Punto de Inflexi¨®n
Colombia se encuentra ante la oportunidad de construir unos consensos m¨ªnimos para enfrentar los desaf¨ªos
A las 9.32 en la Escuela de Cadetes General Santander en Bogot¨¢, la ma?ana del 17 de enero, estall¨® un carro bomba. 21 personas murieron. 68 resultaron heridas. El carro explot¨® con 80 kilos de pentolita y trajo a nuestra memoria la m¨¢s atroz de las ¨¦pocas, aciagas del narcoterrorismo en Colombia. Los muertos, todos j¨®venes de no m¨¢s de 21 a?os, algunos de ellos atletas con los sue?os intactos. Los responsables, seg¨²n las investigaciones de las autoridades, la guerrilla del ELN y el autor material, un hombre, Jos¨¦ Aldemar Rojas, amputado de la mano izquierda, con el alias de Mocho o Kiko.
Lo dem¨¢s es la respuesta del Gobierno en la construcci¨®n de una pol¨ªtica p¨²blica para enfrentar el golpe institucional de los terroristas tras el dolor que nos quiebra el alma por la vida arrebatada a esos muchachos. Y de esa respuesta depende el futuro de una naci¨®n que en los ¨²ltimos ocho a?os se la jug¨® por terminar una guerra de medio siglo. ?Qu¨¦ busca el terrorismo? Miedo, radicalizaci¨®n y divisi¨®n.
¡°Pueden provocarnos, pero al final todo depender¨¢ de nuestras reacciones. Si la ley de la selva vuelve a imperar con fuerza, la culpa entonces no ser¨¢ de los terroristas¡±. Esta reflexi¨®n del pensador Yuval Noah Harari no es de poca monta en estos momentos. Si por primera vez en muchos meses, las autoridades, la Fiscal¨ªa y el Gobierno, han logrado establecer el modus operandi, individualizar responsabilidades sin pintar la verdad de gris y, por lo tanto, sumiendo a la sociedad en el enga?o para alimentar la polarizaci¨®n, entonces estamos ante la oportunidad de construir unos consensos m¨ªnimos para enfrentar los desaf¨ªos.
La polarizaci¨®n ideol¨®gica posterior al proceso de paz ha logrado sembrar en las redes sociales y en los escenarios cotidianos un odio visceral entre los ciudadanos que all¨ª navegan inventando toda clase de versiones que solo favorece al terrorismo y da?an al pa¨ªs. Y los responsables son los l¨ªderes. Los elegidos precisamente para evitar que eso ocurra. Y ah¨ª est¨¢ el primer desaf¨ªo. La sociedad toda sin distingo de clases, edades, estructuras familiares, en su diversidad, est¨¢ obligada a pasar la p¨¢gina e imponerse sobre sus gobernantes para obligarlos a un punto de inflexi¨®n en sus agotadoras discusiones partidistas.
En medio del atentado, sin que pasaran tres horas, el expresidente ?varo Uribe escribi¨® en su cuenta en Twitter: ¡°Qu¨¦ grave que la Paz hubiera sido un proceso de sometimiento del Estado al terrorismo!¡±. Ya no es admisible. No puede construirse un discurso sobre la sangre de esos j¨®venes para validar su posici¨®n frente a la decisi¨®n de Juan Manuel Santos de negociar la paz con las FARC en el Gobierno pasado.
Si hoy hay que construir una pol¨ªtica p¨²blica de confrontaci¨®n sobre la negociaci¨®n como v¨ªa de soluci¨®n de conflictos, entonces el consenso deber¨¢ buscarse en esa v¨ªa. Pero sin sembrar m¨¢s violencia que desde la palabra escrita explota en forma de carro bomba. Y son los ciudadanos los que deben hacerles a sus elegidos el llamado a la responsabilidad. Porque gracias a ellos, estos l¨ªderes ocupan posiciones de privilegio desde donde construyen futuro o lo acaban.
Es cierto, como plantea el profesor Eduard Said, que no hay discurso inocente, que siempre est¨¢ impregnado de lo pol¨ªtico. Y en buena hora, porque desde ah¨ª se garantiza el pensamiento cr¨ªtico, la diversidad de opini¨®n y las creencias mientras no sea para degradar a otros e impedir la reconciliaci¨®n.
Desaf¨ªo grande para el periodismo recuperar los fundamentos de su raz¨®n por fuera de activismos y amiguismos con el poder y buscar la verdad en medio de estas ¨¦pocas en que sobre cada declaraci¨®n recae la duda de si son hechas a la medida de sus creencias y para validar sus discursos mientras los guerreros de siempre alimentados por una realidad que no da tregua, como el narcotr¨¢fico, aprovechan los mensajes vacilantes del gobierno sobre la implementaci¨®n de la paz para seguir asesinando a quienes decidieron apostar por la legalidad.
En 15 d¨ªas de enero, los enemigos de la restituci¨®n de tierras a las v¨ªctimas del conflicto en Colombia, los que quieren impedir que los campesinos sustituyan sus cultivos de coca por cultivos legales, asesinaron a 10 l¨ªderes sociales.
Por eso es tan importante que el equipo escogido por el presidente Iv¨¢n Duque para continuar la enorme tarea de implementar la arquitectura de la paz act¨²e con grandeza. Cada palabra suya empodera a un asesino o impide que haya m¨¢s v¨ªctimas. El cumplimiento de la palabra empe?ada es garant¨ªa de recuperaci¨®n institucional en los territorios.
Si los que matan l¨ªderes se atreven a llegar a la casa de una se?ora de 60 a?os y dispararle mientras se esconde temblando debajo de una cama, si creen que pueden asesinar a un trabajador del Parque Nacional de la Sierra Nevada de Santa Marta, como es el caso de hace pocos d¨ªas, es porque esos hombres y mujeres constructores de paz son una amenaza real al status quo de la desigualdad y dominaci¨®n.
El presidente Iv¨¢n Duque ha dicho que no caer¨¢ en las trampas de la radicalizaci¨®n, que impondr¨¢ un liderazgo tranquilo, que cada vez se desdibuja o a¨²n no transmite. A pesar de la rapidez en la reciente investigaci¨®n que dieron a conocer luego del atentado del ELN, de recordar las l¨ªneas rojas y del mensaje de no impunidad, no se ve clara la ruta, como tampoco se ve para los empresarios y profesionales castigados por las decisiones econ¨®micas de Hacienda.
Los mensajes no han sido claros por parte del gobierno, quienes est¨¢n al frente de las instituciones judiciales imposibilitan la construcci¨®n de confianza y en la oposici¨®n que encabeza Gustavo Petro, que no los Verdes, se van descubriendo pecados, si no delitos, que requieren lupa antes de las elecciones regionales de octubre, pues ese debate electoral bien vale la pena usarlo para sacar del escenario a quienes no han honrado sus promesas.
De buenas intenciones no come el hombre y de vac¨ªos de poder y mezquindad partidista se alimenta la guerra. Pasados 5 meses el espejo retrovisor puede terminar por mostrarle la cara molesta de una generaci¨®n que espera la demostraci¨®n de unas capacidades no de la improvisaci¨®n, y si su partido no lo acompa?a en esa gesta, tendr¨¢ que sacar algo m¨¢s que discursos y canciones. El pa¨ªs todo, desde todos los lugares del espectro ideol¨®gico est¨¢ dispuesto a volverse un solo pa¨ªs, pero solo si puede saber hacia d¨®nde caminar.
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