La disfuncional familia de la ultraderecha europea
Un an¨¢lisis de la actualidad internacional a trav¨¦s de art¨ªculos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT
No se llevan tan bien como parece. De hecho en la foto de la cumbre ultraderechista convocada por Matteo Salvini en Mil¨¢n hace una semana faltaban los dos partidos del ramo m¨¢s influyentes hoy en Europa: el h¨²ngaro Fidesz de V¨ªktor Orb¨¢n y el polaco Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczyinski. Ambos en el gobierno. A las fuerzas nacional-populistas que estos d¨ªas concurren a las elecciones europeas les une un mensaje: la identidad nacional est¨¢ en peligro, la inmigraci¨®n es una amenaza y hay que recuperar la soberan¨ªa nacional. Y un deseo: cambiar las instituciones europeas y sus principios fundacionales. Pero les separa Rusia y la estrategia a seguir. Ni Hungr¨ªa ni Polonia quieren formar un solo bloque junto a sus correligionarios de Italia, Francia, Alemania, Holanda, Austria, Dinamarca, Estonia o Finlandia, en el Parlamento Europeo que salga de estos comicios. Aspiran a atraer a los partidos conservadores con los que comparten grupo en la c¨¢mara europea, los Populares en el caso de Orb¨¢n (del que est¨¢ temporalmente suspendido), y los Conservadores y Reformistas en el caso del polaco, para plantar cara a los socialdem¨®cratas, los verdes y cualquier otra fuerza liberal progresista. Esa es la brecha que quieren abrir. La divisi¨®n limita por el momento la capacidad de la ultraderecha para actuar junta en la UE. Una buena noticia para la supervivencia del proyecto europeo en su forma actual.
En una reciente entrevista concedida a The Atlantic, V¨ªktor Orb¨¢n deja claras sus distancias con Marine Le Pen, de quien dice no fiarse, y expresa su apoyo a Salvini, a quien considera un gran activo para la causa nacionalista europea por su capacidad de influencia al gobernar en el tercer mayor pa¨ªs de la UE. Pero no est¨¢ dispuesto a formar parte de ning¨²n bloque ni sumarse por el momento a la Alianza de los Pueblos y naciones que promueve el italiano. A preguntas de Bernard Henri-Levy, Orb¨¢n no tiene reparo en reconocer que se ha convertido en el l¨ªder de las democracias iliberales europeas. Pero puntualiza: ¡°Espere un momento. Aclaremos los t¨¦rminos. El liberalismo ha aupado a la correcci¨®n pol¨ªtica, lo que es una forma de totalitarismo y que es lo opuesto a la democracia. Por eso creo que el iliberalismo restablece la verdadera libertad, la verdadera democracia¡±. Reivindica la necesidad de que los partidos de derechas europeos se unan para parar los pies a la izquierda. Y evitar la ¡°islamizaci¨®n de Europa¡±. No ve contradicciones entre su pol¨ªtica migratoria y la defensa cerrada que hace del cristianismo, a pesar de que el Papa Francisco le ha criticado por la crueldad de su trato a los inmigrantes en m¨²ltiples ocasiones. ¡°?Pero si el ADN europeo cristiano soy yo!¡±, dice. Fidesz podr¨ªa ganar el 71% de los 21 esca?os asignados a Hungr¨ªa en el Parlamento Europeo. Ser¨ªa el partido de extrema derecha m¨¢s votado, seguido de Polonia (49%), Italia (39%), el Partido del Brexit de Farage del Reino Unido (35%), Eslovaquia (30%), Francia (29%), B¨¦lgica (28%) y Austria (27%). Porcentajes que en algunos casos se multiplican por tres con respecto a las pasadas elecciones.
En The Guardian, Shaun Walker analiza c¨®mo Rusia divide a la extrema derecha europea Para muchos nacionalistas, el apoyo de Mosc¨² es un efecto colateral natural de su sentimiento antiamericano y anti Bruselas. Salvini ha alabado a Putin en repetidas ocasiones pero quiz¨¢s quien del grupo m¨¢s claramente ha apoyado al
presidente ruso ha sido Marine Le Pen, que adem¨¢s ha recibido pr¨¦stamos concedidos por el Banco de Rusia. Y qu¨¦ decir del esc¨¢ndalo de la ultraderecha austriaca, forzada a retirarse de la coalici¨®n en el Gobierno por sus chuscas relaciones con un (falso) mafioso ruso¡ Algunos partidos ultras de Escandinavia, como es el caso de Dinamarca, ven con temor a Rusia por su proximidad geogr¨¢fica, pero el pa¨ªs que m¨¢s claramente ha expresado su negativa a unir fuerzas con los amigos de Putin ha sido Polonia: ¡°Estamos de acuerdo en muchas cosas, como la inmigraci¨®n y la soberan¨ªa, pero no apoyamos la relaci¨®n con Rusia¡±, dice Kaczynski. Que descarta cualquier cooperaci¨®n con Le Pen: ¡°No s¨®lo est¨¢ financiada por Rusia, est¨¢ m¨¢s a la derecha que nosotros en algunas cuestiones sociales. Es demasiado ultra para que podamos cooperar con ella¡±.
Quien s¨ª se ha ofrecido a sumarse al bloque ultranacionalista de Salvini ha sido el brit¨¢nico Nigel Farage. Y su aportaci¨®n en t¨¦rminos de esca?os no es despreciable. Mientras que Theresa May dimite tras haber intentado torpe y desesperadamente todas las f¨®rmulas posibles para el Brexit ¨Cya sea el acordado con la UE y rechazado tres veces en el Parlamento, el fallido intento de pacto con los laboristas o el descartado recientemente a cambio de un nuevo refer¨¦ndum¨C, Farage es el ¨²nico que recoge beneficios del desastre de la gesti¨®n conservadora del mandato popular recibido hace tres a?os para sacar al Reino Unido de la UE. En un Reino Unido m¨¢s dividido que nunca, la paradoja es que el l¨ªder ultraconservador y ac¨¦rrimo enemigo de la UE se postula como ganador brit¨¢nico de los comicios europeos con su reci¨¦n creado partido (cinco semanas de vida), muy por delante de los Laboristas y Conservadores. Pero el Parlamento Europeo contraataca. En Politico, Maia de la Baume y Zia Weise revelan que el presidente del Parlamento, Antonio Tajani, ha pedido al comit¨¦ asesor que revise el c¨®digo de conducta de la c¨¢mara para comprobar si Farage se ha saltado las reglas al no declarar regalos por valor de casi medio mill¨®n de libras (565.000 euros). Veremos.
En el New Yorker, Sam Knight narra su experiencia en un acto del Partido del Brexit en el interior del Reino Unido (West Midlands). Una regi¨®n que fue en el pasado el centro de la industria metal¨²rgica y que en un 60% vot¨® a favor de abandonar la UE en 2016. Los que atend¨ªan el mitin eran mayoritariamente blancos pero de distinto origen social. La mayor¨ªa de ellos desencantados con el partido conservador. ¡°La UE no funciona. A Farage le doy el beneficio de la duda¡±, dec¨ªa uno de los asistentes. Y el mensaje que dominaba en las pancartas del acto era: ¡°CHANGE POLITICS FOR GOOD¡±. Y eso pese a que el partido de Farage no tiene programa pol¨ªtico alguno. S¨®lo sacar al Reino Unido de la UE como sea, sin acuerdo y con todas sus nefastas y ya conocidas consecuencias econ¨®micas. No importa. Todos compart¨ªan la emoci¨®n de reivindicar el nacionalismo ingl¨¦s. Whatever that means¡
As¨ª las cosas, el presidente em¨¦rito italiano, Giorgio Napolitano, en una entrevista a La Repubblica, lanzaba un mensaje claro de cara a estas elecciones: ¡°Hay que votar contra la mentira de los populistas¡±. Presidente entre 2006 y 2015, Napolitano, con una s¨®lida trayectoria pol¨ªtica, fue la ¨²nica autoridad institucional italiana capaz de frenar los desmanes del l¨ªder populista por antonomasia, Silvio Berlusconi, que acab¨® dimitiendo en 2011 en medio de una grave crisis econ¨®mica. Y recuerda: ¡°La UE naci¨® del desastre de la Guerra Mundial como reacci¨®n al nacionalismo y las
tendencias reaccionarias, fascistas y de derecha que la provocaron¡±. E insiste: ¡°Este patrimonio no puede ser desperdiciado¡±.
Mark Leonard, en Politico, transforma el miedo en virtud en su columna de opini¨®n. Explica por qu¨¦ el miedo, habitual arma de los populistas, puede en esta ocasi¨®n salvar a la UE. Y comenta c¨®mo una encuesta reciente muestra que el apoyo a la UE es el m¨¢s alto entre sus ciudadanos desde 1983. Dos tercios de los europeos apoyan el proyecto; muchos de los encuestados temen que la UE en su forma actual pueda desaparecer y que esta pueda ser la ¨²ltima vez que puedan votar en unas elecciones al Parlamento Europeo. El miedo a la ultraderecha parece que cala y puede movilizar el voto. ¡°Es el momento de que los pro europeos usen la ansiedad sobre el futuro del proyecto y proponer soluciones convincentes¡±.
Y mientras la econom¨ªa mundial parec¨ªa que iba capeando m¨¢s o menos bien el par¨®n del crecimiento con ayuda de los bancos centrales, el presidente Donald Trump parece empe?ado en complicar las cosas. Ya sea con sus amenazas contra Ir¨¢n, que han presionado al alza los precios del petr¨®leo y puede dar al traste con la pol¨ªtica amable de las autoridades monetarias en su vigilancia de la inflaci¨®n. O con su fijaci¨®n de declararle la guerra comercial a China. Para The Economist, la escalada de amenazas comerciales entre EEUU y China representan la nueva Guerra Fr¨ªa. Nueva, entre otras cosas, porque ocurre en otra clave. Ambas potencias compiten en todos los terrenos que definen las ventajas estrat¨¦gicas y el poder hoy en el mundo. Desde los semiconductores a los submarinos o a la tecnolog¨ªa que permite explorar el espacio. No tiene que ver con la rivalidad militar. EEUU se queja de que China le roba tecnolog¨ªa y que con ella conquista un poder que amenaza la paz mundial. China, mientras, aspira a ocupar el lugar dominante en Asia que le corresponde por su progreso reciente y teme que Washington le est¨¦ boicoteando por ser incapaz de aceptar su decadencia como ¨²nico gran poder mundial. Y concluye el semanario en su editorial: ¡°Tres d¨¦cadas despu¨¦s de que cayera la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el momento unipolar se ha acabado. En China, EEUU tiene un rival que aspira a ser el primero. Los v¨ªnculos empresariales y de beneficios, que serv¨ªan para cimentar su relaci¨®n, se han convertido hoy en un campo de batalla. China y EEUU necesitan desesperadamente acordar unas reglas que permitan manejar esta nueva y vertiginosa era de competencia entre las dos superpotencias. Por el momento, ambos ven las reglas como algo contra lo que pelear¡±. Desgraciadamente. Y, sobre todo, para el resto del mundo que, a menos que se pongan de acuerdo, sufrir¨¢ las consecuencias.
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