El turista siempre tiene la raz¨®n (Aquitania, Boyac¨¢)
Durante los a?os del proceso de paz Colombia casi cuadruplic¨® el n¨²mero de visitantes, a pesar de la oposici¨®n traicionera del partido de Duque
De tanto en tanto, el presidente Duque reconoce en voz alta lo importantes que han sido para su pa¨ªs los espinosos acuerdos con las FARC. Es un gesto involuntario que hemos llegado a aceptar: un tic de Duque. Recuerda el ¡°sin querer queriendo¡± que se invent¨® el triste Chavo del 8 en la televisi¨®n de los setenta, pero, por supuesto, por el lado fundamental de los deberes ¨¦ticos: un ¡°sin tener teniendo¡±, un ¡°sin deber debiendo¡± reconocer para qu¨¦ sirve negociar la paz. Se le escap¨® el mi¨¦rcoles pasado, en el recinto ferial de Bogot¨¢, en la llamada ¡°vitrina tur¨ªstica¡± de la Asociaci¨®n Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo: ¡°El 2018 fue el a?o de mayor tasa de ocupaci¨®n hotelera en los ¨²ltimos trece a?os¡± ¨Cacept¨®, rejuvenecido, ante cuarenta delegaciones de compradores internacionales¨C. El turismo debe ser el nuevo petr¨®leo para Colombia¡±.
Se le sali¨® tambi¨¦n en un encuentro que presidi¨® el s¨¢bado pasado en el municipio de Aquitania, en el departamento de Boyac¨¢, justo despu¨¦s de jurarle a ese auditorio que ¡°Colombia no est¨¢ incitando ni fomentando guerras con Venezuela¡± con el ¨ªmpetu que le hizo falta a la hora de responderle al periodista Bricio Segovia si estar¨ªa dispuesto ¨C¡°s¨ª o no¡±¨C a recibir tropas norteamericanas en este pa¨ªs que ya tiene suficiente con sus propias guerras. ¡°Yo quiero que Boyac¨¢ sea conocido por esos 4¡¯274.000 visitantes no residentes que tuvo Colombia el a?o pasado ¨Cdeclar¨® para terminar su intervenci¨®n, ensombrerado, como volviendo a ser ese presidente conciliador e impopular que en un principio se la jug¨® por ir m¨¢s all¨¢ de su uribismo¨C. El a?o pasado fue el mejor a?o del turismo en la historia de nuestro pa¨ªs¡±.
En efecto, seg¨²n los c¨¢lculos oficiales, durante los a?os del proceso de paz Colombia pas¨® de tener 1¡¯700.000 a tener 6¡¯000.000 de turistas. Y fue as¨ª a pesar de la oposici¨®n traicionera del partido de Duque: en Grecia, en aquella cumbre de junio de 2017 para aliviar los dramas sociales, el expresidente Uribe lleg¨® al extremo de pintarle al mundo un pa¨ªs violento y sin futuro. As¨ª fue: a principios de 2018 era claro que Colombia ya hab¨ªa salido de la lista roja gringa del turismo, y The New York Times llevaba a cabo un recorrido por regiones inexploradas que no hubieran podido visitarse antes de los acuerdos de paz, pero el uribismo, que habr¨ªa podido reclamar la autoridad de muchos de esos logros, segu¨ªa rese?ando un peligroso pa¨ªs de narcos a punto de convertirse en una pesadilla castrochavista.
Y no hay que ser un experto en la materia, no hay que conocer a fondo lo dif¨ªcil que ha sido echar a andar nuestros paisajes y nuestros hoteles, ni lo duro que fue viajar por la abrupta geograf¨ªa y la accidentada sociedad colombiana desde el principio de los tiempos, para comprender lo infame que es empujar a aquella industria a la tarea de ofrecer planes tur¨ªsticos para el infierno.
El infierno, s¨ª: el pa¨ªs incierto en el que el presidente sigue d¨¢ndole vueltas, ¡°sin dudar dudando¡±, a la ley que pone en marcha la justicia transicional para la paz. El pa¨ªs ambiguo que ha tratado de cercar al violento e inescrupuloso dictador de Venezuela ¡°sin amarrar amarrando¡± su suerte a los Estados Unidos de Trump. El pa¨ªs derechizado que no solo ha querido tomarse la memoria del conflicto, ¡°sin tratar tratando¡±, sino de restaurar ¨Cdesde su controversial Plan de Desarrollo que poco tiene en cuenta los acuerdos¨C la vieja Colombia centralista con un Ejecutivo todopoderoso. El pa¨ªs negacionista que sigue pidi¨¦ndoles a los cr¨ªticos del Gobierno que mejor se vayan. El pa¨ªs absurdo en el que una poderosa minor¨ªa insiste e insiste, para la tranquilidad del turista, en que aqu¨ª no hay un conflicto armado sino apenas una amenaza terrorista.
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