La otra historia del desembarco en Normand¨ªa
A los 75 a?os del D¨ªa D, emerge el drama de las ciudades y pueblos franceses bombardeados por los aliados
Los monumentos hist¨®ricos revelan tanto por lo que dicen como por lo que callan. ¡°A la memoria de las v¨ªctimas del bombardeo que destruy¨® la ciudad de Saint-L?. El 6 de junio de 1944¡±, se lee al pie de la roca sobre la que se eleva esta peque?a ciudad de Normand¨ªa. El texto, breve y directo, explica el qu¨¦, el cu¨¢ndo y el d¨®nde. Falta una parte de qui¨¦n. Es decir, los responsables de los bombardeos: las fuerzas armadas aliadas que el mismo d¨ªa hab¨ªan desembarcado en la costa, a 40 kil¨®metros de Saint-L?, para liberar Europa del nazismo.
¡°El monumento no dice qui¨¦n lo hizo. Podr¨ªan haber escrito: ¡®A las v¨ªctimas de los bombardeos americanos¡¯. No lo dice¡±, se?ala el historiador militar Stephen A. Bourque, autor de Beyond the beach. The allied war against France (M¨¢s all¨¢ de la playa. La guerra aliada contra Francia).
El libro, publicado en 2018 en Estados Unidos y hace unos meses en versi¨®n francesa, explora un aspecto poco estudiado del desembarco en Normand¨ªa, del que ma?ana se conmemoran 75 a?os: la guerra a¨¦rea que, con especial intensidad a partir de enero de 1944, arras¨® ciudades francesas como Saint-L? y mat¨® a unos 60.000 civiles, seg¨²n los datos recopilados por el estadounidense Bourque, profesor en el U.S. Naval Institute. La cifra, explica en el libro, es superior a la de los muertos por el?blitz, los bombardeos alemanes sobre Gran Breta?a. En los ocho primeros meses de 1944, Francia e Italia recibieron la mayor¨ªa de bombas aliadas en Europa, m¨¢s que Alemania, seg¨²n documenta el historiador. ¡°Personalmente, y uso la palabra con cuidado, creo que fue un crimen de guerra bombardear estas ciudades m¨¢s all¨¢ de las playas¡±, sostiene.
Siguiendo otros trabajos hist¨®ricos y sumergi¨¦ndose en archivos militares y locales, Bourque subraya una parte no oculta, pero s¨ª poco destacada en el relato del D¨ªa-D que ha quedado fijado en la memoria. Es el relato ¡ªmuy real, puesto que aquella operaci¨®n efectivamente heroica supuso el principio del fin del dominio hitleriano y de la guerra en la Europa occidental¡ª que reflejan pel¨ªculas como El d¨ªa m¨¢s largo o Salvar al soldado Ryan. Es el relato expresado por Ronald Reagan en el discurso antol¨®gico que el 6 de junio de 1984 pronunci¨® en lo alto de Pointe du Hoc, en la costa normanda, ante veteranos del grupo de rangers que 40 a?os antes asalt¨® aquel acantilado: ¡°Estos son los muchachos de Pointe du Hoc. Estos son los hombres que conquistaron los acantilados. Estos son los campeones que ayudaron a liberar un continente. Estos son los h¨¦roes que ayudaron a acabar la guerra¡±, dijo el presidente de Estados Unidos.
Esta es la historia, pero no es toda la historia. L¨¦opolda Beuzelin ten¨ªa 12 a?os el 6 de junio de 1944. Viv¨ªa en Saint-L? con sus tres hermanos y su madre. Su padre hab¨ªa muerto al inicio de la guerra. Explica que aquel d¨ªa empezaban a cenar en familia cuando escucharon el rugido de los aviones y vieron como se acercaban. ¡°No tuvimos tiempo de tomarnos la sopa¡±, dice. El recuerdo de aquellos d¨ªas y meses es una sucesi¨®n de situaciones extremas que la inmuniz¨® el resto de su vida ante los contratiempos m¨ªnimos de la vida cotidiana y que quiz¨¢ explique su buen humor y su energ¨ªa a los 86 a?os.
V¨ªctimas
Ella y su hermano se perdieron durante un tiempo, los dieron por muertos, pasaron jornadas seguidas sin comer, se escondieron en el campo y, tras la liberaci¨®n y su temprano matrimonio, a los 16 a?os, vivi¨® con su marido diez a?os en una barraca de madera. No reprocha nada a los aliados que destruyeron la ciudad y mataron a unos 300 vecinos. ¡°Para nosotros fueron salvadores¡±, dice. ¡°Si piensa que los americanos, que no nos conoc¨ªan, vinieron a morir en nuestras playas para liberarnos de los nazis¡¡±.
La historia de los bombardeos aliados sobre Francia, que es la de los liberadores bombardeando a los liberados, tambi¨¦n es la de la reconstrucci¨®n. Saint-L?, que qued¨® destruida en un 91%, recuerda a algunas ciudades alemanas de la cuenca del Ruhr: ordenada, limpia, gris.
La ciudad, que tiene 20.000 habitantes, afronta hoy problemas similares a otras ciudades reconstruidas en Normand¨ªa, como la ausencia de ascensores o los patios interiores degradados. ¡°Todos los edificios datan de la misma ¨¦poca y envejecen al mismo tiempo¡±, resume Robert Blaizeau, director de los museos de Saint-L?. El momento es ahora.
Con el tiempo, sin embargo, el urbanismo triste y mon¨®tono de estas ciudades adquiere un cierto atractivo: los edificios que hasta hace poco eran anodinos ¡ªel hormig¨®n omnipresente, por ejemplo¡ª ahora son patrimonio arquitect¨®nico, una est¨¦tica de la posguerra y los a?os del milagro econ¨®mico. ¡°Saint-L?¡±, dice Blaizeau, ¡°son las 50 sombras del gris¡±.
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