos ind¨ªgenas en aislamiento y contacto inicial (piaci), sostiene al escuchar la historia que la integraci¨®n tiene que ser "lo m¨¢s lenta posible" y que debe incorporar la dimensi¨®n ambiental, comunitaria, cultural. ¡°La mezcla y la agrupaci¨®n¡±, que es lo que hac¨ªan los dominicos al convocarlos a vivir en misiones, es arriesgada. La llegada de otros insumos alimenticios, tambi¨¦n.
No era el para¨ªso, ciertamente ¡ªSontone evoca, entre sus historias, enfrentamientos con pueblos vecinos¡ª , pero todo indica que com¨ªan mejor. Hasta que en 1538 lleg¨® el espa?ol Pedro de Candia y posteriormente los misioneros. Con la conquista, arribaron las enfermedades desconocidas.
Noble David Cook, historiador de la Florida International University, lo ha contado en su libro La conquista biol¨®gica. Las enfermedades en el Nuevo Mundo. Los mejores aliados de los conquistadores fueron el sarampi¨®n, la viruela, la gripe, la peste bub¨®nica. En los Andes y en la Amazon¨ªa. Aparentemente, con los siglos eso amain¨®. Pero el drama contin¨²a, a peque?a escala, en los pueblos que viven aislados.
Otro men¨², otra inmunidad
De pronto, Sontone se ha acordado de cuando cazaba sachavacas, venados y sajinos en abundancia. A¨²n hoy estos mam¨ªferos se consumen en la Amazon¨ªa, y para ¨¦l y sus hermanos, era el sustento diario, la despensa natural. La pesca a su vez era dispendiosa, al punto que los peces grandes, como la gamitana (Colossoma macropomum), eran capturados para amontonarlos y atraer al ¨¢guila harp¨ªa.
Esta ave rapaz (Harpia Harpyja) les serv¨ªa para obtener plumas que, seg¨²n ¨¦l, son muy buenas para las flechas. De men¨² prefer¨ªan los peces chicos, como una especie de sardina a la que llamaban dasite, y cuya huevera les parec¨ªa deliciosa (una suerte de caviar ancestral acaso). Esa comida hizo de los harakbut hombres fuertes, bien alimentados, incluso de un tama?o algo superior al de otros ind¨ªgenas amaz¨®nicos.
En Am¨¦rica Latina, a los piaci se les encuentra en Bolivia, Brasil, Colombia, Paraguay, Ecuador y Per¨². Aunque es dif¨ªcil estimar su n¨²mero, debido a su nomadismo o seminomadismo, se estima que en este ¨²ltimo pa¨ªs ser¨ªan unos 5.000 pertenecientes a unas 10 etnias. Algunas, como los machiguenga o los nahua, tienen una parte de su poblaci¨®n en aislamiento, otra ¡°en contacto inicial¡± y otras ya en contacto permanente.
Sontone pas¨® por esas tres etapas y vive para contarlo. Como ocurri¨® siglos atr¨¢s, los ind¨ªgenas aislados de hoy (¨¦l lo fue hasta los 25 a?os) adolecen de vulnerabilidad biol¨®gica en un medio distinto. A veces se complican con una gripe com¨²n, que un poblador urbanita supera luego de unos d¨ªas. Seg¨²n el doctor Fernando Mendieta, quien ha trabajado atendi¨¦ndolos, ¡°su sistema inmune es un misterio¡±.
Pueden haber generado, agrega, defensas para ¡°enfermedades propias del bosque¡±, pero frente a otras ¡°no tienen inmunidad alguna¡±. Son capaces de desarrollarla, solo que despu¨¦s de un evento traum¨¢tico. Una vez, observ¨® que varios ind¨ªgenas en contacto reciente mostraban severos s¨ªntomas respiratorios. ?l previ¨® que la situaci¨®n se agravar¨ªa, aunque sorprendentemente, a los cinco d¨ªas, ¡°la morbilidad se autolimit¨®¡±.
Una posible explicaci¨®n es que, antes de ese episodio, el agente pat¨®geno ya hab¨ªa atacado a esa comunidad y hab¨ªa hecho que adquirieran defensas. Pero a un coste muy alto. Mendieta cuenta que, en ese caso, se estableci¨® un di¨¢logo con los afectados y se determin¨® que uno o dos a?os antes (la manera de concebir el tiempo es otro problema, al interactuar con los piaci) hab¨ªan pasado por una epidemia que caus¨® mortalidad.
Hab¨ªan fallecido ni?os y ancianos y, como observa el m¨¦dico, ¡°se da?¨® la estructura social¡±. No siempre hay esa relativa suerte, adem¨¢s. Con frecuencia, una gripe pasa a una neumon¨ªa con facilidad. Es lo que observ¨® Huertas en unos infantes machiguenga reci¨¦n salidos del aislamiento, all¨¢ por el 2010, tambi¨¦n en la selva sur oriental. Llegaron con sus padres al campamento donde ella estaba y se les ve¨ªa muy mal.
El contacto pernicioso
Posteriormente, lograron ser salvados y volvieron a su comunidad. No siempre hay esa fortuna, sin embargo. La propia Huertas tiene registrados varios casos de epidemias ocurridas entre los machiguenga que viven en la zona de los r¨ªos Manu y Pi?i Pi?i (cerca del famoso Parque Nacional del Manu). En el a?o 2007, por ejemplo, el ingreso de la empresa productora Cicada Films en este territorio habr¨ªa producido estragos.
De acuerdo a la Federaci¨®n Nativa del R¨ªo Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), entonces habr¨ªan muerto tres ni?os y un adulto. La empresa argument¨® que no hab¨ªa evidencias de que alguien de su equipo hubiera producido el contagio. Ese parece ser el problema: no se trata de algo tan visible. Basta con que alguna persona, sin saberlo, lleve un virus desconocido para estas poblaciones.
Por eso, las autoridades peruanas y de otros pa¨ªses recomiendan no propiciar el contacto con los piaci. En el caso descrito se autoriz¨® a la compa?¨ªa a que fuera hasta cierta parte donde viv¨ªan los machiguenga. Pero una versi¨®n de Survival International se?ala que como los vieron vestidos de forma ¡°occidental¡± buscaron a los ¡°no contactados¡±. Si eso fue lo que ocurri¨®, se cometi¨® un profundo y peligroso error.
Otro hecho registrado por Huertas ocurri¨® en el a?o 2003 en las comunidades de Tayacome y Yomibato, donde habr¨ªan muerto 12 ind¨ªgenas en contacto inicial, tal como report¨® entonces la Defensor¨ªa del Pueblo. Al a?o siguiente, en la misma zona y seg¨²n la Direcci¨®n Regional de Salud de Madre de Dios (departamento peruano donde se ubican estas comunidades), los muertos habr¨ªan sido 17.
En 1984, tal como recuerda una carta de mayo del 2017 presentada por la Asociaci¨®n Inter¨¦tnica para el Desarrollo de la Amazon¨ªa Peruana (Aidesep) y el Instituto de Defensa Legal (IDL) a la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas, habr¨ªa muerto el 60% de la etnia nahua a causa de epidemias surgidas despu¨¦s de la incursi¨®n de la empresa petrolera Dutch Shell.
?Por qu¨¦ un informe del a?o pasado recordaba los a?os ochenta? Porque todo indica que la lecci¨®n no se ha aprendido. La alerta lanzada por estas organizaciones se debi¨® a que, actualmente, trabaja en la misma zona la compa?¨ªa Plus Petrol, sobre el denominado Lote 88 que es parte del Proyecto Camisea, uno de los m¨¢s importantes para la econom¨ªa peruana. No habr¨ªa habido protocolos claros para relacionarse con los piaci.
La consecuencia infeliz es que las autoridades de salud han detectado que varios pobladores, ni?os especialmente, presentan cuadros de anemia severa, insuficiencia respiratoria, neumon¨ªa, problemas renales e hipertensi¨®n arterial. M¨¢s recientemente, se registr¨® presencia de mercurio en el organismo de al menos 106 ind¨ªgenas nahua en una cantidad superior a la que se halla en ¡°personas expuestas ocupacionalmente¡±.
Contagios culturales
En los tiempos en que Sontone cazaba o pescaba en el monte sin angustias, las epidemias pr¨¢cticamente no exist¨ªan. O al menos no se tiene noticias de ellas. El hoy anciano relata que un d¨ªa lleg¨® el wawie, que significa algo as¨ª como aire contaminado.
¡°De un momento a otro, la gente empez¨® a morir muy seguido¡±, a?ade Sontone. Se contagiaron de alguna enfermedad. Para los harakbut de aquel tiempo eso era incre¨ªble porque "estaban acostumbrados a morir de vejez o por accidentes en el monte, no por enfermedades". Algo ocurri¨® entonces que vulner¨® no solo sus defensas, sino su tejido social.
La alta incidencia actual de infecciones respiratorias agudas y enfermedades diarreicas agudas, as¨ª como de otras afecciones entre los piaci no se debe ¨²nicamente a que carecen de inmunidad frente a ciertos virus. Neptal¨ª Cueva, otro m¨¦dico que los conoce, sostiene que su concepto de salud es distinto al nuestro, y que trasciende lo meramente biol¨®gico para incluir lo cultural, lo social, lo familiar.
No es un discurso, como podr¨ªa ocurrir en algunas versiones de la medicina que se pretende hol¨ªstica, es una pr¨¢ctica ancestral, cotidiana, indesligable de su territorio. ¡°Hay un pacto t¨¢cito para la relaci¨®n armoniosa de lo biol¨®gico, lo mental, lo espiritual¡±, sostiene Cueva en su ensayo Una norma para la salud de los pueblos aislados y en contacto inicial. Esto lleva a un claro binomio salud-bienestar.
Los relatos de Sontone est¨¢n cargados de nostalgia. Vio morir a su mam¨¢, a su pap¨¢, a una de sus hijas, al parecer a causa del ¡°contacto inicial¡±. Y al mismo tiempo presenci¨® c¨®mo su pueblo se disgregaba, ya no viv¨ªa tanto en clanes o familias, sino en pueblos, adem¨¢s de conocer los gusanos en las heces, las muertes prematuras y males extra?os. Las avionetas, para ¨¦l, fueron las que comenzaron con eso.
En una de esas veces en las que los dominicos se les acercaron para evangelizarlos, a uno de los ind¨ªgenas le dieron caramelos. Al parecer, ante la falta de traductores, este no entendi¨® que era algo que se com¨ªa y los sembr¨® en la tierra, bajo la creencia de que eran algo as¨ª como semillas que luego generar¨ªan plantas comestibles. Pasaron unos d¨ªas y los caramelos se pudrieron y no brot¨® nada parecido a lo que cultivaban como parte de su agricultura incipiente. Sontone dice que no se explicaron por qu¨¦, aunque tal episodio, entre rid¨ªculo y benigno, revela la vigencia de una ecuaci¨®n que persiste: a m¨¢s presencia for¨¢nea, m¨¢s destrucci¨®n cultural, m¨¢s vulneraci¨®n de la vida personal y social, y tambi¨¦n de los ecosistemas.
Respeto, cuidado, derechos
?Hay manera de encarar los problemas de salud de los piaci hoy? En Per¨², el Ministerio de Cultura (Mincul) dispone desde hace a?os de protocolos para neutralizar las amenazas actuales. Nancy Portugal, funcionaria de esta entidad, sostiene que se necesitan formar ¡°cordones sanitarios y epidemiol¨®gicos¡± para evitarlo.
El eje central de la relaci¨®n con ellos es respetar su derecho a la autodeterminaci¨®n, algo que Huertas, Mendieta, Cueva y todos los dirigentes nativos defienden. Pero para que se les respete la vida, se hace necesario tambi¨¦n que tengan derecho a atenci¨®n m¨¦dica, algo sumamente dif¨ªcil porque se requiere entender coordenadas culturales b¨¢sicas.
El doctor Mendieta ha pasado por numerosos episodios que evidencian esa complejidad. En el 2012 le toc¨® intervenir en la ya citada comunidad nativa matsiguenga de Yomibato ante un brote de neumon¨ªa que hab¨ªa acabado con la vida de cuatro ni?os. A otros, dada la gravedad, se les llev¨® a un hospital de Cusco, la famosa ciudad andina, donde los prejuicios y la barrera idiom¨¢tica no ayudaron.
Otra vez, una ni?a necesitaba con urgencia una inyecci¨®n, pero los padres se negaban. ¡°Se tuvo que usar la v¨ªa oral, lo que puso en riesgo su vida¡±. Dos d¨ªas despu¨¦s, un traductor m¨¢s preparado persuadi¨® a los padres de que era necesario que se le inyectara, se hizo y se recuper¨®. Cuesta entenderlo, pero para los piaci un inyectable es una presencia extra?a que puede ser vista como muy agresiva.
Mendieta propone que a los miembros de los pueblos que est¨¢n en verdadero aislamiento, que son n¨®madas y tienen escaso contacto con la ¡°civilizaci¨®n¡±, como los mashcopiro de las selvas del Manu, hay que atenderlos en las playas de los r¨ªos amaz¨®nicos por donde a veces asoman pidiendo ayuda. Con mucho cuidado y en base a jarabes y pastillas. En ese caso, la hospitalizaci¨®n no es una opci¨®n porque si uno? fallece pueden asumir que se trat¨® de un asesinato y generarse hostilidad. El propio Mincul insiste en que, si se produce de manera imprevista un contacto con ind¨ªgenas aislados, ¡°es preferible no compartir objetos con ellos¡±. Tampoco se les debe dar ropa ¡°ya que a trav¨¦s de ella se puede contagiar enfermedades¡±. Menos a¨²n alimentos o bebidas de un recipiente usado o enlatados.
En todos esos intercambios puede viajar un maldito virus, una bacteria, un vector, algo para ellos inesperado. No hay que creer, por a?adidura, que no tienen ninguna manera de curarse. Portugal informa que, en un reciente avistamiento de un grupo mashcopiro, se observ¨® que a uno de sus integrantes le faltaba una pierna, y estaba cicatrizada. Se presume que fue atacado por un caim¨¢n. Y se ignora c¨®mo fue que su vida continu¨®.
La vida contin¨²a¡
Ahora, Sontone se ha acordado de que otra vez, en esos d¨ªas en que viv¨ªa feliz e indocumentado, tuvo un dolor en la espalda luego de comer un picuro, una especie de roedor gigante de carne muy apreciada en la Amazon¨ªa. A?ade que se cur¨® tras un conjuro similar al del tabaco, y lo canta al igual que el primero, con algo de melancol¨ªa, mientras ya ha anochecido.
Hace unos tres a?os, H¨¦ctor lo llev¨® a un hospital de Lima para que lo trataran del coraz¨®n. Los m¨¦dicos se sorprendieron de su estado de salud, a pesar de sus m¨¢s de 80 a?os. Le preguntaron qu¨¦ hab¨ªa comido toda su vida y c¨®mo pod¨ªa resistir a esa edad una operaci¨®n de bypass. ?l cree que el ¨²nico truco fue que, en la primera parte de su existencia, no conoci¨® el consumismo, ni el estr¨¦s, ni el az¨²car. Ni parte de lo que llamamos civilizaci¨®n.
La ONU denuncia una "ola de criminalizaci¨®n" de los ind¨ªgenas
Un informe publicado por la representante de los pueblos ind¨ªgenas de la ONU el pasado lunes revela que tanto el sector privado como los gobiernos codician las tierras de los pueblos ind¨ªgenas para llevar a cabo en ellos proyectos de desarrollo econ¨®mico. Ante la oposici¨®n de los ancestrales moradores, se recurre a la "criminalizaci¨®n" ¡ªel proceso de convertir a quienes defienden sus derechos a la tierra en criminales¡ª. "Se ha convertido en una herramienta cada vez m¨¢s com¨²n", dice este organismo. Aunque la mayor¨ªa de las personas ind¨ªgenas que enfrentan cargos criminales son hombres, las mujeres soportan el peso de su ausencia ya que tienen que asumir por s¨ª mismas todas las responsabilidades en sus familias y comunidades.
"Me han alertado sobre cientos de casos de criminalizaci¨®n en casi todos los rincones del mundo", ha asegurado la relatora especial sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas, Victoria Tauli-Corpuz, durante la presentaci¨®n del estudio ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. "La r¨¢pida expansi¨®n de proyectos de desarrollo en tierras ind¨ªgenas sin su consentimiento est¨¢ impulsando una crisis global. Estos ataques, ya sean f¨ªsicos o legales, son un intento de acallar su oposici¨®n proyectos que amenazan sus medios de vida y culturas", ha a?adido.
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