Memoria viva para Ana Gonz¨¢lez, La Pasionaria chilena
Luis Recabarren, hijo de detenidos en la dictadura militar y nieto de Gonz¨¢lez, demanda al Estado por su secuestro a los dos a?os
Apenas ten¨ªa dos a?os y medio, usaba pa?ales y reci¨¦n comenzaba a hablar, cuando Luis Recabarren Mena (Santiago de Chile, 1973) fue detenido junto a sus padres y un t¨ªo por la polic¨ªa secreta de Augusto Pinochet. Ocurri¨® la noche del 29 de abril de 1976, en los sangrientos primeros a?os de la dictadura chilena. Tres coches de la Direcci¨®n de Inteligencia Nacional, DINA, los esperaban a la bajada del autobus cerca de su vivienda, en una zona obrera del sur de la capital chilena. A su madre, Nalvia Rosa Mena, de 21 a?os, embarazada de tres meses, le pegaron con una metralleta en el vientre, frente a sus ojos. La subieron en el veh¨ªculo inconsciente junto a su marido Luis Emilio, de 29 a?os, y su cu?ado Manuel Guillermo, de 22, todos militantes comunistas. Fue el ni?o, sin embargo, el ¨²nico que regres¨®: un hombre alto y corpulento que se transportaba en un taxi lo dej¨® abandonado en el mismo barrio, solo en medio de la calle, casi a la medianoche. A casi 43 a?os de aquellos hechos, Puntito ¨Ccomo le dicen a Recabarren¨C demanda al Estado chileno como v¨ªctima de secuestro y se prepara para entregar su testimonio en abril ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra.
Lo que ocurri¨® en esas horas de detenci¨®n es una inc¨®gnita que lo atorment¨®: ¡°Evidentemente, dieron sus vidas a cambio de mi vida. Por muchos a?os me sent¨ª culpable de seguir viviendo¡±. Lo que sucedi¨® luego no lo olvida: ¡°Todos los d¨ªas de mi vida pienso en mis padres desaparecidos¡±. Es hijo, sobrino y nieto de v¨ªctimas de la dictadura, porque su abuelo paterno, Manuel Guillermo Recabarren, de 50 a?os, desapareci¨® la ma?ana del 30 de abril de 1976 cuando sal¨ªa muy temprano de su casa en busca de sus familiares. Su abuela Ana Gonz¨¢lez de Recabarren, la Pasionaria chilena, una de las fundadoras de la Agrupaci¨®n de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y una de sus integrantes de mayor simbolismo, hasta su muerte en octubre pasado a los 93 a?os sigui¨® buscando a los suyos y esperando alguna noticia.
Su fallecimiento fue un impulso fundamental para que Luis decidiese de demandar al Estado chileno y a los 14 agentes del llamado Comando Conjunto sospechosos del secuestro y las desapariciones. ¡°Mi abuela muere con la impunidad de todas estas atrocidades. Es mi deber, ahora, contribuir a la memoria y le denuncia¡±, se?ala Recabarren con su espa?ol imperfecto: vive en Suecia desde los 11 a?os, donde lleg¨® 1984 con su abuela materna.
¡°Todos los d¨ªas de mi vida pienso en mis padres desaparecidos¡±.
Ha regresado a Chile solo cuatro veces, la ¨²ltima en enero pasado, cuando inici¨® los tr¨¢mites para la acci¨®n judicial. ¡°Todav¨ªa es un pa¨ªs que me duele. Es repugnante y doloroso el negacionismo y el resurgimiento de fuerzas que reinvidican a Pinochet¡±, relata en una cafeter¨ªa del centro de Santiago, a pocas horas de tomar el avi¨®n de regreso a Europa, donde vive con su esposa de origen iran¨ª y sus tres hijos, de 15, 11 y ocho a?os.
Fue en esta visita de 12 d¨ªas a la capital chilena cuando conoci¨® el Museo de la Memoria, un espacio fundado en 2010 con el que Chile busca una reparaci¨®n simb¨®lica para las v¨ªctimas del r¨¦gimen militar (1973-1990) y educar a las nuevas generaciones sobre el pasado reciente. En una de sus paredes, donde se muestran las im¨¢genes del millar de detenidos desaparecidos en dictadura, reconoci¨® los rostros de sus padres, de su t¨ªo y de su abuelo. ¡°No estaba preparado. En medio del recorrido grupal, levant¨¦ la mano y cont¨¦ mi testimonio. Me quebr¨¦ y otras tres personas lloraron conmigo. Tremendo, pero una especie de catarsis¡±.
Fue dif¨ªcil la infancia de Puntito, que lleva ese apodo desde su mismo nacimiento: ¡°Era peque?o, gordito y negro, como un puntito¡±. No es complejo imaginar el sentimiento de un peque?o de dos a?os y medio que, sin sus padres, se encuentra abandonado en medio de una noche fr¨ªa de oto?o: ¡°El agente me dej¨® botado en la calle en pleno toque de queda. Una vecina me oy¨® llorar, se asom¨® y dijo: ¡®?Es el Puntito!¡¯. Sali¨®, me tom¨® en los brazos y me llev¨® a donde mi abuela Ana, donde viv¨ªamos¡±.
Luchito ¨Ccomo tambi¨¦n le dec¨ªan¨C qued¨® en total silencio durante un mes: el trauma le imped¨ªa hablar. Se dorm¨ªa llorando, una costumbre que lo acompa?¨® hasta la adultez. De ni?o desconfiaba de todos y jam¨¢s le cont¨® su historia a los compa?eros de colegio, a los que les mostraba dibujos junto a sus padres, todos felices y juntos de vacaciones en la nieve. Se arrancaba de casa para encontrarse con chicos hu¨¦rfanos que viv¨ªan en las calles pobres de Santiago: "Me sent¨ªa c¨®modo con ellos. No ten¨ªan padres, igual que yo".
Su refugio entre 1976 y 1984 fue la Vicar¨ªa de la Solidaridad, el organismo dependiente de la Iglesia cat¨®lica que ampar¨® a los perseguidos y busc¨® Justicia durante la dictadura. En ese lugar, en la plaza de Armas de la capital chilena, sus dos abuelas pasaban buena parte del d¨ªa y Puntito se encontraba con otros ni?os v¨ªctimas, como ¨¦l. Presenciaba reuniones pol¨ªticas, huelgas de hambre, marchas y la represi¨®n policial. Sent¨ªa mucha rabia contra el dictador, pero tambi¨¦n mucho miedo: ¡°Pinochet fue el Darth Vader de mi infancia¡±, dice.
Con miedo por el clima pol¨ªtico y la persecuci¨®n a otros de sus parientes, la familia decidi¨® que Luis se fuera a Suecia a vivir con su abuela materna, Ernestina Alvarado, de 93 a?os, que hasta ahora vive en Estocolmo. El muchacho no quer¨ªa irse al extranjero: ¡°?Si vuelven mis pap¨¢s y no me encuentran??Si aparece mi hermanito o hermanita?¡±, se pregunta Recabarren, que hasta hoy mantiene cierta esperanza de que su madre haya llegado a dar a luz en cautiverio.
En Suecia se reuni¨® con el exilio chileno y, aunque se hizo mayor en un entorno tranquilo, el dolor no pasaba con los a?os. Estudi¨® danza en la Royal Swedish Ballet School y lleg¨® a hacer giras internacionales, pero segu¨ªa llorando por las noches. ¡°Ca¨ªa en estados depresivos frecuentes. Se me hac¨ªa insoportable seguir viviendo con tanto dolor¡±, relata Puntito ¨Co Puntazo, como le dicen en broma ahora de mayor¨C que gracias a una terapia a la que se someti¨® en 2011 para v¨ªctimas de la guerra logr¨®, en parte, lograr cierta tranquilidad. A sus hijos, que nunca han pisado Chile, desde peque?os les cont¨® la tragedia de la familia. ¡°No les he negado el derecho a conocer su historia, como tampoco me lo negaron a m¨ª¡±, dice. Les relata, adem¨¢s, la principal lecci¨®n que recibi¨® de su abuela Ana, pizpireta hasta el final: ¡°La verdadera derrota ser¨ªa llenarnos de odio y que nos quiten la risa¡±.
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