Una luchadora contra la ¡®tecnolog¨ªa de sangre¡¯
La periodista y abogada Caddy Adzuba trabaja para erradicar las atrocidades que cometen en el Congo los traficantes de colt¨¢n
Siendo solo una adolescente, Caddy Adzuba se propuso ser la voz de una paradoja espeluznante. Esa que trepana la historia de su pa¨ªs, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, un territorio bendecido por la naturaleza con un subsuelo riqu¨ªsimo en minerales b¨¢sicos para la industria tecnol¨®gica y en cuya superficie los humanos perpetran atrocidades dif¨ªciles de imaginar. ¡°Los refugiados que salen de all¨ª no tienen palabras para explicar el horror y uno de mis trabajos es hacerlo yo por ellos. El otro es aportarles esperanza¡±, expone esta periodista y abogada de 37 a?os que en 2014 fue distinguida con el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia.
Adzuba nunca ha conocido la paz en la patria que la vio nacer. No se cansa de repetir que el origen de la guerra que asola al pa¨ªs africano desde 1996 est¨¢ en las manos de casi todos los hombres y mujeres del planeta. El Congo es el principal productor de colt¨¢n, una mezcla de columbita y tantalita que resulta fundamental para fabricar los tel¨¦fonos m¨®viles, los ordenadores, las tabletas y hasta los veh¨ªculos el¨¦ctricos.
Pese a a?os de denuncias, buena parte de ese mineral llega a las multinacionales tecnol¨®gicas tras ser extra¨ªdo por grupos armados dispuestos a todo. ¡°Para llegar al colt¨¢n se viola a las mujeres, se mata a los hombres y se usa a los ni?os como esclavos¡±, resumi¨® Adzuba la pasada semana en A Coru?a, donde particip¨® en el encuentro Acampa por la Paz y el Derecho al Refugio. ¡°Vuestro placer es nuestra desgracia¡±, a?adi¨®.
Cuando Adzuba detalla con voz firme el horror a?adido que sufren las mujeres congole?as por el hecho de serlo, el auditorio contiene el aliento. Los criminales del colt¨¢n, denuncia, introducen en sus vaginas ¡°granadas que explotan¡±, cuchillos y ¡°botellas de pl¨¢stico quemadas¡± y a las embarazadas ¡°les rajan la barriga¡±. ¡°Cuando ellas piden que las maten, que no quieren sufrir m¨¢s, les contestan que no tendr¨¢n ese privilegio. Eso las convierte en refugiadas¡±, a?ade.
Lo que ocurre en el Congo, admite Adzuba, ¡°sobrepasa todo entendimiento¡±. En esta guerra econ¨®mica, explica, la mujer es un ¡°campo de batalla¡± para el contrabando de minerales porque es el ¡°coraz¨®n de toda la econom¨ªa informal¡±, de la agricultura, del comercio, de la educaci¨®n. El feminicidio es para estas bandas un camino hacia el colt¨¢n. ¡°Es una planificaci¨®n para exterminar a las mujeres, es lo mismo que hac¨ªan los nazis¡±, afirma.
Adzuba lleva diez a?os trabajando como locutora en Radio Okapi, la emisora de Naciones Unidas en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo que informa sobre el complicado proceso de pacificaci¨®n del pa¨ªs, y es una activa integrante de la Asociaci¨®n de Mujeres de Medios de Comunicaci¨®n del Este del Congo. Este ¨²ltimo colectivo naci¨® en 2002 como consecuencia de una rebeli¨®n de periodistas que se percataron de que en sus medios estaban relegadas a informar solo de asuntos considerados ¡°propios de mujeres¡± ¡ªque no inclu¨ªan problemas espinosos como la violencia sexual¡ª e incluso tareas como servir caf¨¦ en la redacci¨®n.
Pese a las amenazas de muerte, Adzuba y sus compa?eras de lucha han sentado ante los micr¨®fonos a los ni?os que fueron reclutados como soldados en los peores a?os de la guerra. Han creado un sistema de alerta temprana a las autoridades para proteger a las mujeres. Han dado voz a las congole?as que pese a todos los atrancos se han convertido en l¨ªderes de sus comunidades y a los hombres que se esfuerzan para que triunfe la igualdad de g¨¦nero. Ella predica y ejerce el ¡°periodismo de paz¡±, ese que no solo aporta datos sobre la realidad sino que tambi¨¦n profundiza en las causas y busca soluciones. Despu¨¦s de a?os de trabajo, estas iniciativas han logrado mejorar la situaci¨®n de las mujeres en su pa¨ªs, apunta.
Son muchas las congole?as que se han asociado y se han lanzado al mundo de la pol¨ªtica o de la empresa. Pero todo va demasiado lento: ¡°La lucha ha avanzado pero el respeto a los derechos humanos se ha quedado estancado. Hace tres o cuatro a?os tuvimos esperanzas en la participaci¨®n de las mujeres en la pol¨ªtica, pero en este momento solo hay un 10% que est¨¢n tomando decisiones en este campo¡±. Combatir la violencia sexual es especialmente dif¨ªcil, recalca, porque ¡°a la v¨ªctima se le pide que sea tambi¨¦n una actora del cambio¡±.
Los avances contra la tecnolog¨ªa de sangre, la que se fabrica con minerales extra¨ªdos por grupos que matan, violan y esclavizan, son ¡°t¨ªmidos¡±. Adzuba llama a las multinacionales a controlar el origen de los materiales que compran y a darle la espalda a las empresas que financian a grupos armados.
Reclama la implicaci¨®n de la comunidad internacional y alaba el trabajo de las organizaciones civiles que luchan d¨ªa a d¨ªa por garantizar la trazabilidad de los minerales. Esos esfuerzos, asegura, ¡°empiezan a dar frutos en algunas regiones¡±, aunque ¡°el problema sigue porque es una guerra econ¨®mica¡± en la que las grandes multinacionales gozan de ¡°impunidad¡±. Nuevamente esa paradoja espeluznante: ¡°Hoy por hoy los congole?os no sienten la ventaja y el privilegio que supone para ellos contar con las explotaciones mineras, pero con el tiempo tengo la esperanza de que se dar¨¢n cuenta de la riqueza que tienen y lograr¨¢n controlarla¡±.
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