Entrar en calor
Millones de lectores abren una vez m¨¢s la temporada de lectura en playa y declamaci¨®n en bikini
Miles o m¨¢s bien, millones de lectores aprovechan el verano para leer lo que no se pudo en primavera. Sean viejos cl¨¢sicos o novedades que se andan a?ejando desde el m¨¢s reciente invierno, es com¨²n fijar en la memoria de las yemas de los dedos la lectura de libros ¨Cya en pantalla o en p¨¢ginas y pergaminos¡ªque inevitablemente quedaron tatuados por agua de coco, arena de playas blancas u ocres y el aroma de la espuma de los mares. Leer al filo del agua, y quiz¨¢ con el filtro de protectores solares, con los ojos ocultos por los lentes oscuros, esas simp¨¢ticas gafitas de sol de todos tama?os y colores que nos convierten en buzos de la realidad circundante y gambusinos de la prosa en papel.
Millones de lectores abren una vez m¨¢s la temporada de lectura en playa y declamaci¨®n en bikini. Renace el callado af¨¢n por seguirle la pista a un detective en medio no de la neblina londinense, sino al filo de la piscina de un hotel de tres estrellas o la orilla de la alberca m¨¢s populosa de Iztapalapa y vuelven las largas tardes de novelas amorosas donde una pareja se besa a la sombra de una palmera somnolienta en la imaginaci¨®n del lector semidormido, su testigo, tirado en un camastro en la azotea de su vecindad mientras remoja los pies en un balde de agua con hielos, Jamaica en mano y melancol¨ªa al canto.
He visto de lejos a las personas que empacan sus bultos para vacaciones e invierten el mismo esmero con el que doblan la toalla consentida que el fulgor con el que anidan los vol¨²menes ¨Creci¨¦n comprados o a?ejados en el estante¡ªde los libros con los que piensan navegar su verano. Entre olores de miel y coco en cremas de bloqueador solar y coloridos juguetes de playa y pl¨¢stico, se asoman tres tomos de cuentos y cr¨®nicas, dos novelones y una biograf¨ªa; en un rinc¨®n cercano a las chanclas, alguien ha dejado contra la puerta un grueso volumen donde se condensa todo un siglo de historia universal o la delicada edici¨®n de unos di¨¢logos filos¨®ficos que han de leerse en el silencioso amanecer de un verano caluroso en medio de la nada.
Solo sugiero que hagamos un intento universal por ahogar en los mares y en chapoteaderos tropicales todo libro de autoayuda y tanta basurita banal que en realidad echa a perder el milagro de cualquier verano y sugiero que se obvien los libritos piratas y se honre a los editores independientes y a las ediciones artesanas y los tirajes entra?ables por encima de los millonarios placebos de los grandes sellos que no combinan debidamente con la belleza de las olas y sugiero que se procuren las sobremesas de verano, la conversaci¨®n de todas las historias que merecen contarse en comuni¨®n o comunidad, bajo la brisa del ventilador, o cerca del g¨¦lido aire ya acondicionado para el deleite de la frescura con la que miles de lectores han de seguir el m¨¢s claro deslinde de todos aquellos que no leen¡ ni en vacaciones.
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