Blanqueadores de la extrema derecha
Europa reacciona para frenar a los ultras, pero en la pr¨¢ctica mandatarios de media docena de pa¨ªses gobiernan en coalici¨®n o con apoyos de formaciones radicales
Existe un amplio consenso al sostener que la gesti¨®n europea de las crisis financiera y migratoria ha favorecido el avance de la ultraderecha. Se comenta poco, sin embargo, que partidos democr¨¢ticos cl¨¢sicos han blanqueado a esas fuerzas xen¨®fobas, nacionalistas y antieuropeas. Eso es lo que est¨¢ a punto de ocurrir tambi¨¦n en Espa?a.
Al mismo tiempo que, en teor¨ªa, Europa reacciona para frenar a la extrema derecha, en la pr¨¢ctica mandatarios de media docena de pa¨ªses gobiernan en coalici¨®n o con apoyos de formaciones ultraderechistas, convertidas as¨ª en partidos equiparables al resto.
El ejemplo obvio es Italia, donde la fuerza blanqueadora es ni m¨¢s ni menos que el antisistema Movimiento 5 Estrellas, seguido de Austria, donde por segunda vez los conservadores gobiernan con la derecha extrema. Los mayores homologadores, no obstante, son los liberales que, gracias a los ultras, gobiernan en Dinamarca y Finlandia, como lo hicieron hasta hace tres meses en B¨¦lgica y entre 2010 y 2012 en Holanda. Es impensable, por tanto, que ALDE, el grupo liberal en el Parlamento Europeo, castigue a Ciudadanos, miembro de la familia, si pacta con Vox en Andaluc¨ªa.
Contribuyen tambi¨¦n a asimilar a xen¨®fobos y soberanistas grupos como el Partido Popular Europeo o el Socialista, que no echan de sus filas, respectivamente, al h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n o a los gobernantes socialdem¨®cratas de Ruman¨ªa ¡ªahora preside la UE¡ª, que organizaron un refer¨¦ndum para prohibir el matrimonio homosexual y persiguen a los jueces que condenaron a su corrupto l¨ªder, Liviu Dragnea.
Solo en dos pa¨ªses funciona el cord¨®n sanitario frente a la ultraderecha. En Alemania, propici¨® la gran coalici¨®n entre los conservadores y los socialdem¨®cratas. Y en Francia esa barrera ¡ªy el sistema electoral de doble vuelta¡ª hace que Marine Le Pen (Reagrupamiento Nacional) apenas tenga poder pese a su enorme peso electoral. En las regionales de 2015, gan¨® en la primera vuelta en seis de las 13 regiones, pero no gobierna en ninguna por la alianza de los dem¨¢s partidos en la segunda. Con 1,6 millones de votos (8,8%) en las legislativas de 2017, solo tiene ocho esca?os, frente a los 30 de los socialistas, con medio mill¨®n de votos menos.
El problema ha llegado a Espa?a y, mientras el PP y Cs se aprestan a blanquear a Vox, las dem¨¢s fuerzas se limitan a declaraciones altisonantes. Solo Manuel Valls, que sufri¨® en primera l¨ªnea el apogeo de Le Pen, se ha atrevido a proponer un cord¨®n a la espa?ola: una alianza PSOE-PP-Cs que, de rebote cortar¨ªa esa alimentaci¨®n rec¨ªproca entre ultraderechistas (exvotantes y ahora socios del PP) e independentistas (aliados coyunturales del Gobierno).
Las posibilidades de que ese plan prospere son nulas. Lo extra?o, sin embargo, no es esa propuesta, sino que sea la ¨²nica para evitar que tambi¨¦n Espa?a blanquee a la ultraderecha. A solo cinco meses de las cruciales elecciones europeas ser¨ªa todo un mensaje.
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