El sue?o de Britannia se convirti¨® en la pesadilla del Brexit
Theresa May intenta flotar en medio de una tormenta perfecta que no se ha detenido en casi tres a?os
Los herederos pol¨ªticos de aquellos ¡°bastardos¡± ¡ªen palabras del ex primer ministro John Major¡ª que reventaron por dentro el Partido Conservador del Reino Unido a cuenta de la Uni¨®n Europea en la d¨¦cada de los noventa se disponen estos d¨ªas a repetir la historia. La diferencia est¨¢ en que, en aquella ocasi¨®n, Major logr¨® aguantar el empuje el tiempo suficiente como para retener al pa¨ªs dentro del nuevo Tratado de Maastricht, e incluso arrancar de Bruselas ventajas exclusivas como la de mantener la libra esterlina cuando el resto de socios adoptaba el euro o excluirse del sistema de fronteras abiertas que supuso Schengen.
Theresa May nunca dispuso de esas bazas. Se limit¨® a intentar flotar en medio de una tormenta perfecta que no se ha detenido en casi tres a?os. Los a?os proeuropeos de Tony Blair y Gordon Brown, la ¨¦poca de vino y rosas que fue bautizada como Cool Britannia, camufl¨® con la opulencia financiera de la City de Londres un resentimiento antieuropeo y un excepcionalismo brit¨¢nico latentes bajo la superficie.
La crisis econ¨®mica de 2008, la austeridad impuesta por un Gobierno conservador que ha llevado al pa¨ªs a los primeros puestos en t¨¦rminos de desigualdad, el rencor xen¨®fobo de los habitantes de las zonas m¨¢s desindustrializadas y empobrecidas de Inglaterra y el oportunismo de una ¨¦lite educada en Oxford y nost¨¢lgica de los d¨ªas del imperio segu¨ªan ah¨ª. Y coincidieron en el tiempo con una UE en horas bajas, con su propia crisis del euro, su infame gesti¨®n de la llegada masiva de refugiados y el resurgir de populismos por todo el continente. La torpeza de un primer ministro provoc¨® la chispa.
Aterrado ante el auge del partido xen¨®fobo UKIP, liderado por Nigel Farage, David Cameron prometi¨® un refer¨¦ndum sobre la permanencia en la UE que nadie hab¨ªa pedido, con la esperanza de ganarlo, acallar durante a?os al ala dura de su partido y retener a los votantes que hu¨ªan a chorros a la nueva formaci¨®n.El 24 de junio de 2016, acompa?ado de su mujer y sus tres hijos, compareci¨® a las puertas de Downing Street para anunciar su dimisi¨®n. Un 52% de los electores hab¨ªa dado su respaldo al Brexit. ¡°Siempre dej¨¦ clara mi convicci¨®n de que el Reino Unido ser¨ªa m¨¢s fuerte, se sentir¨ªa m¨¢s seguro y saldr¨ªa beneficiado si permanec¨ªa dentro de la Uni¨®n Europea. Pero el pueblo brit¨¢nico ha decidido seguir otro camino¡±.
Cameron desapareci¨® de la escena p¨²blica, se retir¨® a disfrutar de su patrimonio personal de 11 millones de euros, ingres¨® en el circuito de conferenciantes de lujo ¡ªa 140.000 euros la intervenci¨®n¡ª y volvi¨® a incorporarse al club elitista de caballeros al que hab¨ªa renunciado despu¨¦s de acceder a la jefatura de Gobierno. Los caballeros de aquel Camelot creado en torno a Cameron, las ¨¦lites brit¨¢nicas de Oxford que pretendieron dar un ba?o social y moderno al discurso conservador (Boris Johnson, Michael Gove, George Osborne, Andrea Leadsom) comenzaron a despellejarse entre ellos en torno a la tabla redonda, ante el pasmo del p¨²blico brit¨¢nico y la delicia de los medios de comunicaci¨®n, y el personaje m¨¢s anodino y menos sospechoso de toda esta historia, Theresa May, blandi¨® Excalibur, la espada que Cameron hab¨ªa sacado de la roca, la alz¨® orgullosamente y, desde entonces, no ha sabido qu¨¦ hacer con ella.
Es ilustrativo del calvario sufrido por esta primera ministra accidental, que ha desangrado el final de su carrera pol¨ªtica en el intento imposible de sacar algo bueno del Brexit, comparar sus discursos de hace poco m¨¢s de un a?o, en la imponente mansi¨®n londinense de Lancaster House ¡ªsede del Ministerio de Exteriores brit¨¢nico¡ª y el de la pasada semana en su residencia de Downing Street. El primero, que llev¨® al delirio a los euroesc¨¦pticos, era un mensaje de desaf¨ªo al resto del mundo. ¡°Una de las razones por las que la democracia del Reino Unido ha sido una historia de ¨¦xito radica en la fortaleza de nuestra identidad como una ¨²nica naci¨®n, por el respeto que nos mostramos los unos a los otros como ciudadanos y por la importancia que asignamos a nuestras instituciones¡±, dijo entonces. Prometi¨® ese d¨ªa un futuro de prosperidad en el que su pa¨ªs se liberar¨ªa del yugo de Bruselas y volver¨ªa a establecer v¨ªnculos comerciales propios con las naciones emergentes.
Una l¨ªder cuestionada
Poco que ver esas promesas con la rabia destilada de sus palabras el pasado mi¨¦rcoles, humillada por el Consejo Europeo, cuestionada en su liderazgo por sus compa?eros de filas y ninguneada por la C¨¢mara de los Comunes, que en dos ocasiones hab¨ªa rechazado su plan del Brexit. ¡°De algo estoy absolutamente segura: los ciudadanos est¨¢n hartos. Hartos de las peleas internas. Hartos de los juegos pol¨ªticos y de las triqui?uelas parlamentarias. Hartos de que los diputados no hablen m¨¢s que del Brexit. Quieren que todo esto acabe de una vez, y yo estoy de su parte¡±, se lamentaba May en un arranque impregnado del mismo tono populista con el que la hab¨ªan martilleado durante m¨¢s de dos a?os sus rivales internos.
El Brexit fue el producto de una campa?a de mentiras y falsas promesas, el resultado de agitar los instintos xen¨®fobos de una Inglaterra media que se sent¨ªa amenazada y disminuida, la nostalgia del imperio que aprendi¨® en sus libros escolares una generaci¨®n madura que en 2016 acudi¨® a las urnas de un modo mucho m¨¢s entusiasta que los j¨®venes. Los brit¨¢nicos urbanitas, educados y viajeros se han dado cuenta en los ¨²ltimos dos a?os de su error y reclaman ahora una segunda oportunidad para rectificar el error que ha hipotecado su futuro.
El pa¨ªs modelo de una democracia de siglos de historia se halla sumido en una crisis constitucional para la que no tiene siquiera la herramienta b¨¢sica con que sortearla: una Constituci¨®n. El Parlamento ha intentado rebelarse contra el Gobierno pero ni siquiera tiene claras las v¨ªas procedimentales para imponerse. La mayor¨ªa de los brit¨¢nicos se ha dado cuenta, quiz¨¢ demasiado tarde, de que su himno favorito, Rule, Britannia! ¡ª ¡°Los altaneros tiranos nunca te domesticar¨¢n, todos sus intentos de hacer que te agaches, despertar¨¢n tu generosa llama, y desataran su envidia y tu renombre¡±¡ª, est¨¢ muy bien para cantarlo en los partidos de f¨²tbol o interpretarlo una vez al a?o en la BBC, pero que el mundo real es demasiado complejo como para dominarlo con una espada inventada como la del rey Arturo.
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