El imparable ¨¦xodo venezolano
El mayor desplazamiento de personas en la regi¨®n fuera de guerras y desastres naturales demanda una respuesta decidida y coordinada por parte de los pa¨ªses vecinos
Pr¨¢cticamente la mitad de las personas que viven en Venezuela quiere emigrar del pa¨ªs. No es una forma de hablar: una encuesta realizada a finales de 2018 estimaba la cifra en 47%. Un a?o antes, el mismo sondeo se par¨® en un 38%. Aplicando estas cifras a una poblaci¨®n de m¨¢s de treinta millones se antojan casi pocos los cuatro que ya han salido del pa¨ªs. Pero no lo son. Tampoco los que quedan por venir: estamos hablando de un ¨¦xodo de la magnitud del provocado por la guerra en Siria en el mismo tiempo, y que seg¨²n las previsiones recogidas en el reciente informe presentado por la OEA podr¨ªa incluso superarlo con creces.
El movimiento es de tal escala que resulta dif¨ªcil justificar que no se convierta en la absoluta prioridad de cualquier intento de coordinaci¨®n internacional para afrontar la crisis venezolana. La raz¨®n es doble: primero, nada hace pensar que una eventual ca¨ªda de Maduro seguida de una transici¨®n democr¨¢tica frenase el ¨¦xito. Aunque la represi¨®n pol¨ªtica es parte de los factores tras el ¨¦xodo, las causas principales hay que buscarlas en el profundo empobrecimiento que ha llevado a casi nueve de cada diez venezolanos bajo el umbral de la pobreza, as¨ª como en el desgarro del tejido social que lo ha acompa?ado. Por mucho que se pueda trazar la cat¨¢strofe econ¨®mica a las malas decisiones del r¨¦gimen, cambiarlo no va a acabar con la inflaci¨®n ni reinstaurar la confianza dentro de las comunidades. El da?o ya est¨¢ hecho, y tardar¨¢ mucho en arreglarse aunque se dispongan de todas las herramientas y ning¨²n impedimento. En ese entretiempo, que probablemente dure varios a?os, la salida de personas en busca de una vida mejor no se detendr¨¢.
Pero es que adem¨¢s el reto es tan descomunal que no puede ser enfrentado de manera eficaz por un solo pa¨ªs, o por un pu?ado de ellos de manera aislada y descoordinada. Colombia tiene en sus fronteras alrededor de 1,3 millones de personas de origen venezolano, de acuerdo con c¨¢lculos de su agencia migratoria. Per¨², poco menos de la mitad. EEUU y Espa?a albergan alrededor de 300.000 cada uno; casi tantos est¨¢n en Chile o en Ecuador.
La cifra no ha dejado de progresar desde 2016, y aunque dejase de hacerlo (algo poco probable) estos valores ya reclaman la necesidad de una acci¨®n coordinada. Algo que, como argumentan los autores del informe de la OEA, se conseguir¨ªa m¨¢s f¨¢cilmente si los migrantes venezolanos obtuviesen estatus de refugiado. Seg¨²n las cifras compiladas por ACNUR y la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones, casi medio mill¨®n de venezolanos han solicitado la condici¨®n, la mayor¨ªa en Per¨². Hasta ahora, menos de un 10% la han conseguido.
El acceso a la condici¨®n de refugiados incrementar¨ªa la presencia de organizaciones internacionales, y podr¨ªa facilitar la coordinaci¨®n de la respuesta por parte de Estados con capacidades muy diferentes en lo que respecta a la acogida de migrantes: algunos, como Argentina o Brasil (por no hablar de EEUU o de Espa?a), tienen un pasado reciente construido en no poca medida por el asentamiento for¨¢neo. No es el caso de Per¨² o Colombia. Los pa¨ªses andinos no tienen grandes contingentes de inmigrantes en periodo reciente, algo que se refleja en la enorme diferencia que existe entre la cantidad de venezolanos estimada en sus territorios y la de extranjeros con residencia permanentes.
Este gr¨¢fico da una idea bastante aproximada de la enorme diferencia de capacidades, que afecta m¨¢s a aquellos pa¨ªses que, por lazos geogr¨¢ficos, sociales o incluso familiares, est¨¢n acogiendo los colectivos m¨¢s nutridos de migrantes.
El riesgo de la xenofobia
Si en condiciones ¨®ptimas para quien se desplaza la migraci¨®n es un proceso enormenente costoso, que erosiona recursos, estatus y redes de seguridad, la migraci¨®n en situaci¨®n de riesgo o empujado por una emergencia econ¨®mica y social es a¨²n m¨¢s dura. Ello implica que los pa¨ªses de destino necesitan una inversi¨®n extra en acogida e integraci¨®n. En un mundo con fronteras no s¨®lo f¨ªsicas sino tambi¨¦n econ¨®micas e institucionales, es posible que esto genere tensiones en la poblaci¨®n local. Y, de hecho, las encuestas de opini¨®n en Per¨² y Colombia ya indican repuntes preocupantes de rechazo hacia las personas de origen venezolano.
En Colombia, junio de 2019 ha sido el primer mes en el que una mayor¨ªa de ciudadanos ha respondido en la encuesta bimensual de la firma Gallup que su gobierno no deber¨ªa acoger a quien venga de Venezuela. En paralelo, ha aumentado la visi¨®n negativa del local hacia el for¨¢neo.
En Lima, alrededor de la mitad de personas encuestadas por Ipsos para El Comercio consider¨® que la inmigraci¨®n venezolana ¡°aumenta la delincuencia¡± y perjudica la situaci¨®n de los trabajadores de la ciudad
No hay evidencia s¨®lida que permita soportar de manera fehaciente ninguna de las dos afirmaciones. Y quien se ponga a defender a los migrantes con datos para rebatirlas puede estar haciendo justicia a la verdad, pero tambi¨¦n podr¨ªa estar tendi¨¦ndose una trampa a s¨ª mismo para el futuro: ?qu¨¦ pasa si en alg¨²n momento hay alg¨²n estudio que demuestra que los prejuicios negativos son ciertos? ?Estar¨¢ entonces justificado el ataque, el cerrar puertas y fronteras?
El argumento alternativo contra el discurso anti-inmigraci¨®n no es m¨¢s prometedor estrat¨¦gicamente, aunque nos parezca m¨¢s apropiado moralmente: la (casi obvia) idea de solidaridad hacia el vecino que est¨¢ en una mala situaci¨®n se librar¨ªa de cualquier prueba que alguien halle o fabrique contra ¨¦l. Pero entonces habr¨¢ perdido a aquellos que, simplemente, consideran que ¡°primero, los de casa¡± que los vecinos. A quienes s¨®lo se les puede convencer con la idea de que la migraci¨®n es ¡°buena¡± para ¡°los de casa¡±. Con lo que volvemos al problema del p¨¢rrafo anterior.
Ambos tipos de argumentos (los emp¨ªricos y los normativos) son necesarios, ninguno se sirve por s¨ª mismo, pero tampoco son suficientes para garantizar lo que al fin y al cabo deber¨ªa ser nuestro objetivo: la seguridad inmediata de quien abandona su hogar para salvarse a s¨ª mismo y a los suyos. Para eso se necesita m¨¢s que palabras.
Concentraci¨®n y acci¨®n coordinada
Es l¨®gico y esperable que estas personas tiendan a concentrarse en ciertos pa¨ªses, en determinados municipios. Sea por accesibilidad, porque todos preferimos llegar a un lugar donde ya conocemos a alguien (y la migraci¨®n se reproduce por ciclos de di¨¢spora) para sentirnos m¨¢s seguros, o por ambas razones. Es as¨ª que Puerto Santander o Villa del Rosario, ambos en el fronterizo departamento colombiano de Norte de Santander, cuentan con ratios de 23% o 17% de poblaci¨®n migrante venezolana respectivamente. En cifras similares se encuentran Maicao, Arauca o Manaure. Estos son los Colombia y Per¨² _de_ Colombia. Los puntos de primera llegada, primer asentamiento, y tambi¨¦n primera respuesta. Las entidades del estado colombiano, empezando por Migraci¨®n Colombia y la coordinaci¨®n de la frontera, han sido muy conscientes del reto de pol¨ªtica p¨²blica ante el cual se han encontrado, respondiendo con todos los medios disponibles. Pero las proyecciones arriba descritas auguran un desaf¨ªo mucho mayor: algo que el propio Ministro de Exteriores colombiano ya anticipaba en la entrevista que publicaba EL PAIS el pasado lunes.
Si estas situaciones de concentraci¨®n llegan a desbordar las capacidades de respuesta y acogida de las respectivas entidades de gobierno, lo l¨®gico, lo funcional, ser¨ªa que las inmediatamente superiores se encargasen de redirigir recursos hacia ellas. De no suceder, las cifras negativas y la xenofobia subyacente crecer¨¢. No necesariamente por el impacto directo, real, medible de la migraci¨®n. Sino por el uso que de la percepci¨®n del mismo (distorsionada muchas veces) se haga desde medios de comunicaci¨®n y tribunas de candidatura pol¨ªtica. El miedo es un formidable captador de atenci¨®n. Resulta demasiado tentador para quien vive de los votos y de la audiencia.
Tal es la paradoja para los gobiernos de la regi¨®n. Si no act¨²an ya a una escala y una profundidad mucho mayor, y si no lo hacen precisamente porque tienen miedo de la desaprobaci¨®n de un p¨²blico cada vez m¨¢s reacio a abrir sus puertas, no har¨¢n sino alimentar las probabilidades de que sea m¨¢s dif¨ªcil hacerlo despu¨¦s. Quiz¨¢s esta ha sido el mayor interrogante que deja la recientemente cumbre de la OEA: a pesar del prolijo informe presentado sobre la migraci¨®n venezolana, y a pesar de la buena voluntad recogida en la resoluci¨®n final, cuando la marea medi¨¢tica se ha retirado la playa no ha dejado al descubierto propuestas de suficiente calado. No se ve con el suficiente detalle de d¨®nde van a venir los recursos a los que hace referencia la propia resoluci¨®n para enfrentar la crisis, ni c¨®mo van a llegar a las manos de quienes est¨¢n en primera l¨ªnea de respuesta humanitaria y de pol¨ªtica p¨²blica.
Latinoam¨¦rica busca a su Angela Merkel, en definitiva. Busca a su l¨ªder de centro-derecha que no s¨®lo abra puertas y ponga trabas a quienes desde su propio espacio ideol¨®gico intenta que se cierren, como ella hizo en la c¨²spide de la crisis siria de refugiados. Esto ya lo han hecho algunos, particularmente el presidente Iv¨¢n Duque siguiendo la l¨ªnea de su antecesor (y opositor en casi todo lo dem¨¢s) Juan Manuel Santos. No: se necesita a alguien que haga del mayor desplazamiento internacional de la regi¨®n en d¨¦cadas su prioridad, que lo ponga como pilar de su legado en casa, y fuera. Y que entienda que cuando Merkel decidi¨® deso¨ªr los reclamos de pol¨ªticas duras no estaba tomando una posici¨®n noblemente desinteresada, ni tampoco pensaba exclusivamente en su figura y en c¨®mo ser¨ªa recordada. No: Merkel estaba ante todo haciendo un buen c¨¢lculo pol¨ªtico para su propio inter¨¦s y el de los suyos. La canciller alemana, la ¨²ltima gran l¨ªder del mundo libre, entend¨ªa perfectamente que si hoy cerraba las puertas a los necesitados de fuera ma?ana ni ella ni nadie que le sucediese en su partido tendr¨ªa la autoridad para frenar el discurso xen¨®fobo dentro de su propia casa.
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