Sin techo a m¨¢s de un a?o del hurac¨¢n Mar¨ªa: ¡°A mis 72 a?os el tiempo apremia¡±
Los marginados vecinos del asentamiento Ca?o Mart¨ªn Pe?a en Puerto Rico todav¨ªa padecen las consecuencias del cicl¨®n
Gladys Pe?a, boricua de 72 a?os, revisa con decepci¨®n unos vaqueros que cuelgan de un cordel que atraviesa su sal¨®n. Los hab¨ªa vuelto a lavar con la esperanza de que desaparecieran las manchas que dej¨® el paso del hurac¨¢n Mar¨ªa. Ha pasado algo m¨¢s de un a?o desde que el cicl¨®n azot¨® a la isla causando 3.000 muertes, pero Gladys no se rinde. ¡°Perd¨ª toda mi ropa¡±, lamenta antes de sonre¨ªr, casi por reflejo. Como en muchas otras casas del asentamiento Ca?o Mart¨ªn Pe?a, San Juan, su techo son dos lonas de pl¨¢stico azul. ¡°A veces me entra agua al dormitorio, es que aqu¨ª llueve mucho¡±, comenta. Mar¨ªa no solo se llev¨® las planchas de zinc; tambi¨¦n las camas, los veladores, los roperos y varios recuerdos. ¡°?Pero qu¨¦ vas a hacer? Uno no puede luchar contra la naturaleza, hay que aceptarlo¡±, dice resignada Carmen Osorio, de 63. Perdi¨® la casa donde vivi¨® junto a su difunto esposo durante cuatro d¨¦cadas y a¨²n duerme sobre un colch¨®n prestado en un sitio improvisado donde guardaba la ropa usada que vend¨ªa.
El asentamiento Ca?o Mart¨ªn Pe?a es el rostro de la desigualdad puertorrique?a. Las ocho comunidades que lo conforman llegaron a instalarse hace d¨¦cadas a la orilla de la v¨ªa fluvial sin un sistema de alcantarillado, lo que lo convierte en una amenaza sanitaria para sus cerca de 26.000 habitantes. Adem¨¢s, es propenso a inundarse por la falta de dragado. Todav¨ªa se ven escombros flotando, ¨¢rboles ca¨ªdos y botes estancados en su cuerpo de agua. Los vecinos de enfrente de las chabolas son ¡°los due?os de Puerto Rico¡±, explica Paxie C¨®rdova, de 54 a?os. A solo una calle de distancia comienza la milla de oro de San Juan, donde los bancos y las lujosas oficinas mueven la econom¨ªa de la isla. De un lado de la acera es como si el hurac¨¢n no hubiese pasado, y del otro, como reci¨¦n se hubiesen limpiado los restos.
El Organismo Federal para el Manejo de las Emergencias (FEMA, por sus siglas en ingl¨¦s) fue la principal fuente de ayuda econ¨®mica a las v¨ªctimas del desastre natural. ¡°El problema es que para recibirla, la casa ten¨ªa que estar a tu nombre... y en el ca?o muchos viven en propiedades que se construyeron de forma ilegal¡±, apunta C¨®rdova.
Justo en agosto la red el¨¦ctrica sac¨® de la oscuridad a toda la isla. A Gladys no se le escapa un detalle: ¡°La luz volvi¨® a mi casa el mi¨¦rcoles 7 de febrero¡±. Tres d¨ªas despu¨¦s regres¨® ella a su hogar. Durante siete meses vivi¨® donde unos vecinos que ten¨ªan un generador el¨¦ctrico, indispensable para hacer funcionar la m¨¢quina que utiliza por las noches para controlar su apnea. Aunque ahora, sin ventiladores en casa, a cualquiera le resulta dif¨ªcil respirar el denso aire caribe?o.
Raydenis, la hija de Carmen, tiene su casa bajo la de su madre, que ahora est¨¢ en proceso de reconstrucci¨®n. Desde la ventana sin marco mira hacia la calle en pendiente y se le aguan los ojos: ¡°Mi casa fue la primera en recuperar la electricidad de la manzana, que estuvo seis meses a oscuras, pero ve¨ªa para la cuesta y solo ve¨ªa luces encendidas¡±. Se da una pausa para recuperarse. ¡°La nuestra volvi¨® en Navidad¡±, relata.
Para los puertorrique?os la paciencia es un m¨²sculo que se han visto obligados a ejercitar. Primero esperaron la llegada del hurac¨¢n, luego la de la luz, y ahora la de las soluciones. La isla, un territorio no incorporado de Estados Unidos, depende de los presupuestos de la primera potencia mundial. Hasta abril de 2018, FEMA hab¨ªa destinado m¨¢s de doce mil millones d¨®lares para la recuperaci¨®n del hurac¨¢n Mar¨ªa. En la casa de Gladys el piso de madera se humedeci¨® tanto que las tablas se hicieron ondas y se debilitaron hasta el punto de no poder aguantar la remodelaci¨®n del techo. A trav¨¦s de un sorteo consigui¨® una casa nueva que todav¨ªa espera: ¡°A mi edad, el tiempo apremia. Solo quiero alcanzar a ver el ca?o dragado¡±.
Para aquellos que no se pueden beneficiar de FEMA existe G8, una organizaci¨®n sin fines de lucro que logr¨® en 2004 que las m¨¢s de 200 cuadras de terreno del ca?o pasaran a ser reconocidas como propiedad de la comunidad mediante un fideicomiso, que opera de forma similar a un condominio. Con aportes de distintas entidades reunieron un fondo destinado al proyecto Techos para el Ca?o, donde sortearon bajo una serie de requisitos la reconstrucci¨®n de 1.200 techos y 75 casas completas.
Lucy Cruz Rivera, presidenta de la organizaci¨®n, se pasea cual alcaldesa por el asentamiento. Se sabe el nombre y la historia que esconden las familias que viven detr¨¢s de cada pared descascarada, de cada persiana cerrada y de cada patio vac¨ªo. Ella est¨¢ luchando, junto a otros, por una inversi¨®n gubernamental que vista de dignidad el asentamiento. Rivera afirma que necesitan 240 millones de d¨®lares para dragar el ca?o, donde todav¨ªa est¨¢n atrapados restos de escombros, ¨¢rboles ca¨ªdos y la ilusi¨®n de los vecinos. Pero el horizonte no se ve despejado. Hace un par de semanas el presidente Donald Trump afirm¨® que el dinero que se ha invertido en la reconstrucci¨®n de Puerto Rico ha sido ¡°masivo¡± y puso en duda la cifra de los 3.000 muertos: ¡°Un lugar donde gastamos m¨¢s que en cualquier otro sitio es Puerto Rico. El dinero que hemos gastado ah¨ª supera lo masivo. Y por eso lo estoy estudiando muy seriamente". Mientras tanto, los habitantes que a¨²n no cuentan con un techo nuevo rezan para que no llueve.
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