Luces, c¨¢mara, ¡®impeachment¡¯
Las comparecencias por el juicio pol¨ªtico al presidente se han convertido en un ¡®show¡¯ con millones de espectadores
Gordon Sondland entra en la sala y desata una tormenta de disparos de c¨¢mara. Traje azul y calva reluciente, el empresario hotelero, cuya contribuci¨®n de un mill¨®n de d¨®lares a la campa?a de Donald Trump fue recompensada por el hoy presidente con la representaci¨®n de su pa¨ªs ante la Uni¨®n Europea, mira a su alrededor antes de sentarse en la silla tras el cartel que dice ¡°embajador Sondland¡±. Con una sonrisa, en contraste con el talante sobrio de quienes le han precedido estos d¨ªas en la tribuna de testigos, echa un ¨²ltimo repaso al testimonio inicial que se dispone a leer, y que contiene todo aquello que la Casa Blanca no quiere escuchar.
Fuera de la sala, cientos de personas siguen alineadas por los largos pasillos guardando cola, desde las seis de la ma?ana, con la esperanza de sentarse, aunque sea unos minutos y por turnos, en las sillas reservadas al p¨²blico. ?Para qu¨¦? ¡°Para ver a una persona que cometi¨® delitos que encajan perfectamente en el impeachment. Es tan obvio que, si no, habr¨ªa que quitar el impeachment de la Constituci¨®n¡±, explica Sam Lenoff, de 19 a?os.
Dentro, los fot¨®grafos se disuelven cuando el dem¨®crata Adam Schiff, cuya condici¨®n de presidente de la sesi¨®n se refleja en su butaca de cuero marr¨®n, que levanta un palmo m¨¢s que la de los congresistas que lo rodean, da un golpe con el mazo. Abre la sesi¨®n el propio Schiff, que no desaprovecha los focos para volver a advertir de que el presidente Trump puede estar incurriendo en un delito de obstrucci¨®n al entorpecer el trabajo de su comit¨¦. ¡°Embajador Sondland, est¨¢ usted hoy aqu¨ª para ser calumniado¡±, a?ade el republicano Devin Nunes, que despu¨¦s se?alar¨¢ que los dem¨®cratas ¡°fantasean por la noche con su propio Watergate¡±.
El show ha comenzado. Despu¨¦s de semanas de testimonios detr¨¢s de un cartel rojo que prohib¨ªa el paso al personal no autorizado, en una ¡°instalaci¨®n de informaci¨®n compartimentada sensible¡±, ubicada tres plantas por debajo del Capitolio, la semana pasada la investigaci¨®n del impeachment sali¨® a la luz p¨²blica. En toda su magnitud.
Abiertas al p¨²blico, retransmitidas a todo el pa¨ªs en directo por televisi¨®n, con audiencias que los dos primeros d¨ªas superaron los 12 millones de espectadores, las sesiones del Comit¨¦ de Inteligencia se trasladaron a la opulenta sala que habitualmente ocupa el Comit¨¦ de Medios y Arbitrios. La sala noble del edificio Longworth, enfrente del Capitolio. Elegante moqueta azul, grandes cortinas, techos a 12 metros de altura y, colocados en los frisos neocl¨¢sicos, potentes focos de cine que revelan el espect¨¢culo que han querido montar los dem¨®cratas.
El Comit¨¦ de Inteligencia, con 22 miembros, es m¨¢s peque?o que los otros dos que participaron en las audiencias privadas (Asuntos Exteriores, 47 miembros; Vigilancia, 40) y es conocido por su discreci¨®n. Tradicionalmente es considerado el comit¨¦ menos partidista del Congreso, pero tambi¨¦n eso ha cambiado. Hoy, las audiencias del impeachment han convertido al comit¨¦ en otro ejemplo de la polarizaci¨®n que lastra al pa¨ªs. De ello dan fe, por ejemplo, unas aparatosas pancartas colocadas detr¨¢s de los miembros del comit¨¦, que critican a Schiff y a Nancy Pelosi.
El foco p¨²blico sobre el proceso puede beneficiar a los dem¨®cratas, al transmitir a los votantes una mala imagen de Trump y una narrativa clara y simple de la que carec¨ªan con el Informe Mueller. Pero dif¨ªcilmente contribuir¨¢ a recabar los apoyos de senadores republicanos que necesitar¨ªan para que el proceso prospere. Y eso, impedir que los dem¨®cratas puedan hablar del impeachment como algo tan claro que borra las divisiones entre partidos, ser¨ªa una victoria para el presidente.
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