El vampiro bueno
Fallece el cineasta colombiano Luis Ospina, fundador del Grupo de Cali e inagotable agitador de buenas conciencias
Ha muerto Luis Ospina y es imposible no despedirlo con agradecimiento y afecto por todo lo que hizo. Fund¨®, junto a sus dos amigos Andr¨¦s Caicedo y Carlos Mayolo, el m¨ªtico Grupo de Cali, un colectivo que apost¨® por un cine de agitaci¨®n cultural desde Oiga, vea (1971), aquel cortometraje que film¨® los Juegos Panamericanos desde la perspectiva de los pobres que no pod¨ªan entrar a los estadios. Hay un plano de Oiga, vea que para m¨ª resume buena parte de la concepci¨®n que el Grupo de Cali ten¨ªa del cine: vemos a una mujer a punto de hacer un clavado, trepada a lo alto de un trampol¨ªn. Casi una imagen apol¨ªnea sacada de una pel¨ªcula de Leni Riefenstahl. Entonces la atleta se prepara, se concentra, da con la posici¨®n id¨®nea y, justo cuando salta, la c¨¢mara abre el zoom, se escucha un ruido de tirabuz¨®n de dibujos animados y de repente quedamos por fuera del escenario deportivo, rodeados por el pueblo raso que mira todo desde lejos. La clavadista ha desaparecido detr¨¢s de un muro. El trampol¨ªn vac¨ªo, como una forma remota y abstracta.
A Ospina y Mayolo les basta un solo plano para desmontar el aparato espectacular y de propaganda que significaron aquellos Juegos Panamericanos, celebrados en medio de un estado de sitio decretado por el presidente Misael Pastrana Borrero. Mirada desde nuestra ¨®ptica de hoy, cuando conocemos las obsesiones del cine posterior de Ospina, esa pel¨ªcula se ve como algo m¨¢s que una pieza de agit-prop; ah¨ª est¨¢n los zombies del subdesarrollo, las manos que se aferran a las rejas, la ciudad hechizada por los misteriosos ritos celebrados dentro de los estadios. Y ah¨ª se est¨¢ cociendo tambi¨¦n una reflexi¨®n sobre el cine y su relaci¨®n con los excluidos, aunque habr¨¢ que esperar a Agarrando pueblo (1977) para ver esas ideas en el ¨¢pice de su maduraci¨®n conceptual y f¨ªlmica. Agarrando pueblo es, sin duda, un cl¨¢sico del cine latinoamericano y una herramienta cr¨ªtica de una vigencia extraordinaria. Se trata de un falso (y a ratos no tan falso) documental donde se siguen las peripecias de un equipo de cineastas locales que, contratados por un canal de televisi¨®n alem¨¢n, van capturando la pobreza de las calles de Cali para satisfacer la demanda y los prejuicios coloniales de la mirada europea. Unos a?os antes, en los tiempos en que redactaban Ojo al cine, la revista del grupo, en los tiempos del legendario Cineclub de Cali, Mayolo, Caicedo y Ospina hab¨ªan creado el t¨¦rmino ¡°pornomiseria¡± para definir ese comercio de im¨¢genes del miserabilismo latinoamericano. La pornomiseria como una mercanc¨ªa fundamental para mantener la econom¨ªa visual y la divisi¨®n geopol¨ªtica del trabajo cinematogr¨¢fico. Ustedes filmen su pobreza material, el fondo bajo fondo, que nosotros ya nos encargaremos de filmar los conceptos para hacer pensable el mundo. La labor iconoclasta de Agarrando Pueblo perdura y sigue siendo necesaria en nuestros d¨ªas.
Luis Ospina, fallecido el viernes a los setenta a?os, vivi¨® mucho m¨¢s tiempo que sus amigos y gracias a ello pudo dedicar media vida a reconstruir y a fabricar un archivo, una mitolog¨ªa de lo que hab¨ªa sucedido en Cali durante esos 70, en el cine, pero tambi¨¦n en la literatura, las artes pl¨¢sticas y la fiesta, que no era una actividad secundaria sino el coraz¨®n mismo de todas las pr¨¢cticas culturales de la ciudad. Precisamente Ospina dedica su ¨²ltimo filme, Todo comenz¨® por el fin (2015), a revelar su archivo y, en una especie de collage autobiogr¨¢fico de ¡°nostalgia cr¨ªtica¡±, como le gustaba a Ospina definir su mirada, narrar el paso gradual de aquella explosi¨®n pol¨ªtica y creativa de los 70 hacia el naufragio de la cultura del narcotr¨¢fico en los a?os 80 y 90.
El hilo conductor que da continuidad y en cierto modo hace inteligible aquel naufragio es, por supuesto, la fiesta. La fiesta entendida como una especie de trituradora cultural, donde confluyen todas las energ¨ªas sociales y donde se moldean las sensibilidades, pero tambi¨¦n el escenario donde se naturaliza el horror, donde lo insoportable se vuelve incluso divertido, motivo de risa. Todo comenz¨® por el fin (2015) es el testamento ir¨®nico de un autor, uno de los pocos que merecen ese nombre en el cine colombiano, capaz de sumergirse en las aguas turbias de la macabra fiesta colombiana. Lo hizo en Pura sangre (1982), joya indiscutible del terror g¨®tico-tropical, prima hermana de las pesadillas de Roger Corman o Dario Argento, que trata de un magnate azucarero muy enfermo que, para sobrevivir, se alimenta literalmente de la sangre de ni?os secuestrados para tal efecto. Lo hizo tambi¨¦n en Unos pocos buenos amigos (1986), su documental sobre la vida fugaz y tormentosa de Andr¨¦s Caicedo.
A Luis le gustaba repetir una frase de Cocteau: ¡°El cine es filmar a la muerte haciendo su trabajo.¡± Lo dec¨ªa, creo yo, a sabiendas de que la muerte nunca anda muy lejos y es mejor convocarla, susurrarle cosas al o¨ªdo, acostumbrarse a su caricia inesperada que corta el aliento. En Nuestra pel¨ªcula (1992) acompa?¨® al artista Lorenzo Jaramillo, enfermo de Sida, durante su agon¨ªa y entre ambos logran transformar el proceso en una aventura intelectual radical donde se funden el delirio de la enfermedad, la alta intensidad emocional y la lucidez art¨ªstica. Dicen que la verdadera elegancia consiste en una actitud de dulce iron¨ªa hacia la muerte. Si eso es cierto, Luis Ospina fue el m¨¢s elegante de los hombres. Se nos va un maestro y un inagotable agitador de buenas conciencias. El vampiro bueno.
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