¡®Blowback¡¯
Un an¨¢lisis de la actualidad internacional a trav¨¦s de art¨ªculos publicados en medios globales seleccionados y comentados por la revista CTXT
Corren tiempos de blowback. La expresi¨®n, cuya traducci¨®n literal es algo as¨ª como ¡°tiro por la culata¡±, cobra un relieve diferente en el contexto geopol¨ªtico. La populariz¨® Chambers Johnson, un antiguo consultor de los servicios secretos estadounidenses e historiador del Asia moderna, confeso ¡°portador de lanza del Imperio¡±. Poco antes de morir, Johnson escribi¨® un libro premonitorio con vocaci¨®n redentora. En ¨¦l regal¨® al mundo un t¨¦rmino de consumo interno de la CIA. Los esp¨ªas estadounidenses lo utilizaban para referirse a las consecuencias no deseadas, a menudo catastr¨®ficas e incontrolables, de sus intervenciones en otros pa¨ªses.
Blowback. Costes y Consecuencias del Imperio Americano sali¨® publicado en 2000, y pas¨® casi inadvertido. Un a?o despu¨¦s, se hab¨ªa convertido en un best seller. Los atentados del 11 de Septiembre, obra intelectual de Osama Bin Laden, adiestrado y financiado por la CIA para luchar contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica en Afganist¨¢n, hab¨ªan confirmado enf¨¢ticamente su tesis.
El libro de Johnson ofrece un mapa del blowback en la segunda mitad del siglo XX, desde la masacre de Gwangju, en la que la dictadura militar surcoreana auspiciada por Estados Unidos aniquil¨® a m¨¢s de medio millar de estudiantes que reclamaban democracia, al bombardeo del avi¨®n de la Pan Am en Lockerbie (Escocia), en 1988, pasando por los primeros pinitos de Bin Laden, que atac¨® en los a?os noventa embajadas de Estados Unidos en ?frica despu¨¦s de tomarse como una afrenta la permanencia de tropas estadounidenses en su Arabia Saud¨ª tras la Guerra del Golfo.
Y si el mundo anterior al libro de Johnson est¨¢ plagado de ejemplos de blowback, a lo que vino despu¨¦s no le sobran. ?Qu¨¦ es sino el ascenso de Vlad¨ªmir Putin, n¨¦mesis de las potencias liberales occidentales, de las cenizas de las privatizaciones salvajes urdidas por el Banco Mundial y el FMI tras el colapso sovi¨¦tico? ?Y qu¨¦ decir de la guerra de Irak, respuesta inmediata del T¨ªo Sam al blowback por antonomasia del 11-S? Aquella invasi¨®n propici¨®, al descabezar a Sadam Hussein y mutilar al Estado iraqu¨ª la formaci¨®n del ISIS, el consiguiente polvor¨ªn en Oriente Medio. La ulterior crisis de refugiados que hoy da alas a la extrema derecha, resultar¨ªa inimaginable sin aquel pecado original.
Agenda 2010. As¨ª se llama el blowback de los socialdem¨®cratas alemanes. En un colosal ensayo en la revista London Review of Books, el historiador econ¨®mico Adam Tooze analiza la descomposici¨®n del Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n (SPD) y el ascenso de la ultraderecha de Alternative f¨¹r Deutschland (AfD). Lo hace a trav¨¦s de una rese?a dialogada de una serie de libros, en cuyo centro sit¨²a a Germany¡¯s Hidden Crisis, de Oliver Nachtwey. El texto de Tooze puede leerse como una autopsia del modelo social alem¨¢n y parte de lesiones de su enterrador socialdem¨®crata. Sale publicado en pleno 70 aniversario de la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Federal, cuando se cumplen 30 a?os sin Muro de Berl¨ªn. ¡°Durante a?os Alemania se concibi¨® como el marcapasos y el ancla de la pol¨ªtica europea¡±, escribe Tooze. ¡°Pero en el verano de 2019, la escena pol¨ªtica alemana est¨¢ en una convulsi¨®n nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial¡±. El historiador pone el acento en el ascenso de la AfD su vaso comunicante: el colapso del SPD, al que las encuestas sit¨²an en cuarto lugar con el 10% de apoyos, despu¨¦s de que lograse un 40% hace dos d¨¦cadas. ¡°?Podr¨ªa el SPD seguir al Partido Socialista franc¨¦s en su camino al olvido?¡±, se pregunta.
Tooze radiograf¨ªa al electorado de la AfD. El partido se nutre de la inmensa mayor¨ªa de apoyos en dos bloques, geogr¨¢fico y socioecon¨®mico, respectivamente: la antigua Alemania del Este, privatizada casi tan mal y pronto como la Rusia de Yeltsin, y el precariado de la clase media empobrecida y con bajos niveles de educaci¨®n. ¡°Tambi¨¦n prevalece entre quienes dependen de servicios p¨²blicos recortados. Este entrelazado de racismo y desventajas sociales se recrudece por la historia dividida de Alemania y su proceso incompleto de reunificaci¨®n¡±, abunda. Las tasas de desempleo y de pobreza son, todav¨ªa hoy, mucho m¨¢s altas en el este que en el oeste alem¨¢n. Los salarios tambi¨¦n siguen siendo mucho m¨¢s bajos en la mitad oriental que en la occidental del pa¨ªs. ¡°En gran parte de la Alemania del Este, impera un nacionalismo truculento, dirigido tanto contra los extranjeros como contra el liberalismo paternalista de los wessies occidentales¡±, se?ala. "En sus bastiones del Este ¨CBrandeburgo, Turingia y Sajonia¨C, la AfD ensancha su atractivo para incluir al 20% o m¨¢s del electorado¡±.
Los culpables de tan aciago panorama, se?ala Tooze, son el plan de privatizaci¨®n corrupto tras el colapso de la Alemania del Este y, sobre todo, los planes de ajuste de los primeros 2000, ¡°un duro nuevo sistema de regulaciones laborales y recortes del Estado del bienestar¡± que dio en llamarse Agenda 2010. ¡°El partido que ide¨® estos cambios y forz¨® su implementaci¨®n contra las enormes protestas populares fue el SPD. Quince a?os m¨¢s tarde, todav¨ªa sigue sin hacer las paces con la agitaci¨®n social y pol¨ªtica que desencaden¨®¡±.
El SPD, se?ala Tooze, es un partido hist¨®ricamente enfrentado con su izquierda, y acostumbrado a no tener rivales en ese sector desde la ilegalizaci¨®n de los comunistas en 1956. Tanto cuando le tocaba liderar el Gobierno como desde el papel de muleta, ha elegido casi siempre a la derecha como compa?era de baile. Lo hizo en el 69, cuando Willy Brandt lleg¨® al poder como primer canciller socialdem¨®crata despu¨¦s de la guerra, de la mano de los liberales del FDP. Lo hizo de nuevo 30 a?os m¨¢s tarde, cuando el socialista Oskar Lafontaine apenas dur¨® cinco meses al mando del Ministerio de Finanzas, apartado para allanar el camino de la Agenda 2010 del primer ministro Schr?der. Lafontaine termin¨® fuera del Gobierno y del SPD, fundando Die Linke, partido en el desierto a la izquierda de los socialdem¨®cratas.
Una vez eliminada la piedra en el zapato de Lafontaine, la Agenda 2010 implementada por Schr?der ha tenido consecuencias nefastas, y hasta hace bien poco pasadas por alto, en la econom¨ªa alemana. Oliver Nachwey, autor del libro rese?ado por Tooze, la llama ¡°modernizaci¨®n regresiva¡±. Por mucho que hayan aumentado las tasas de empleo, las condiciones de trabajo de millones de alemanes se han deteriorado. Las empresas del pa¨ªs, escribe Tooze, ¡°est¨¢n ahora jer¨¢rquicamente divididas entre los que siguen gozando de privilegios en forma de contratos colectivos y un ej¨¦rcito de trabajadores flexibles que van y vienen seg¨²n dictaminan las agencias de trabajo temporal¡±. Para 2014, solo el 28% de los trabajadores del Oeste y el 14% en el Este se reg¨ªan por convenios colectivos. Hoy las posibilidades de los hijos de alemanes con bajos niveles educativos de alcanzar niveles de cualificaci¨®n m¨¢s altos que los de sus padres son m¨¢s bajas que en casi ning¨²n otro pa¨ªs rico. Los caminos del capital y el trabajo no pueden haber divergido m¨¢s. Mientras los beneficios, dividendos e intereses se dispararon un 40% entre 2000 y 2007, los salarios reales bajaron en el mismo periodo, en especial en la base de la pir¨¢mide salarial.
El relato de Tooze est¨¢ lleno de jugosos detalles sobre las particularidades del modelo teut¨®n y la historia del SPD. Pero tiene mucho de universal. La secuencia se repite una y otra vez en diferentes rincones del Occidente postindustrial, con acentos y particularidades diversos: Un centroizquierda tradicional vacilante y desarbolado por los cambios en la estructura econ¨®mica y geopol¨ªtica se va corriendo hacia su derecha, mimetiz¨¢ndose con las opciones conservadoras y liberales, a menudo dando la espalda a su orilla izquierda y esmer¨¢ndose en la administraci¨®n de los recortes neoliberales. Esto genera una doble din¨¢mica en el centroderecha.
Por un lado, va engullendo al centroizquierda atomizado y desnaturalizado. Pero a su vez se anquilosa, incapaz de movilizar la reacci¨®n sin una alternativa que se precie contra la que reaccionar. Descuida, adem¨¢s, su flanco derecho. Por consiguiente, va creciendo una sensaci¨®n de insatisfacci¨®n con un extremocentro inerme, tecnocr¨¢tico y aparentemente desconectado de los problemas de la poblaci¨®n. Es en ese caldo de cultivo de desmovilizaci¨®n y descontento latente en el que crece la extrema derecha populista.
Las fisuras de la izquierda alemana en torno a la Agenda 2010, narra Tooze, abrieron la puerta a la llegada al poder de la CDU de Merkel. Pudo haber sido de otra manera. ¡°Un gobierno progresista a nivel federal¡±, insiste Tooze, ¡°hubiera requerido una triple alianza entre el SPD, los Verdes y Die Linke. No era algo imposible. Tanto en 2005 como en 2013, la mayor¨ªa estaba ah¨ª para que la ejecutasen¡±. Pero el SPD eligi¨® la derecha. ¡°Durante tres de sus cuatro gobiernos, Merkel ha necesitado de una Gran Coalici¨®n con el SPD¡±. Una y otra vez, los socialdem¨®cratas se han brindado a ofrec¨¦rsela. Esto, sugiere Tooze, ha redundado en una p¨¦rdida de identidad que ya exist¨ªa en tiempos de Schr?der, pero nunca hab¨ªa sido tan pronunciado como ahora. Los Verdes, que han mutado para eliminar casi por completo cualquier rasgo de izquierda de su ADN y convertirse en un partido neoliberal, son los principales beneficiarios. Lo que queda del Die Linke de Lafontaine coquetea con posturas antinmigraci¨®n, empe?ado en parecerse al neofascismo en lugar de combatirlo. La extrema derecha de la AfD se frota las manos.
Tr¨¢fico de personas en N¨ªger
Tambi¨¦n se las frotan las mafias traficantes de personas en el Sahel. All¨ª, en la antigua colonia francesa de N¨ªger, al amparo de la subcontrataci¨®n de la pol¨ªtica fronteriza europea, pueden observarse los resultados de un curioso y revelador experimento de aceleraci¨®n temporal y condensaci¨®n geogr¨¢fica. La criminalizaci¨®n del movimiento de las personas ¨Cque es hoy dogma casi universal pero resulta contingente en la Historia humana, hija del dominio colonial y la desigualdad de riqueza entre unos pa¨ªses y otros¨C se hizo realidad en Agadez, una ciudad en el norte del pa¨ªs, de la noche al d¨ªa. Fue el 26 de mayo de 2015, cuando se aprob¨® una ley que ilegalizaba el tr¨¢nsito de personas hacia el norte, donde circulaban por Mal¨ª o Argelia, camino de Libia para intentar alcanzar Europa. La ley criminaliz¨® la principal fuente de ingresos de la ciudad. No detuvo la migraci¨®n, pero destroz¨® la econom¨ªa y empuj¨® a la criminalidad a migrantes y gu¨ªas. As¨ª lo cuenta en un reportaje sobre el terreno para Le Monde Diplomatique el periodista R¨¦mi Carayol.
¡°Las agencias de turismo llamaban a Agadez, la ciudad m¨¢s grande del norte de N¨ªger, la puerta del desierto, aunque ya no merece el nombre¡±, escribe Carayol. ¡°La estaci¨®n central de autobuses fue en su d¨ªa el coraz¨®n de la ciudad, el punto de partida para los convoyes que part¨ªan camino de Dirkou y Libia. Cada lunes, hasta 200 veh¨ªculos emprend¨ªan el rumbo hacia el desierto, cargados de ganado e inmigrantes, que ven¨ªan del ?frica occidental y a veces del centro y el este del continente, camino principalmente de Libia y, con suerte, de Europa. Los convoyes ten¨ªan escolta del ej¨¦rcito hasta llegar casi a la frontera libia. Para los migrantes, representaban la esperanza; para la gente de Agadez, eran una fuente de ingresos. Mahaman Sanoussi, un activista local, cuenta que "proporcionaban ingresos a toda la ciudad. La migraci¨®n era legal y los transportistas respetables. Pagaban impuestos, como otros emprendedores. Pero la ley 2015-36 lo cambi¨® todo¡±.
En un texto construido a base de observaci¨®n de las maltrechas rutas de la migraci¨®n y entrevistas con un amplio cat¨¢logo de protagonistas, Carayol escarba las consecuencias de la prohibici¨®n, as¨ª como su origen. ¡°Como sucede a menudo con la prohibici¨®n, la migraci¨®n no ha cesado: los que participan de ella simplemente se cuidan de ser discretos¡±. ¡°Son principalmente los peque?os traficantes los que han resultado afectados¡±, cuenta en el reportaje un investigador de flujos migratorios. ¡°Los grandes, los que tienen contactos en el mundo pol¨ªtico y se pueden permitir sobornar a las fuerzas de seguridad siguen operando¡±.
En el pa¨ªs m¨¢s pobre del mundo, seg¨²n las Naciones Unidas, donde el Estado apenas controla el territorio y ¡°la corrupci¨®n est¨¢ a la orden del d¨ªa, un par de decenas de miles de francos son suficientes para comprar el silencio de las patrullas. ¡°Lo que antes era visible se ha vuelto invisible, y por tanto no se puede controlar: las rutas migratorias han cambiado para evitar los controles, y son ahora mucho m¨¢s peligrosas¡±, escribe Carayol,. ¡°Los guetos, grandes casas de Agadez en las que comen y duermen los migrantes, son ahora clandestinos y m¨¢s bien parecen c¨¢rceles de las que sus ocupantes no pueden salir sin arriesgarse a ser detectados; las tarifas de los humanos se han triplicado; y los conductores abandonan a los migrantes, incluidos a los ni?os, en pleno desierto, cuando los persigue la polic¨ªa. El est¨¢ndar de vida de los habitantes de la regi¨®n ha ca¨ªdo. Los estudios muestran que m¨¢s de la mitad de los hugares de Agadez viv¨ªan de la migraci¨®n; casi 6.000 personas ¨Ctraficantes, intermediarios, due?os de posadas, conductores¡ª depend¨ªan directamente de ella para sus trabajos, y miles m¨¢s ¨Ccocineros, tenderos, taxistas y sus familias¡ª lo hac¨ªan indirectamente¡±.
Ante el creciente desempleo, apuntilla, est¨¢n corriendo como la p¨®lvora la desafecci¨®n y el bandidaje. Las pandillas bloquean carreteras y secuestran a inmigrantes a cambio de dinero; algunos antiguos gu¨ªas de migrantes se pasan al tr¨¢fico de drogas. Y podr¨ªa ser peor: en una zona rodeada de grupos armados como el Boko Haram al sureste, los rebeldes de Mal¨ª al noroeste y las milicias tub¨²es al norte, el desposeimiento es afluente de los r¨ªos de sangre.
?Por qu¨¦ se aprob¨® entonces, con nocturnidad y alevos¨ªa, la ley de 2015? La respuesta tiene tintes de blowback neocolonial. En 2011, Francia y el Reino Unido lideraron una coalici¨®n que derroc¨® al r¨¦gimen libio de Muamar el Gadafi. Se gener¨® un vac¨ªo de poder y una crisis humanitaria que dieron con centenares de miles de migrantes circulando hacia Libia para llegar desde all¨ª a las costas europeas. Cada a?o, pasaban por Agadez 400.000 migrantes. En Italia, Francia, Alemania o Hungr¨ªa, la extrema derecha capitalizaba la ansiedad ante el flujo migratorio, al grito de invasi¨®n. As¨ª que, cuenta Carayol, ¡°en 2015 la UE construy¨® un muro invisible para detener a los inmigrantes del Sur¡±. Era el a?o de la Agenda Europea para la Migraci¨®n y la Cumbre de La Valeta, en Malta, donde los 28 Estados miembros decidieron externalizar su lucha contra la inmigraci¨®n con la ayuda de algunos Estados africanos.
"La Uni¨®n ofreci¨® a estos socios empobrecidos m¨¢s de 2.000 millones de euros para que detuvieran a inmigrantes, en lo que llam¨® una cooperaci¨®n a medida con Nigeria, Senegal, Etiop¨ªa, Mali y N¨ªger¡±. Dentro de estos, cuenta el periodista, N¨ªger ten¨ªa un papel destacado en la estrategia de la Uni¨®n por hacer frontera con Argelia y Libia. ¡°El gobierno de Mohamadou Issofou, aliado de Francia, necesita dinero y apoyo militar. En tres a?os, ha recibido de la UE 266,2 millones de euros, m¨¢s que ning¨²n otro pa¨ªs. El discurso oficial habla de ayuda al desarrollo y lucha contra el tr¨¢fico de seres humanos, pero apenas esconde una meta m¨¢s prosaica: parar, por la fuerza si es necesario el flujo de migrantes a Europa¡±. La ley de 2015, detalla Carayol, la redactaron funcionarios franceses. En palabras de un brigadista miembro del gabinete presidencial de N¨ªger y responsable de poner la ley en marcha: ¡°Cuando la Uni¨®n Europea nos dijo ¡®os daremos dinero¡¯, saltamos como resortes a por esa oportunidad. Hay un refr¨¢n local que dice: ¡®Cuando est¨¢s en el fondo de un pozo, agradeces cualquier cosa que venga de arriba, aunque sea una serpiente¡±.
AMLO y Trump
A 11.000 kil¨®metros de distancia, otra potencia imperial fuerza a la mano de su vecino del Sur para construir otro muro invisible lejos de su frontera. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, que lleg¨® al poder prometiendo atajar las causas ¨²ltimas de la migraci¨®n y no militarizar su frontera, est¨¢ haciendo precisamente lo contrario. Tras ceder ante las presiones de Donald Trump, que amenaza a M¨¦xico con una guerra comercial, AMLO tiende la alfombra roja para que Estados Unidos descargue en territorio mexicano las cloacas de su sistema migratorio, y de paso es c¨®mplice en el quebrantamiento de las leyes internacionales de asilo.
En The Intercept, la veterana periodista fronteriza Debbie Nathan, cuenta en un descarnado relato las consecuencias del programa Remain in M¨¦xico, por el que Estados Unidos devuelve a dicho pa¨ªs a millares de solicitantes de asilo para que esperen, n¨²mero en mano, a ser procesados. Si es que llegan vivos. Desde Ciudad Ju¨¢rez, Nathan detalla las consecuencias dram¨¢ticas del desembarco masivo de dichos migrantes, la mayor¨ªa de los cuales huyen de la violencia, en una de las zonas m¨¢s violentas del mundo.
Para finales de junio, escribe Nathan, EE UU hab¨ªa devuelto a M¨¦xico casi 17.000 solicitantes de asilo. Y se esperan otros 60.000 en los pr¨®ximos meses, obligados a quedarse en las ciudades fronterizas de M¨¦xico durante meses o incluso a?os a la espera de que los tribunales estadounidenses dictaminen sobre sus peticiones de asilo. El programa, cuyo orwelliano nombre oficial se traduce como Protocolos de Protecci¨®n del Migrante, ¡°los pone realidad en grave peligro¡±, explica Nathan. ¡°Como la mayor¨ªa de estos migrantes son vagabundos, pobres y no tienen lazos con la poblaci¨®n local, pocos de los habitantes de estas ciudades se enterar¨¢n, ni mucho menos protestar¨¢n, si les hacen da?o o los matan¡±. Los centroamericanos y otros no mexicanos lo tienen todav¨ªa peor. ¡°Est¨¢n en grave riesgo de ser v¨ªctimas de robos, secuestrados a cambio de un rescate, torturados, violados, asesinados ¨Co al menos traumatizados por la violencia de la que ser¨¢n testigos. Ya abundan los ejemplos¡±.
La subcontrataci¨®n de la violencia fronteriza precede con mucho a Trump. En un esclarecedor art¨ªculo en el New York Times, los analistas Max Fisher y Amanda Taub escudri?an los or¨ªgenes de la pol¨ªtica de pagar y armar al amo de los pobres para que vete al acceso al mundo rico a estos. Encuentran un patr¨®n que fue testado primero en Europa y tiene otros alumnos aventajados como Australia, casi siempre con consecuencias parecidas a las del Mediterr¨¢neo o el norte de M¨¦xico: la migraci¨®n no cesa, las mafias aumentan sus beneficios, y se disparan el n¨²mero de muertos. (No cuentan que, ya durante Obama, las autoridades mexicanas llenaban las arcas de su Estado al deportar, por encargo de Estados Unidos, a m¨¢s inmigrantes centroamericanos al a?o de los expulsados por su vecino del Norte). Fisher y Taub citan al experto dan¨¦s Thomas Gammeltoft-Hansen, que es taxativo sobre la ineficacia del m¨¦todo: ¡°Los costos se vuelven cada vez m¨¢s altos, y no hay pruebas de que funcione. Muy pocos Estados pueden decir que las estrategias que siguen est¨¦n siendo efectivas en su conjunto, por un simple motivo: no han atajado el problema de fondo¡±.
Es dif¨ªcil imaginarse a Boris Johnson, flamante primer ministro brit¨¢nico, resolviendo ning¨²n problema de fondo. El Financial Times, ¨®rgano m¨¢s sofisticado del capital brit¨¢nico, pon¨ªa la voz de alarma la noche de la llegada al poder de Johnson. ¡°Rara vez en tiempos de paz se ha enfrentado un primer ministro brit¨¢nico a circunstancias tan graves como las que esperan a Boris Johnson a su llegada a Downing Street¡ Rara vez, asimismo, ha parecido un primer ministro tan por debajo en temperamento, car¨¢cter e historial, de lo que exige la tarea. No llega ah¨ª por medio de unas elecciones generales, sino de una minoritaria encuesta a los militantes conservadores. Un hombre que hizo tanto para guiar con se?uelo al pa¨ªs al campo de minas del Brexit tiene ahora que idear un camino de salida. Si naufraga en su misi¨®n, se arriesga a destruir a su partido; en el peor de los casos, como ha advertido uno de sus predecesores en el cargo, podr¨ªa ser el ¨²ltimo primer ministro del Reino Unido¡±. El diario econ¨®mico advierte a los brexiters. ¡°Han completado la toma de control del partido tory y del Gobierno. Antes pod¨ªan echar la culpa a los aguafiestas del fracaso a la hora de lograr el Brexit. Ahora no tienen d¨®nde esconderse¡±.
?Qu¨¦ se puede esperar de Johnson como primer ministro, m¨¢s all¨¢ del voyeurismo burl¨®n que nadie le niega? Un tuit del polit¨®logo escoc¨¦s Mark Blyth, azote de la austeridad, aventura un vaticinio: ¡°Y con estas, Boris manda ahora la tierra del Brexit. Una predicci¨®n para los pr¨®ximos doce meses. Brexit duro amortiguado por recortes masivos de impuestos. La libra se desploma, el d¨¦ficit se dispara, los bonos apenas se mueven. Todo esto se equilibra con una nueva ronda de recortes al Estado del Bienestar. Los pobres son la barrera de contenci¨®n del Brexit.
En lugar de Schro?der, Angela Merkel, Oskar Lafontaine y Alternative f¨¹r Deutschland, lean Tony Blair, David Cameron, Jeremy Corbyn y Brexit Party. Cambien Ciudad Ju¨¢rez por Agadez; Remain in M¨¦xico por Qu¨¦dense en ?frica. Donde dije blowback, digo Boris Johnson en Downing Street. Y a este paso, dir¨¦ pronto Nigel Farage.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.