La geopol¨ªtica del glifosato
La vuelta a la fumigaci¨®n que pretende Duque es una estrategia m¨¢s para alcanzar el objetivo de voltear el pacto con las FARC
C3H8NO5P. Los qu¨ªmicos leen en esa f¨®rmula la palabra glifosato. Es un ¨¢cido capaz de eliminar hierbas y arbustos. La empresa Monsanto, dedicada a biotecnolog¨ªa, descubri¨® esa capacidad en 1970. Muchos a?os m¨¢s tarde, la misma multinacional patent¨® una variante de soja resistente al glifosato. Desde entonces ese agroqu¨ªmico se destina a eliminar malezas en los cultivos de esa planta. Tambi¨¦n desde entonces su utilizaci¨®n est¨¢ rodeada de un debate sobre sus efectos t¨®xicos para la salud y el medio ambiente. Esa controversia se ha vuelto en estos d¨ªas m¨¢s intensa en Colombia. Pero all¨ª la discusi¨®n s¨®lo en apariencia es sanitaria. El glifosato est¨¢ en el centro de la disputa de poder que, desde el plebiscito por los acuerdos de paz entre el gobierno Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, divide al pa¨ªs. Y tambi¨¦n est¨¢ en el centro de un conflicto geopol¨ªtico en el que intervienen las principales potencias de la regi¨®n.
El glifosato fue el recurso principal del programa de combate al narcotr¨¢fico pactado en 1999 por los presidentes Bill Clinton y Andr¨¦s Pastrana y conocido como Plan Colombia. La estrategia principal consist¨ªa en fumigar las plantaciones de coca con esa sustancia. Durante la gesti¨®n de Santos, y sobre todo a partir de 2015, esa pr¨¢ctica se interrumpi¨®. El motivo principal, o por lo menos el motivo expreso, es que la Corte Constitucional acept¨®, en tres sentencias, que el producto afectaba la salud de los humanos.
Desde que lleg¨® al poder, el presidente Iv¨¢n Duque ha defendido la necesidad de retomar con urgencia las aspersiones. Su argumento principal es que, como consecuencia de su suspensi¨®n, los cultivos ilegales de marihuana, amapola y, sobre todo, coca, registraron una expansi¨®n alarmante. La querella lleg¨® a ese alto tribunal, enfrentando a Duque con su antecesor Santos.
El ¨¢rea sembrada de coca tuvo un crecimiento pavoroso. Pas¨® de 50.000 hect¨¢reas en 2015 a 206.000 a fines de 2018. Los ingresos por venta de coca¨ªna tambi¨¦n se dispararon: en 2018 fueron 14.000 millones de d¨®lares. Un monto capaz de desequilibrar la econom¨ªa del pa¨ªs. Y tambi¨¦n de corroer su democracia.
El fen¨®meno tendr¨ªa varias causas. Algunos lo atribuyen a que, como en los acuerdos de paz con las FARC se prometieron subsidios para quienes tuvieran plantaciones, muchos agricultores se lanzaron a sembrar drogas ilegales. Otros agregan que la crisis de la miner¨ªa, debida a la ca¨ªda del precio del oro, volc¨® a muchos terratenientes a la producci¨®n de coca. Sin embargo Duque encuentra que la ra¨ªz del problema est¨¢, antes que nada, en la decisi¨®n de no fumigar m¨¢s.
El duelo es sanitario s¨®lo en la superficie. El presidente, igual que su principal mentor, ?lvaro Uribe, suponen que se dej¨® de atacar la producci¨®n de coca para cumplir con una exigencia de las FARC en la negociaci¨®n de los Acuerdos de Paz, a los que ambos se opusieron. Los guerrilleros habr¨ªan exigido, seg¨²n esa versi¨®n, que se les facilite la siembra ilegal. La vuelta a la fumigaci¨®n que pretende Duque es una estrategia m¨¢s para alcanzar el objetivo de voltear el pacto con las FARC. El glifosato se ha convertido en el nuevo eje de la polarizaci¨®n colombiana.
Tambi¨¦n la utilizaci¨®n o el abandono de ese herbicida determina la geopol¨ªtica. Muchos ciudadanos creen, con Uribe y Duque a la cabeza, que la comercializaci¨®n de drogas producidas en Colombia es el principal ingreso de los militares venezolanos que sostienen a Nicol¨¢s Maduro. Esa mafia fue denunciada en los Estados Unidos por ex colaboradores de Hugo Ch¨¢vez como el C¨¢rtel de los Soles, al frente del cual estar¨ªa Diosdado Cabello. Disminuir el ¨¢rea sembrada de coca ser¨ªa, entonces, debilitar m¨¢s a Maduro.
El gobierno colombiano pretende que esa dictadura termine cuanto antes. No s¨®lo en defensa de los venezolanos. Tambi¨¦n en defensa propia. La migraci¨®n masiva hacia Colombia ha ocasionado un colapso en el sistema sanitario y educativo de las localidades cercanas a la frontera con Venezuela. Es una regi¨®n en la que, como ocurre en el norte brasile?o, se ha producido una crisis humanitaria.
Los expertos en la din¨¢mica judicial colombiana apuestan a que la Corte no revisar¨¢ las restricciones que ya estableci¨® para la aspersi¨®n con glifosato. De ser as¨ª, la Iglesia cat¨®lica aplaudir¨¢: su titular, el obispo ?scar Urbina, acaba de advertir que la reducci¨®n de las plantaciones ilegales hundir¨ªa en la miseria a las familias pobres que viven de esa actividad. Tambi¨¦n el gobierno de Brasil est¨¢ a favor de la prohibici¨®n ordenada por los jueces, ya que teme que el glifosato contamine las aguas del Amazonas.
El gobierno de los Estados Unidos, en cambio, se ver¨¢ frustrado en su pol¨ªtica colombiana que es, en varios aspectos, su pol¨ªtica venezolana. Hace ya casi dos a?os, el entonces canciller de Donald Trump, Rex Tillerson, se mostr¨® alarmado por el aumento de las hect¨¢reas dedicadas a la coca. Y pidi¨® volver a las fumigaciones. Dijo que su presidente se lo hab¨ªa dicho a Santos: ¡°Tenemos que destrozar esos campos¡± fue la expresi¨®n que utiliz¨®. Duque se hizo cargo de esa sugerencia. Pero le est¨¢ costando cumplir.
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