¡°Seguimos so?ando con lo que pas¨® en la iglesia¡±
Los cristianos de Sri Lanka, que apenas representan un 7% en un pa¨ªs de mayor¨ªa budista, entierran a sus seres queridos y temen nuevos ataques
La vida no sonri¨® siempre a Ruklanthi Fernando, de 44 a?os, pero ella siempre le sonri¨® a la vida, cuenta su familia. Su marido no hab¨ªa logrado encontrar trabajo en una d¨¦cada, desde que perdi¨® su puesto de limpiador en el Reino Unido, y encadenaba depresi¨®n tras depresi¨®n. El de ella, responsable de l¨ªnea en una f¨¢brica estatal, era el ¨²nico sueldo que entraba en casa para mantener al matrimonio y sus dos hijos en edad escolar. Pero ¡°no se quejaba nunca, y jam¨¢s la vimos enfadada. Era muy devota, y siempre ten¨ªa una palabra amable para todo el mundo¡±, recuerda su hija Rowina, de 16 a?os. Este domingo, quiz¨¢ para rezar por que su marido encontrara empleo, levant¨® pronto a los suyos y les hizo vestirse su mejor ropa para ir a la misa de Pascua en la iglesia de San Sebasti¨¢n, en Negombo, en las afueras de Colombo. Nunca volvi¨®.
Rowina se hab¨ªa colocado unas filas de bancos detr¨¢s de su madre en la iglesia atestada cuando son¨® la explosi¨®n. A¨²n no lo sab¨ªan, pero un terrorista que hab¨ªa entrado con una pesada mochila azul hab¨ªa activado la bomba que llevaba a hombros. La ni?a result¨® ilesa; su padre, que aguardaba fuera de la iglesia, tambi¨¦n. Pero Ruklanthi qued¨® muy malherida y muri¨® en el hospital a las pocas horas. Fue una de las 110 v¨ªctimas mortales en esta parroquia, la m¨¢s perjudicada en la cadena de bombas contra iglesias y hoteles de lujo en Sri Lanka el domingo.
¡°No podemos entenderlo. ?Qu¨¦ esperaban ganar los terroristas matando a gente inocente? ?Qu¨¦ quer¨ªan conseguir? Lo ¨²nico que han logrado es destrozar a familias inocentes. Han dejado a mis sobrinos desvalidos y sin ingresos, porque su padre no consigue trabajo. ?Qu¨¦ culpa tienen ellos de nada?¡±, se lamenta Milanjan de Mel, de 48 a?os, cu?ado de Ruklanthi. Esta ma?ana han enterrado a esta mujer, que mira desde una foto con gafas grandes y sonrisa t¨ªmida; una mujer que en vida se concedi¨® muy pocos caprichos y que so?aba con que su hija llegara a ser profesora de Matem¨¢ticas.
Negombo, n¨²cleo cristiano de un pa¨ªs mayoritariamente budista ¡ªel 70% de la poblaci¨®n, frente a un 12% de hind¨²es, un 10% de musulmanes y un 7% de cristianos¡ª, es hoy unas exequias gigantescas. En las calles ondean una tras otra largas tiras de banderines blancos, el color del luto. Banderines presentes en las casas, en las tiendas, hasta en los ubicuos motocarros de transporte. Cada tanto, un cartel con una foto y unas fechas de nacimiento y muerte (esta, siempre la misma: 21-4-2019) indica d¨®nde viv¨ªa alguna de las v¨ªctimas. A lo largo del d¨ªa en el vecino cementerio de Katuwapitiya, donde las excavadoras han trabajado a destajo para abrir el suficiente terreno, se dar¨¢ tierra a m¨¢s de treinta personas. El lunes ya fueron otras tantas.
Los cat¨®licos de Negombo admiten vivir con miedo. Maduri De Silva, de 42 a?os, acaba de enterrar a su madre, Rita Perera, de 72, una antigua subdirectora de escuela con fama de estricta pero con debilidad por sus nietos: ¡°les hac¨ªa los deberes, especialmente las redacciones. Pero no les dejaba que las copiaran, les dec¨ªa que se lo aprendieran y lo contaran con sus propias palabras¡±, recuerda con una sonrisa triste. Ahora estos nietos han dejado de ir a la escuela estos d¨ªas.
¡°Tenemos p¨¢nico a las aglomeraciones, a que pueda haber otros atentados. No nos atrevemos a salir a ninguna parte, ni siquiera a ver a otros familiares. Puede haber una bomba en cualquier parte, hasta en un coche. Hasta en sue?os seguimos viendo las escenas de la iglesia¡±, cuenta De Silva.
En la iglesia de San Sebasti¨¢n, otrora un ajardinado remanso de paz, se han instalado fuertes medidas de seguridad. Polic¨ªas y soldados armados con rifles est¨¢n apostados cada pocos metros. Para entrar hay que someterse a una estricta inspecci¨®n. Aun as¨ª, no cesan las riadas de gente que vienen a dar el ¨²ltimo adi¨®s, examinar los da?os o compartir condolencias. La iglesia a¨²n est¨¢ inutilizada, pero bajo una gran carpa en el jard¨ªn ¡ªel calor h¨²medo aprieta¡ª se ha celebrado un funeral por los muertos. Han venido sacerdotes y feligreses de muchas otras parroquias, incluso algunos monjes budistas. Musulmanes, no. ¡°No se atreven a salir. Tienen miedo de represalias¡±, admite un feligr¨¦s.
En las calles adyacentes, la asociaci¨®n de vecinos de Negombo reparte un texto en cingal¨¦s, una de las lenguas locales, en el que insta a ¡°no buscar revancha, no arremeter contra ning¨²n grupo ¨¦tnico, no convertir esto en una espiral de odio¡±.
El padre Cyril Gamini Fernando, sacerdote de una parroquia vecina, espera que no se produzcan disturbios en los pr¨®ximos d¨ªas. ¡°La gente a¨²n est¨¢ conmocionada, pensando en sus familiares, haci¨¦ndose a la idea. Despu¨¦s¡ tenemos que hacer mucho trabajo de educaci¨®n, de recordar el mensaje cristiano de paz¡±.
Un sacerdote anciano se ha acercado hace unos minutos. ¡°No podemos culpar a los inocentes, ninguna comunidad es culpable. La culpa es del Gobierno, por no avisar a la gente y por jugar al politiqueo¡±, dice, en referencia a las alertas que el Ejecutivo de Sri Lanka recibi¨® de servicios extranjeros sobre planes para atentar contra turistas y cristianos. El Gobierno reconoci¨® haber recibido esos mensajes, pero disfunciones internas probablemente vinculadas con peleas pol¨ªticas impidieron tomar medidas de prevenci¨®n eficaces. La comunidad cristiana ¡ªuna herencia dejada por la presencia portuguesa (1505-1658)¡ª no hab¨ªa tenido enfrentamientos con otros colectivos religiosos en la turbulenta historia del pa¨ªs. ¡°Ninguno pod¨ªamos imaginarnos que ¨ªbamos a vivir algo as¨ª¡±, reconoce el padre Fernando.
La comunidad cristiana ¡ªun 7% de la poblaci¨®n y muy mayoritariamente cat¨®lica, una herencia dejada por la presencia portuguesa en la isla (1505 a 1658)¡ª no hab¨ªa tenido problemas de enfrentamientos con otras comunidades religiosas en la frecuentemente turbulenta historia de este pa¨ªs desde su independencia del dominio brit¨¢nico en 1948. ¡°Ninguno pod¨ªamos imaginarnos que ¨ªbamos a vivir algo as¨ª¡±, reconoce el padre Fernando.
Los familiares de las v¨ªctimas aseguran que no desean ning¨²n tipo de venganza. No conducir¨ªa a nada, dice Da Silva. ¡°Dios se ha llevado a una buena persona¡± ¡ªmusita Rowina sobre su madre¡ª, ¡°prefiero verlo as¨ª¡±. Su t¨ªo Milanjan asiente: ¡°si hubiera represalias, acabar¨ªan pagando otros inocentes. No los que han hecho esto¡±.
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