El fuego y el acantilado
Los poderes pol¨ªticos y econ¨®micos vigentes podr¨¢n ayudar a levantar Notre Dame, pero no van a salvar al planeta, porque est¨¢n ¨ªntimamente ligados a las fuerzas que lo devastan
Hace unos d¨ªas le¨ª una reflexi¨®n del escritor colombiano Juan C¨¢rdenas a prop¨®sito de una nota inquietante: el suicidio de unas morsas cuyo h¨¢bitat fue devastado por el cambio clim¨¢tico. C¨¢rdenas contrastaba la impresi¨®n que le provoc¨® el video que testimoniaba la autosupresi¨®n de las morsas (que saltaron por un acantilado) con la que le dej¨®, ese mismo d¨ªa, el incendio accidental de la catedral de Notre Dame, en Par¨ªs. Y conclu¨ªa, razonablemente, que pese a todo el dolor que pueda uno sentir por el patrimonio arquitect¨®nico, hist¨®rico, art¨ªstico y religioso destruido o afectado en el siniestro del 15 de abril, lo que resulta irreparable de verdad, y ante lo que permanecemos en general indiferentes, es la p¨¦rdida de la naturaleza.
Las morsas no se encuentran, de momento, registradas entre las especies en peligro de extinci¨®n (a pesar de que han sido masacradas de modos infames) pero el deterioro o supresi¨®n de sus refugios y los vaivenes clim¨¢ticos (que muchos gobiernos se empe?an en negar, o que aceptan pero sin tomar medidas contundentes al respecto) pueden hacer que esa escena extrema del suicidio se replique. Y no est¨¢n solas: abrir un portal de noticias, hoy, es leer apuntes sobre el peligro global que enfrentan las abejas, la agon¨ªa de varias clases de aves y mam¨ªferos, el colapso de las poblaciones de peces¡
Notre Dame es una joya invaluable que lleva m¨¢s de ocho siglos en pie, acumulando sobre s¨ª Historia (e historias), arte, belleza... Y resulta l¨®gico que nos consternemos porque la obra m¨¢s trascendente del medioevo europeo haya sufrido da?os tremendos y corrido el riesgo de desmoronarse. Eso no tendr¨ªa siquiera que ponerse en duda y para negarlo hay que ser muy inconscientes o muy fan¨¢ticos (las redes dan cuenta de que padecemos la cercan¨ªa de muchos ejemplares de unos y otros bichos, aunque a¨²n son minor¨ªa). Pero lo que sucede ahora mismo con la naturaleza es, si tuvi¨¦ramos que ponernos a jerarquizar las desgracias que nos aquejan, incluso peor. Porque Notre Dame ser¨¢ reconstruida, al igual que lo han sido otras joyas g¨®ticas. Las catedrales de Reims y Colonia, v¨ªctimas de las guerras mundiales, perdieron parte de su gloria en el fuego pero siguen, por fortuna, en pie. Para Nuestra Se?ora ya se han anunciado donaciones millonarias y un programa que atienda las necesidades inmediatas del recinto. Y, sin embargo, con la naturaleza puede que no lleguemos a esos finales felices o al menos agridulces...
Los humanos hemos arrasado con animales y plantas y saqueado la tierra firme y los mares y lo seguimos haciendo cada ma?ana. Asumimos que lo que alberga el planeta (y el planeta mismo) est¨¢ all¨ª para que lo explotemos y en nuestra ambici¨®n, imbecilidad y vileza hemos hecho desaparecer una multitud de especies que llevaban millones de a?os vivas, que recorrieron el camino de la evoluci¨®n junto a nosotros (o lo empezaron mucho antes) y que, por nuestra mano, ya no est¨¢n m¨¢s. Nos hemos afanado en dejar una realidad m¨¢s pobre de la que encontramos al nacer.
Y parece que solo a golpes abrimos los ojos. Los anticipados colapsos de las reservas de agua potable y energ¨ªa, el estado l¨ªmite de la contaminaci¨®n en miles de ciudades, los estragos causados por el sobrecalentamiento general y el deshielo de los polos no son datos curiosos: son s¨ªntomas del desastre que se avecina. Los poderes pol¨ªticos y econ¨®micos vigentes podr¨¢n ayudar a levantar Notre Dame de las cenizas, s¨ª, y qu¨¦ bueno, pero no van a salvar al planeta, porque est¨¢n ¨ªntimamente ligados a las fuerzas e intereses que lo devastan. Y en materia ambiental ya no sirven las reformas o los pa?os tibios: urge una revoluci¨®n. Porque sabemos apagar el fuego, pero parece que no sabemos qu¨¦ hacer para evitar el salto por el acantilado.
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