El metro de Ciudad de M¨¦xico celebra medio siglo atrapado en el pasado
El subterr¨¢neo que m¨¢s transporta en Am¨¦rica Latina celebra 50 a?os y afronta retos como la inseguridad y la obsolescencia tecnol¨®gica

El metro es un simulacro de Ciudad de M¨¦xico: fren¨¦tico y estridente en sus profundidades. El subterr¨¢neo de la capital mexicana transporta al d¨ªa a 5.5 millones de personas confinadas en trenes naranjas que viajan por lo que fue el gran lago de Texcoco. Es casi como si toda la poblaci¨®n de una capital europea fuera trasladada por el sistema diariamente. El inicio de su construcci¨®n, en junio de 1967, supuso el descubrimiento arqueol¨®gico de 20.000 objetos prehisp¨¢nicos. Entre ellos el templo al dios del viento, Eh¨¦catl, que hoy puede verse en la abarrotada estaci¨®n Pino Su¨¢rez, en el centro de la capital mexicana. Pero en el metro de hoy en Ciudad de M¨¦xico no hay dios a quien encomendarse en la hora pico.
Juan Cano ha sido el hombre que lo ha visto todo en el metro, que cumple 50 a?os desde su inauguraci¨®n. Comenz¨® a trabajar en el sistema en 1969, a los 22 a?os, y se convirti¨® en el primer conductor de los trenes. Aquel a?o a¨²n estaba fresco el recuerdo de la matanza de Tlatelolco, en octubre de 1968. El Ej¨¦rcito mexicano asesin¨® a entre 150 y 200 estudiantes, seg¨²n un informe desclasificado de Estados Unidos. El propio Cano particip¨® en las manifestaciones en contra de la represi¨®n del Gobierno de Gustavo D¨ªaz Ordaz, al mismo que escuch¨® inaugurar el tren que m¨¢s pasajeros transport¨® en 2018 en Am¨¦rica Latina: 1.647 millones.?
¡°Para los trabajadores j¨®venes el presidente no era un personaje a admirar. Hab¨ªa un rechazo absoluto¡±, cuenta Cano parado en la estaci¨®n Insurgentes, la misma que eligi¨® D¨ªaz Ordaz para anunciar que la capital llegaba a una edad ¡°adulta¡± con el metro. Hace un a?o, el Gobierno de Ciudad de M¨¦xico retir¨® todo tipo de placas alusivas a D¨ªaz Ordaz. ¡°Es como intentar borrar de la historia a Porfirio D¨ªaz [un dictador que estuvo varias d¨¦cadas en el poder]¡±, reprocha. El metro ha nutrido la identidad de la capital a ra¨ªz de su iconograf¨ªa, obra del dise?ador estadounidense Lance Wyman, el mismo que ide¨® la imagen de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1968.
La primera vez que el ingeniero Cano conoci¨® los trenes fue cuando los vio entrar por el t¨²nel de la parada Salto del Agua, a 90 kil¨®metros por hora. ¡°Se escuch¨® un ruido impresionante. Todav¨ªa estaban construyendo y hab¨ªa much¨ªsimo polvo, cal. Se hizo una nube espectacular. Lo primero que pens¨¦ fue: ¡®?esto voy a manejar?¡±, rememora el hombre de vestido con corbata naranja, el mismo de los trenes. No pod¨ªa ser de otro color.

Cano se hizo cargo del primer tren, que sal¨ªa de Chapultepec a las 5.50 de la ma?ana. Lleg¨® a la estaci¨®n dos minutos antes de la salida del convoy, cuando ya hab¨ªa alguien listo para reemplazarlo. ¡°Lleg¨¢bamos a las estaciones y casi no hab¨ªa gente, pero la que hab¨ªa empezaba a aplaudir y todos se iban hasta adelante para vernos. Los periodistas ven¨ªan checando con cron¨®metro para ver si efectivamente hac¨ªamos el tiempo estipulado¡±, recuerda quien trabaj¨® 39 a?os como conductor. El diario La Prensa resaltaba en su cr¨®nica ¡°?un viaje de 90 minutos se convert¨ªa en uno de 20!¡±.
Cincuenta a?os m¨¢s tarde, el metro afronta una ¡°obsolescencia tecnol¨®gica¡±, seg¨²n su directora, Florencia Serran¨ªa. El sistema est¨¢ saturado y los usuarios pueden sufrir retrasos de hasta 40 minutos. Los s¨ªntomas del metro mexicano son m¨¢s graves que los de Madrid o Nueva York, sistemas que le doblan la edad.
¡°El metro ol¨ªa a mezcla [cemento], a pintura fresca. Estos pisos eran brillantes¡±, recuerda Cano. Los primeros d¨ªas los viajeros vest¨ªan como quien va una entrevista de trabajo. Un ambiente de paz. De ello solo quedan memorias. La inseguridad se ha convertido en uno de los principales problemas del metro. M¨¢s de la mitad de las mujeres que lo ocupan aseguran haber sufrido acoso sexual, de acuerdo a cifras de la Fiscal¨ªa capitalina. En 2018 fueron presentadas 242 denuncias por este delito, 28% m¨¢s que un a?o antes. ¡°Somos un reflejo de todo lo que ha sucedido en el pa¨ªs en los ¨²ltimos a?os. Hemos triplicado la seguridad¡±, explica Serran¨ªa.
Cano recuerda dos experiencias que sacudieron su trayectoria. La primera fue el ¨²nico gran accidente que ha tenido el metro. El choque de dos trenes en octubre de 1975, que dej¨® 31 muertos y 71 heridos en la l¨ªnea 2. ¡°Fue traum¨¢tico. Quedamos marcados mucho tiempo, el n¨²mero de usuarios descendi¨® de manera notable¡±, agrega. En los a?os ochenta presenci¨® c¨®mo una madre se avent¨® a las v¨ªas con tres hijos, ¡°uno de ellos un beb¨¦ de 10 meses que sobrevivi¨®¡±, rememora. El metro es punto de vida y muerte. De 2009 a 2018 se han suicidado all¨ª 160 personas. M¨¢s de 35 beb¨¦s han nacido en la ¨²ltima d¨¦cada.

El centro neur¨¢lgico del metro es el Puesto Central de Control. En unos tableros los reguladores de tr¨¢fico ven c¨®mo se enciende luces rojas que muestran en tiempo real el avance de los trenes de las 195 estaciones. ¡°Las decisiones que tomamos afectan a much¨ªsima gente en unos minutos. Aqu¨ª hay pura tensi¨®n¡±, cuenta el jefe de reguladores Julio Vargas en una sala que parece el interior el halc¨®n milenario de Star Wars. El estr¨¦s es un ingrediente para controlar todo lo que sucede en los 225 kil¨®metros de la red.
¡°Vamos a dar un salto tecnol¨®gico muy importante¡±, asegura la directora Serran¨ªa. Las obras de renovaci¨®n est¨¢n en marcha en las primeras tres l¨ªneas. Cano camina por los pasillos como si regresara a las aulas. Cuando vuelve a la cabina, los botones y palancas no son como las que utiliz¨®. Uno de los ch¨®feres lo reconoce y dice haber sido su alumno. Cano no lo recuerda, pero sonr¨ªe y se toma una selfie con ¨¦l. Lo que no cambia es ese momento de soledad en el tren al zigzaguear por un t¨²nel oscuro.
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