Yo fui neonazi
Un antiguo militante de ultraderecha alem¨¢n arrepentido cuenta c¨®mo entr¨® en el movimiento extremista y c¨®mo ahora ayuda a desradicalizar a extremistas
Falk Isernhagen tiene 26 a?os y ha sido neonazi durante cuatro. Ahora se arrepiente de su pasado y tiene una misi¨®n bien diferente: ayudar a salir a los que todav¨ªa est¨¢n dentro.
La conexi¨®n de Isernhagen con el entorno neonazi comenz¨® en el instituto. Cuenta que le toc¨® una clase en un barrio de Berl¨ªn en la que todos los alumnos eran extranjeros excepto ¨¦l y otro chico. Del resto, la mayor¨ªa eran turcos. Fue durante aquellos a?os cuando conoci¨® a un grupo de j¨®venes de ultraderecha un poco mayores que ¨¦l. Le invitaron al f¨²tbol, a barbacoas y le descubrieron bandas de m¨²sica. Poco a poco, comenz¨® a fijarse en las letras que escuchan los neonazis, a leer libros extremistas y a cuestionar el relato de sus profesores sobre la Segunda Guerra Mundial. Un d¨ªa colg¨® una bandera alemana en su habitaci¨®n, pero su madre pens¨® que eran cosas de adolescentes. A su familia no le contaba lo que rondaba por su cabeza.
Despu¨¦s empez¨® el contacto con otra gente del movimiento a trav¨¦s de redes sociales y con 16 a?os ya estaba en su primera manifestaci¨®n de extrema derecha. Tomaban parte en "acciones como tirar piedras a casas ocupadas y en seguida montamos un grupo de extrema derecha¡±, cuenta ahora en Berl¨ªn Isernhagen, un chico moreno, menudo y con gafas. Eso fue en 2009. El grupo de Isernhagen teji¨® contactos con otros colectivos extremistas en Alemania y tambi¨¦n fuera del pa¨ªs.? Organizaban sesiones en las que urd¨ªan nuevas acciones y manifestaciones y se preparaban para todo tipo de escenarios, como detenciones policiales. ¡°All¨ª cre¨ªa que ten¨ªa amigos, que pertenec¨ªa a algo, podr¨ªa haber sido igualmente de la izquierda, me habr¨ªa dado igual¡±, reflexiona ahora.
Tambi¨¦n en 2009 conoci¨® a su novia. Era medio polaca, medio alemana, pero como el padre de ella era de Silesia, a Isernhagen le bastaba para concluir que en realidad su novia era 100% alemana. Un a?o m¨¢s tarde, un grupo antifascista desenmascar¨® a Isernhagen en Internet. Colgaron carteles con fotos suyas por el barrio para que a partir de entonces todo el mundo, incluida su novia, su familia y en su trabajo ¡ªlimpiaba cristales por aquel entonces¡ª supiera qu¨¦ ideas defend¨ªa. Despu¨¦s sufri¨® ataques directos. Un d¨ªa, tiraron piedras a la ventana de su habitaci¨®n. Otro, a la vuelta del trabajo le golpearon en la cabeza con una porra.
Isernhagen, cuyo perfil todav¨ªa se puede encontrar en p¨¢ginas antifascistas, comenz¨® a preocuparse seriamente por su seguridad y por la de su novia. La c¨¦lula neonazi a la que pertenec¨ªa le ofreci¨® protecci¨®n, pero el joven comprendi¨® que un grupo que era blanco de los antifascistas y buscado por la polic¨ªa no era el lugar m¨¢s seguro. Isernhagen hab¨ªa le¨ªdo en las redes sociales sobre Exit, una organizaci¨®n que ayudaba a antiguos neonazis. En su d¨ªa se hab¨ªa re¨ªdo de ellos, pero ahora de repente los ve¨ªa con otros ojos y decidi¨® ponerse en contacto con ellos.
All¨ª cre¨ªa que ten¨ªa amigos, que pertenec¨ªa a algo, podr¨ªa haber sido igualmente de la izquierda
Falk Isernhagen, exneonazi
Durante un a?o tuvo protecci¨®n policial, lo que le sirvi¨® de coartada ante su formaci¨®n para ausentarse: los radicales comprendieron que despu¨¦s de los ataques necesitara calma. Pasado un a?o y medio comenz¨® por fin a sentirse fuera del grupo.
Ingo Haselbach, otro antiguo neonazi, y un expolic¨ªa, Bernd Wagner, fundaron Exit en el a?o 2000. Seg¨²n sus c¨¢lculos, han logrado sacar a 700 personas de organizaciones de extrema derecha. Se trata de hombres y tambi¨¦n mujeres, la mayor¨ªa j¨®venes, de entornos muy diversos y que llevaban de media unos 15 a?os en organizaciones ultras. Hay casos en los que ha sido necesario incluso cambiar la identidad de la persona o su lugar de residencia hasta m¨¢s de una vez para garantizar su protecci¨®n.
Las ¨²ltimas cifras de la Oficina para la Protecci¨®n de la Constituci¨®n alemana, los servicios secretos internos, indican que a finales de 2017 hab¨ªa 24.000 simpatizantes de la extrema derecha en Alemania. Consideraba a 12.700 de ellos violentos. Y cifraba en 19.467 los delitos cometidos, 1.054 de ellos con violencia y algo m¨¢s de un cuarto de ellos relacionados con ataques a centros de refugiados. Los servicios secretos internos alemanes han decidido ahora reforzar sus unidades de lucha contra la ultraderecha porque reconocen que el terrorismo islamista de alguna manera ha eclipsado este otro tipo de extremismo.
A menudo, [los neonazis] identifican problemas que son reales, pero eligen darles la soluci¨®n equivocada
Fabian Wichmann, miembro de la organizaci¨®n de desradicalizaci¨®n Exit
Los neonazis que recurren a la organizaci¨®n normalmente contactan con ella de forma an¨®nima, por Internet o por tel¨¦fono. El siguiente paso es conocerlos en persona, discutir su situaci¨®n y evaluar hasta qu¨¦ punto es necesaria la intervenci¨®n policial en el caso de que haya por ejemplo amenazas concretas de muerte. Hay un grupo de antiguos extremistas que participan y con los que se discute la estrategia a seguir. Es un proceso que puede durar a?os.
Fabian Wichmann, que lleva diez a?os dedicado a desradicalizar neonazis en Exit, conoce a la perfecci¨®n el entorno y explica que ¡°est¨¢n muy bien organizados y son capaces de encontrar a los que salen, aunque est¨¦n en la otra punta del pa¨ªs¡±.
La base del trabajo, como en muchas terapias, es la voluntariedad. Es gente que, de repente y por motivos muy diversos, siente que tiene que hacer un cambio en su vida. No son terapias formales, sino que quedan a tomar caf¨¦ y montan grupos de discusi¨®n con exneonazis como Isernhagen. ¡°Intentamos introducir nuevas narrativas y exponerles a gente con la que puedan identificarse. Nosotros damos el impulso, pero el proceso es individual¡±, asegura Wichmann.
Soluci¨®n equivocada
La experiencia les ha ense?ado que la batalla de las ideas no se gana desterrando todas sus creencias. ¡°A menudo, [los neonazis] identifican problemas que son reales, pero eligen darles la soluci¨®n equivocada. Nosotros tratamos de explicar que hay otras soluciones y tambi¨¦n otras razones que explican el mismo problema. Por ejemplo, no se trata de negar que hay desigualdad econ¨®mica, pero desde luego la soluci¨®n no es expulsar a los refugiados¡±, prosigue Wichmann.
El abanico de causas y ambientes que propician la radicalizaci¨®n es ampl¨ªsimo
En Alemania se identifican a menudo entornos como el de la m¨²sica radical como cantera de reclutamiento, pero Wichmann ha observado que el abanico de causas y ambientes que propician la radicalizaci¨®n es ampl¨ªsimo. ¡°Hay un proceso de socializaci¨®n, pero tambi¨¦n hay todo tipo de contextos personales, de gente con problemas psicol¨®gicos o familiares¡±. Entre las personas a las que han ayudado a salir hay quienes tienen familias disfuncionales, o que han sufrido ataques de migrantes, o con familia neonazi, pero tambi¨¦n abogados o desempleados; es un universo muy diverso. ¡°No se trata de que escuchen cierta m¨²sica y se vuelvan neonazis. La m¨²sica es un veh¨ªculo importante, pero tiene que haber una predisposici¨®n¡±.
Pero si hubiera que extraer un denominador com¨²n entre los radicalizados de derechas, Wichmann sostiene que probablemente ser¨ªa la nostalgia, el anhelo de ¡°una Alemania como era en el pasado, supuestamente m¨¢s segura y con mejores empleos¡±. Un reciente y revelador estudio de la Fundaci¨®n Bertelsmann titulado C¨®mo la nostalgia moldea la opini¨®n p¨²blica explicaba que el 67% de los europeos alberga sentimientos nost¨¢lgicos y que la mayor¨ªa de ellos se sit¨²a en el espectro pol¨ªtico de la derecha y consideraba la inmigraci¨®n una de sus principales preocupaciones.
Ahora Isernhagen, el joven desradicalizado, es profesor de instituto y trabaja como voluntario en Exit. Est¨¢ convencido de que como ¨¦l, otros tambi¨¦n pueden dar el paso y cambiar. Pero reconoce que no es f¨¢cil y que hay muchos obst¨¢culos por el camino. Tambi¨¦n para ¨¦l. Este a?o se top¨® con un miembro de su antiguo grupo neonazi en el tranv¨ªa en Berl¨ªn. ¡°Sabemos d¨®nde est¨¢s. Sabemos que ahora eres de los buenistas. Ten cuidado¡±, le advirti¨®.
M¨¢s cerca de la revoluci¨®n
Para muchos neonazis, los de Alternativa para Alemania (AfD) son unos blandos. El exitoso partido alem¨¢n de extrema derecha no es lo suficientemente aut¨¦ntico, pero muchos acaban vot¨¢ndoles. En el Parlamento, donde entraron hace un a?o, ejercen una notable influencia en la pol¨ªtica alemana. Muchos neonazis son antiguos votantes del extremista NPD, que entienden que su partido de siempre no tiene opciones de cambiar nada.
Pero les voten o no, lo cierto es que la presencia de AfD en el Bundestag y en la vida pol¨ªtica ordinaria ofrece una cierta p¨¢tina de legitimidad a muchas de las ideas que manejan los grupos neonazis, seg¨²n constatan los que trabajan en entornos de radicalizaci¨®n. ¡°Algo est¨¢ cambiando, si ven que lo dice uno de AfD en el Bundestag, de repente cobra m¨¢s sentido lo que los otros hacen en la calle¡±, sostiene Fabian Wichmann.
"Sienten que su narrativa la acoge ahora mucha m¨¢s gente y que est¨¢n m¨¢s cerca de la revoluci¨®n, que ha llegado el momento de hacer algo", dice Wichmann, profundo conocedor del entorno neonazi. Esa recobrada asertividad se pudo ver con claridad en las manifestaciones violentas de final del verano en Chemnitz, al este del pa¨ªs y donde gente de todo Alemania se dio cita tras el apu?alamiento de un joven alem¨¢n, desfilando por la calle al grito de "nosotros somos el pueblo". El auge de las ideas ultras a ambos lados del Atl¨¢ntico contribuye adem¨¢s a crear el sentimiento de que no est¨¢n solos. "Ven el movimiento Alt Right en EE UU, otro en Austria, ven que es un movimiento globalizado con una narrativa que se ha convertido en m¨¢s digerible para el ciudadano medio; sienten que asisten a un momento revolucionario que no pueden dejar escapar".
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