Los datos para entender mejor por qu¨¦ estall¨® Chile
El pa¨ªs latinoamericano se mira en dos espejos: el de la alta renta y la elevada desigualdad. La excesiva incertidumbre y la ausencia de una red p¨²blica protectora aceleran la falta de expectativas
¡°Una crisis que s¨®lo predijeron algunos astr¨®logos¡±. As¨ª la calificaba Adriana Vald¨¦s en su descorazonadora columna del pasado lunes. Chile ha estallado en protestas que no cesan pese al reciente cambio de tono y a las medidas propuestas por el Gobierno de Sebasti¨¢n Pi?era. Unas protestas que, al menos en su versi¨®n original de evasi¨®n en el metro de la capital, contaban con un apoyo amplio entre la ciudadan¨ªa (no en sus vertientes m¨¢s violentas, en las que reciben una severa censura social).
Aunque al principio nadie sab¨ªa por qu¨¦ ni c¨®mo hab¨ªa sucedido el estallido, en poco tiempo ha ido emergiendo un consenso difuso que apunta a una causa: la desigualdad reinante en el pa¨ªs. Una vez el culpable ha sido hallado, se produce un momento ¡°pues claro¡±: todos somos astr¨®logos retroactivos, todos estamos dispuestos a echarle en cara al sistema esa ceguera, esa falta de sensibilidad.
Pero ¡°el sistema¡± no es una categor¨ªa ajena, sino que la componemos necesariamente todos y cada uno de nosotros. ¡°No hay que pretender que era obvio lo que muy pocos anticiparon¡±. La frase es del economista Andr¨¦s Velasco, y tiene particular valor que la entone un exministro de Hacienda del propio Chile como ¨¦l, bajo el primer Gobierno socialdem¨®crata de Michelle Bachelet. Efectivamente, como sugieren Varela y Velasco, no es el momento de pasar un examen cuyo tiempo ya se agot¨®, sino de comprender qu¨¦ se hizo mal para corregirlo en la siguiente oportunidad. Para ello, considero ¨²til acudir a los datos para definir con un poco m¨¢s de precisi¨®n qu¨¦ parte de la ¡°desigualdad¡± ha provocado esta expresi¨®n de descontento social. Y, sobre todo, por qu¨¦ en este y no en otro pa¨ªs.
Chile es ciertamente muy desigual. Sus cifras son elevadas incluso para una regi¨®n acostumbrada a niveles altos de inequidad. Pero no est¨¢n por encima de Brasil, Colombia o Paraguay, por citar algunos. Ahora: su PIB per capita es mucho mayor. Chile tiene un ingreso medio equivalente al de Croacia o Ruman¨ªa, y ligeramente m¨¢s alto que el de sus vecinos Uruguay y Argentina. Este nivel de renta se ha convertido en una especie de meme entre quienes, desde el ala derecha ideol¨®gica, le vienen a decir a los chilenos que no tienen por qu¨¦ quejarse. Al fin y al cabo, su econom¨ªa crece (de las que m¨¢s este a?o en la regi¨®n), destruyendo pobreza.
Todas las naciones arriba citadas cuentan con una desigualdad sustancialmente m¨¢s baja. Chile es un pa¨ªs con el nivel de renta de uno rico y la desigualdad de uno pobre. En ¨¦l, por tanto, las personas con m¨¢s ingresos pueden alcanzar un estatus similar al de sus compa?eros en la OCDE. Las de menor capacidad adquisitiva, por el contrario, se encuentran mucho m¨¢s cerca de sus vecinos latinoamericanos. Algo que inevitablemente se traslada a los dos espejos en los que se mira la naci¨®n cuando se pregunta a s¨ª misma c¨®mo va: cuando la clase acomodada se compara con econom¨ªas avanzadas, considera que no est¨¢ tan lejos, y resalta entonces la distancia respecto al resto de su propio continente. Pero cuando los segmentos populares hacen el mismo ejercicio, lo que ven es que la promesa de una vida rica no se acaba de cumplir.
Esta sensaci¨®n de quedarse a las puertas de la tierra prometida se acent¨²a con la enorme volatilidad de renta que sufren los chilenos. Seg¨²n datos de la OCDE, Chile es el pa¨ªs del grupo en el que resulta menos probable quedarte atrapado en el 20% (quintil) de menor nivel de renta. Gran noticia, ?no? No exactamente: tambi¨¦n es de los que tiene menor permanencia entre el 20% m¨¢s rico. Y aunque salir del grupo de cola es f¨¢cil, entrar lo es tambi¨¦n.
En otras palabras: la trayectoria vital en Chile debe parecerse bastante a un carrusel de incertidumbre, sobre todo en el espejo OCDE. Esto, probablemente, tiene que ver con que la naturaleza de su econom¨ªa (sus fuentes de crecimiento) se ven mejor reflejadas en su entorno inmediato, particularmente en la considerable dependencia de las materias primas. Estar en mitad de este carrusel, en el que quien gana tiene un premio comparativamente muy goloso pero s¨®lo porque quien pierde se lleva un castigo considerable, debe dar bastante v¨¦rtigo.
M¨¢s a¨²n cuando uno se sube a la monta?a rusa con pocas medidas de seguridad. El modelo de baja intervenci¨®n estatal y mecanismos de protecci¨®n m¨ªnimos enfocados exclusivamente a reducir el riesgo de ca¨ªda en la pobreza no es determinante para reducir ni la desigualdad, ni la movilidad incierta (ascendente y descendente).
Traslademos este esquema a las percepciones de la ciudadan¨ªa. Gracias a los datos del ¨²ltimo Bar¨®metro de las Am¨¦ricas (2018-19) podemos dividir a la sociedad chilena en tres partes iguales seg¨²n pertenezcan al tercio de hogares con menos o m¨¢s ingresos. A su vez, la encuesta nos indica qu¨¦ personas pertenecen a familias cuya situaci¨®n econ¨®mica empeor¨®, se qued¨® igual o mejor¨® en los ¨²ltimos dos a?os. Cruzando ambas variables obtenemos precisamente nueve categor¨ªas que se mueven en el agitado tablero de las clases sociales chilenas.
Ahora, observemos qu¨¦ opinan de la realidad chilena. Es f¨¢cil predecir que ning¨²n segmento poblacional estar¨¢ tan descontento con la situaci¨®n actual como el de bajos ingresos y empeoramiento de la situaci¨®n. Este grupo tiene la peor valoraci¨®n para Sebasti¨¢n Pi?era y para la democracia en particular, es el que m¨¢s ignorado se siente por los gobernantes, desconf¨ªa de la probabilidad de recibir ayuda gubernamental en caso de necesidad, y considera que en cualquier caso el estado no hace lo suficiente para ayudar a ¡°los pobres¡±.
Esta tabla ofrece muchos m¨¢s matices a quien quiera comprender a fondo la complejidad de posiciones de la ciudadan¨ªa chilena. Por ejemplo: el grupo m¨¢s tolerante a la idea de que los desempleados pueden encontrar trabajo si se esfuerzan o a que es sencillo acceder a beneficios es el tercio m¨¢s pobre cuya situaci¨®n mejor¨®. Un segmento que tambi¨¦n muestra una gran diferencia en la sensaci¨®n de ser escuchado por los gobernantes con respecto a sus ¡®compa?eros de clase¡¯ a quienes las cosas no han ido tan bien. Esto, l¨®gico de por s¨ª en cualquier lugar (al fin y al cabo, si te ha ido bien tiendes a pensar que le puede ir bien a todo el mundo), cobra una significaci¨®n especial dada la alt¨ªsima movilidad ascendente y descendente de Chile. El contraste inevitable es que la cantidad de personas que ven dificultad en conseguir beneficios si se necesitan es tan alta entre los estratos altos como entre los medios y bajos cuando hablamos de hogares con empeoramiento. En otras palabras: cuando a uno le va bien, en Chile, parece que el sistema funciona y que le puede ir bien a todo el mundo. Pero cuando le va mal los problemas se hacen evidentes.
Las medidas propuestas por Pi?era para responder a esta demanda social son una ampliaci¨®n marginal del modelo existente. Es posible que, si como dijo el mandatario, la pensi¨®n m¨ªnima sube un 20% y el ingreso m¨ªnimo alcanza los 350.000 pesos, los porcentajes arriba descritos bajen sensiblemente. Qui¨¦n sabe si lo suficiente para calmar las protestas. Pero la l¨®gica del sistema seguir¨¢ siendo la misma. Chile tiene un nivel de renta que le permite pensar en redes de seguridad p¨²blicas mucho m¨¢s inclusivas y no necesariamente intrusivas, que funcionan de hecho en pa¨ªses con unos mercados de bienes y servicios tan libres como los chilenos. Quiz¨¢s es hora de que esas propuestas, que llevan a?os activas en Chile, dejen de ser demonizabas por una parte de su derecha y en cambio formen parte de un intento de b¨²squeda de nuevo modelo nacional consensuado.
Todo esto, en cualquier caso, no explica de manera definitiva por qu¨¦ Chile estall¨® hace unas semanas y no hace unos meses. O por qu¨¦ Chile y no Panam¨¢ (con similares niveles de renta y desigualdad), o Colombia (donde a una persona de ingresos bajos le cuesta hasta once generaciones llegar a un nivel medio de ingresos ¡ª en Chile son seis). Eso tiene mucho m¨¢s que ver con aspectos que se escapan a los n¨²meros ¡®duros¡¯ que pueblan este art¨ªculo; preguntas que hay que hacerles a la psicolog¨ªa social y a la sociolog¨ªa de las movilizaciones. Pero lo que s¨ª aclaran estos datos es qu¨¦ aspectos espec¨ªficos del contexto chileno alimentan la frustraci¨®n de la que posiblemente prenden las primeras chispas. Como tal, sirven de aviso para aquellos que desestiman las desigualdades como un subproducto menor, inevitable casi, del desarrollo econ¨®mico. La advertencia chilena es clara: si el crecimiento no es inclusivo, puede explotar en tus propias manos.
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