Venir a rezar a la gallera
Hace unos meses, familiares de desaparecidos de Tijuana (M¨¦xico) inauguraron un memorial en el predio donde Santiago Meza, alias El Pozolero, deshizo cientos de cuerpos en ¨¢cido
"Desde 2009, cada dos meses hacemos b¨²squedas", dice Fernando Ocegueda bajo un sol de espanto, en la loma de un cerro a las afueras de Tijuana. Flores amarillas brotan del suelo, arbustos medianos, casi ning¨²n ¨¢rbol. Alejados de la costa, el calor es intenso a mediod¨ªa. A tiro de piedra figuran las ¨²ltimas casas de las colonias Delicias I, Delicias II y Delicias III. Los ¨²ltimos barrios de Tijuana por estos rumbos.
Hoy es el ¨²ltimo d¨ªa de b¨²squeda despu¨¦s de 15 jornadas agotadoras. Untados de protector solar, Ocegueda y dos compa?eros peinan la loma del cerro acompa?ados de agentes de la polic¨ªa y la fiscal¨ªa estatal, antrop¨®logos forenses de la fiscal¨ªa federal y personal de la Gendarmer¨ªa. Algunos llevan palas, otros varillas. Unos visten monos de pl¨¢stico, otros se cubren los pies con bolsas. Ocegueda, un hombre alto y ligeramente encorvado, viste jeans y camisa blanca. Se pone y quita una gorra negra al ritmo que enciende y fuma un cigarrillo tras otro. Siempre est¨¢ haciendo algo con las manos: fuma, le quita el envoltorio a un caramelo, contesta el celular.
"A esta b¨²squeda llegamos por el se?or Guillermo D¨ªaz, que vive aqu¨ª en Delicias", explica, mientras se?ala con un sutil movimiento de cabeza a uno de sus compa?eros. Al se?or Guillermo D¨ªaz le han desaparecido a sus dos hijos en los ¨²ltimos tres a?os. Primero a ella y luego al muchacho. Tambi¨¦n al novio de su hija, que ¨¦l asume como propio. D¨ªaz viste pantal¨®n de mezclilla, camisa a rayas azules y una gorra negra con el escudo de los Xolos, el equipo de f¨²tbol de la ciudad. "Yo supe que tiraban gente justo porque vivo aqu¨ª", dice el se?or D¨ªaz, "se hab¨ªan ido encontrando cuerpos, pero no se le daba seguimiento".
"Mire, lo que pasa es que en ese lugar hay galleras por todas partes", explica el se?or Ocegueda. Ese lugar es el Ejido Maclovio Rojas, a unos kilometros de aqui, otra de las fronteras de Tijuana con el desierto, con los cerros. El se?or Ocegueda cuenta que desde la detenci¨®n de El Pozolero, en enero de 2009, hasta el hallazgo de la gallera pasaron dos a?os. "A mi me llegaron de manera an¨®nima sus dos declaraciones, la que di¨® ante la procuradur¨ªa estatal y la que dio ante la federal", recuerda. Entre ambas, dice, El Pozolero hablaba de m¨¢s de 29 sitios, 29 lugares donde deshac¨ªa cuerpos. Se los llevaban y ¨¦l los deshac¨ªa. "Me puse a investigarlos. Iba, tomaba fotograf¨ªas. De la gallera, en su declaraci¨®n dice que hay un cerro, un ducto, una barda de ladrillo y que ah¨ª hay una gallera. Pero, ?ah¨ª en ese ejido hay m¨¢s de 50 galleras!', exclama el se?or Ocegueda, como si fuera la primera vez que lee la descripci¨®n del lugar. As¨ª, se tardaron dos a?os en encontrarla.
Gallera, criadero de gallos. Un predio donde alguien, alguna vez, cri¨® gallos de pelea; donde luego, El Pozolero, deshizo personas. "Ese mismo d¨ªa que lo encontramos avisamos a SEIDO", dice, la oficina de la fiscal¨ªa federal encargada de delitos de delincuencia organizada. "Al d¨ªa siguiente rompimos las dos losas -las tapas de concreto de dos enormes dep¨®sitos enterrados- y ah¨ª, pues, sacamos todo".
Todo, un amasijo gelatinoso hecho de grasa humana, huesos, dientes, las consecuencias de deshacer cientos de cuerpos en ¨¢cido, trabajo que Santiago Meza L¨®pez, alias El Pozolero, hizo por a?os en diferentes predios de Tijuana. Fue uno de esos casos que rompieron fronteras. ?C¨®mo?, dec¨ªan, ?Por qu¨¦ pozolero? Y entonces se apuntaba una explicaci¨®n m¨¢s o menos id¨¦ntica en todas partes. No, es que el pozole es un caldo t¨ªpico de M¨¦xico que se hace con ma¨ªz y con carne de pollo o cerdo. Y entonces, pues, de pozole, pozolero.
Y as¨ª se le qued¨®. Y le hicieron libros, corridos, hasta una pel¨ªcula.
?Y usted piensa que a su hijo y a su hija y al novio de su hija se los llevaron aqu¨ª, cerca de su casa? "Pues es que cuando pasan ocho d¨ªas y no aparecen, ya te das cuenta de que ya se dio... De que ya sucedi¨®", dice el se?or D¨ªaz, que no aclara si ¨¦l piensa que aqu¨ª podr¨ªan estar los restos de sus hijos. Resulta muy dif¨ªcil responder a algo as¨ª, situarse mentalmente ante esa posibilidad. ?Y si los encuentran aqu¨ª, tan cerca de casa?. Ya han pasado m¨¢s de ocho d¨ªas desde que desaparecieron a sus hijos. Ocho meses en el caso de su hijo; dos a?os y siete meses en el caso de su hija y su novio, que desaparecieron cuando salieron de la casa de los padres de ¨¦l. Salieron y ya nadie los ha vuelto a ver.
No hay un orden aparente en lo que hacen unos y otros en el cerro durante la b¨²squeda. Peinan, encuentran un ¨¢rbol y bajo el ¨¢rbol alguien nota que el terreno presenta una irregularidad, un hundimiento, un agujero. Llega alguien m¨¢s con un machete, corta la hierba, las ca?as, hace espacio. Llega alguien m¨¢s con una varilla. La hunde todo lo que puede y huele la punta. Y si huele feo, viene alguien m¨¢s, un antrop¨®logo, y cava con la pala. En este caso es un gato. O un perro, no est¨¢ claro. Pero no es humano.
M¨¢s adelante, en la loma, el se?or Ocegueda dice que D¨ªaz se acaba de integrar con ellos. Es decir, que ahora ya forma parte de la asociaci¨®n de familiares de desaparecidos de Baja California, que ¨¦l preside desde hace ya 10 a?os, un poco menos del tiempo que ha transcurrido desde que se llevaron a su hijo. "?l va a ser uno de mis secretarios", dice Ocegueda refiri¨¦ndose a D¨ªaz, "se va a encargar de llevar la bit¨¢cora, para hacer la memoria hist¨®rica. Porque yo quiero que a las v¨ªctimas las traten otras v¨ªctimas, tienen m¨¢s sensibilidad".
Seg¨²n el se?or Ocegueda, que lleva doce a?os en esto -en el dolor, la rabia, las demandas de justicia, las b¨²squedas- 1.275 personas han desaparecido en Baja California desde 2006. Lo que resulta relativamente normal en un pa¨ªs con decenas de miles de desaparecidos. Lo que es horrible: que haya tantos desaparecidos, que sea normal. De todas formas, resulta aventurado sacar conclusiones dada la disfuncionalidad del Registro Nacional de Personas Desaparecidas de M¨¦xico. Hace un mes, la comisionada nacional de b¨²squeda de personas, Karla Quintana, dijo que cuando lleg¨® al cargo en febrero, se dio cuenta de que el registro ten¨ªa nombres repetidos o apartados sin m¨¢s informaci¨®n que un nombre.
"Nos donaron el predio de la gallera", cuenta el se?or Ocegueda. "Al que era due?o lo deshicieron en ¨¢cido. Y luego la se?ora no lo quer¨ªa ni regalado y nos lo don¨® con la condici¨®n de que cuando se pueda, se analicen los 16.500 litros de emulsi¨®n org¨¢nica que hay ah¨ª. ?Ah¨ª siguen!". Suena tan extra?a esa expresi¨®n, emulsi¨®n org¨¢nica. De alguna forma, parece que los tecnicismos ayudan. No dicen lo que se quiere decir.
En todos estos a?os, no ha habido forma de averiguar a cu¨¢nta gente deshizo en total El Pozolero en los predios donde trabaj¨®. Cuando lo detuvieron y presentaron ante los medios de comunicaci¨®n -cosa habitual en M¨¦xico hasta hace pocos a?os, detener a un sospechoso y llevarlo ante las c¨¢maras de televisi¨®n-, un periodista le pregunt¨® que cu¨¢ntos cuerpos hab¨ªa deshecho. El dijo que unos 300, cifra que repiti¨® en su declaraci¨®n ante la fiscal¨ªa federal. Con el tiempo se supo tambi¨¦n que lo hac¨ªa por encargo de Teodoro Garc¨ªa Pimentel, alias El Teo, al parecer uno de los hampones m¨¢s poderosos de Tijuana en la ¨¦poca. Que lo por hac¨ªa por encargo de ¨¦l y otros maleantes de su organizaci¨®n.
La periodista Marcela Turati, que ha seguido este caso durante a?os, escribi¨® en un reportaje publicado en Proceso que El Pozolero naci¨® en Sinaloa, que se mud¨® a Tecate, al este de Tijuana. Que all¨ª lo captaron y le ense?aron a pozolear. Turati recoge parte de la declaratoria de Meza L¨®pez, en la que habla de su adiestramiento: "aprend¨ª a hacer pozole con una pierna de res, la cual puse en una cubeta, le ech¨¦ un l¨ªquido y se deshizo; los cuerpos que me daban para pozolear, me los daban ya muertos y los met¨ªa completos a los tambos y les vaciaba 40 o 50 kilos de polvo que compraba en una ferreter¨ªa".
La b¨²squeda ha terminado por hoy y todos se trepan a los carros. La camioneta del se?or Ocegueda encabeza el grupo de b¨²squeda camino al ejido Maclovio Rojas. A los pocos d¨ªas se celebrar¨ªa un foro en Tijuana, con la comisionada Karla Quintana y el subsecretario de Gobernaci¨®n para la atenci¨®n de los derechos humanos, Alejandro Encinas. Ocegueda los llev¨® a la gallera.
El ¨²ltimo d¨ªa de b¨²squeda ha conclu¨ªdo sin hallazgos. Un gato (o un perro), huesos de vaca, un auto quemado, un pozo que revisar¨¢n dentro de un mes o dos, en la siguiente b¨²squeda. El se?or D¨ªaz parece cansado, aunque un atisbo de serenidad se abre paso en sus ojos. "Me he sentido bien", dice, "es que ahora ya me dejan buscar a los tres. Antes", dice, "no me dejaban buscar al novio de mi hija, porque no era familiar, pero ahora ya s¨ª me dejan".
Desde la carretera se ven cerros pardos, monta?as amarillas, una que otra ladera verde. Junto al asfalto aparecen llanteras, paleras, cementeras, canteras, ladrilleras, bodegas de todo tipo y tama?o. Al rato, las camionetas del grupo de b¨²squeda toman una salida y suben una ladera gris, el ejido Maclovio Rojas. En la cima, en una calle sin asfaltar, junto a una antena telef¨®nica, aparece una puerta de rejas blancas medio oxidada. "Y as¨ª como este, ?cu¨¢ntos predios no habr¨¢ as¨ª?", murmura el se?or D¨ªaz mientras baja del veh¨ªculo. ?Es la primera vez que viene? "No", contesta, "ya vine antes".
La gallera es un predio casi vac¨ªo que ocupa un trozo macilento de barranca. Desde la calle se ve una rampa ascendente que salva un desnivel de dos o tres metros. Arriba es m¨¢s o menos plano. Del lado derecho hay un cuarto peque?o, dos metros por dos metros. Frente al cuarto est¨¢n las galleras, el esqueleto de las galleras. Parece, a primera vista, el intento de una casa humilde. Buenas intenciones hechas de ladrillo y cemento, una vida que quiere ser.
Junto a la rampa, en el terrapl¨¦n, ancladas a una pared pintada de blanco, hay 53 placas y en cada placa, tres nombres y debajo de cada nombre, una fecha. "Son los nombres de los que pensamos que acabaron aqu¨ª", dice el se?or Ocegueda, "al menos el 50% lo son". O sea, sus nombres aparecen en declaraciones de detenidos que dicen que acabaron pozoleados por esta zona. O igual, por la ¨¦poca en que desaparecieron, las autoridades piensan que pudieron acabar aqu¨ª, dice.
Despu¨¦s de a?os de buscar apoyos, el memorial en recuerdo de los desaparecidos de Baja California se inaugur¨® hace apenas unos meses. Por el sol y el viento, las letras de algunos nombres empiezan a desgastarse. Si nadie lo evita, los nombres de los desaparecidos acabar¨¢n por desaparecer de la superficie de las losetas en poco tiempo. Lo que no es sino una mala broma de este destino ¨¢rido.
Bajo las losetas, en el piso, dos mosaicos recuerdan la ubicaci¨®n exacta de las cisternas donde el pozolero volcaba tambos llenos de cuerpos deshechos. Ah¨ª abajo, insiste Oceguera, es donde siguen miles de litros con materia org¨¢nica, posibles pistas de personas desaparecidas. Ah¨ª, a veces, la gente se pone a rezar.
Es un predio lejano, la gallera. Tambi¨¦n el predio del Ejido Ojo de Agua, a pocos kil¨®metros de aqu¨ª, otro de los centros de horror de El Pozolero, otro trozo de barranca en la cima de otra colina. Otro predio lejano de los centros de poder, lejano de cualquier riqueza, lejano de toda importancia. Lejano, ajeno a la imaginaci¨®n.
Desde hace unos meses, explica el se?or Ocegueda, una mujer vive con sus hijos en el cuarto de la gallera. Son parientes de Bulmaro Noguer¨®n, un hombre de 74 a?os, vecino del ejido, que cuida el predio. Su trabajo consiste en que los ¨¢rboles y las plantas que la asociaci¨®n plant¨® en el predio crezcan. Que al menos no se mueran. "Son buena gente", dice el se?or Noguer¨®n de la mujer y sus hijos, mientras escucha las peticiones del se?or Ocegueda de cara a la visita de Encinas y Quintana. "Te traigo una pintura para que pintes la reja. Y riegue todo para que est¨¦ h¨²medo. Se ve m¨¢s bonito", dice. El otro asiente. "Usted me conoce", dice, "sabe que yo trabajo bien".
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