Una tragedia aflora las muchas caras del funk en Brasil
Nueve j¨®venes murieron en una estampida el domingo durante una operaci¨®n policial en una megafiesta con 5.000 asistentes en una favela de S?o Paulo
Ser¨ªa una calle comercial de lo m¨¢s anodina si no fuera por los escolares que este lunes a mediod¨ªa escudri?an el callej¨®n donde ocurri¨® la tragedia que ha logrado que los periodistas se asomen por la favela. Tiene pescader¨ªa, ¨®ptica, sal¨®n de depilaci¨®n, tienda de alimentos¡ Y un cami¨®n de la basura que avanza con dificultad por las estrechas y empinadas calzadas. Por obra del Baile del 17, los fines de semana sufre una metamorfosis total. Una megafiesta que toma este rinc¨®n de la favela Parais¨®polis atrae a miles de j¨®venes y adolescentes del resto de S?o Paulo o incluso de m¨¢s lejos para bailar durante horas a ritmo del funk que suena a todo volumen en plena calle desde altavoces colocados en maleteros. El domingo a las cinco de la ma?ana la polic¨ªa interrumpi¨® la fiesta; dice que persegu¨ªa a dos sospechosos que intentaron camuflarse en la multitud tras disparar a los agentes. Los gases lacrim¨®genos y las pelotas de goma desataron el p¨¢nico y una estampida hacia los callejones que mat¨® a nueve chavales de 14 a 23 a?os. Ninguno del barrio.
¡°Fue premeditado. No fue una fatalidad, quien lo hizo sab¨ªa lo que estaba haciendo¡±, afirma serio el presidente de la Uni¨®n de Vecinos y Comerciantes de Parais¨®polis, Gilson Rodrigues, 35 a?os. No es ning¨²n incendiario; ha logrado convencer a una veintena de empresas ¨Cincluida Coca Cola¨C para que inviertan en proyectos sociales en esta favela de 100.0000 vecinos, un tercio de 15 a 29 a?os. Rodrigues describe c¨®mo convirtieron un pu?ado de callejuelas en una ratonera. ¡°Cerraron una esquina, cerraron la otra, lanzaron botes de humo aqu¨ª, la gente corri¨® para all¨¢, echaron m¨¢s botes all¨¢ y entonces la gente corri¨® hacia los callejones¡ Pero algunos no tienen salida¡±. La trampa result¨® mortal. Quien crece en Parais¨®polis sabe en qu¨¦ direcci¨®n correr para salvar el pellejo, pero los visitantes no. Quiz¨¢ eso explica que ninguna de las v¨ªctimas fuera del barrio.
L. S., de 17 a?os, estaba en el baile con dos amigos cuando le sorprendieron las carreras por los gases lacrim¨®genos. Consiguieron escapar por callejones. "Vi a las personas acorraladas por la polic¨ªa, que tiraba botes de humo y pegaba porrazos a la gente¡±, dice. Mar¨ªa, que oculta bajo ese nombre su identidad porque tiene miedo, cuenta que ayud¨® a muchos a resguardarse en su casa. ¡°Vi c¨®mo los polic¨ªas los pisoteaban, a uno le abrieron la cabeza de un culatazo, los insultaban¡±.
El Baile del 17, como el resto de las fiestas callejeras que brotan en las periferias de las ciudades, es una expresi¨®n m¨¢s de lo que ocurre cuando el Estado brasile?o deja un vac¨ªo. Aunque Parais¨®polis es una de las mayores favelas de S?o Paulo y est¨¢ al lado de uno de los barrios m¨¢s ricos de la ciudad, no hay cine, ni casa de cultura y el parque prometido hace ocho a?os no ha abierto, detalla el presidente de los vecinos. Resultado, cada uno va por libre. Y los narcotraficantes que dominan las favelas, entusiasmados ante la riada de potencial clientela.
L. S. asegura que nadie organiza ni manda en la fiesta. ¡°Viene quien quiere. Cualquiera puede abrir el coche de sonido (tuneado con altavoces) y unirse a la fiesta ".
El funk, que naci¨® en las favelas de R¨ªo de Janeiro pero se ha popularizado hasta conquistar a las clases medias, est¨¢ rodeado de pol¨¦mica. Para la polic¨ªa es una pantalla del narcotr¨¢fico. Para la juventud perif¨¦rica, el desahogo, el desenfreno, la forma m¨¢s barata (y democr¨¢tica) de divertirse. Para algunos vecinos, una bendici¨®n; para otros, un aut¨¦ntico martirio. ¡°El problema es que (los bailes) se salen del control de la comunidad porque son demasiados. Si tuvieran hora para empezar y hora para acabar la gente estar¨ªa m¨¢s contenta¡±, sostiene Daniel Cristob?o, 34 a?os, coordinador de la radio de Parais¨®polis, que est¨¢ pegada a uno de los barrios m¨¢s ricos de S?o Paulo. Para desesperaci¨®n de quienes madrugan para trabajar, a menudo de criadas, limpiadoras o porteros, a veces la juerga contin¨²a hasta el lunes por la ma?ana.
El Baile del 17 naci¨® hace siete a?os. Se llama as¨ª por un bar que cerr¨® y ha llegado a reunir a 30.000 personas. Las operaciones policiales contra estos fiesteros son frecuentes y, como ha recalcado el gobernador, Jo?o Doria, esta tragedia no lo va a cambiar. ¡°Las operaciones en las comunidades van a continuar sea por la violaci¨®n de la ley del silencio, por la b¨²squeda de drogas o de coches, motos y otros bienes robados¡±. Las autoridades han abierto una investigaci¨®n y apartado del servicio a seis de los polic¨ªas involucrados. Y un portavoz policial ha admitido excesos ante los v¨ªdeos caseros que muestran claramente a agentes dando porrazos a j¨®venes que huyen.
¡°Vivir en Parais¨®polis es maravilloso¡±, proclama el due?o de un ultramarinos, que a?ade: ¡°?ltimamente, solo tenemos miedo de la propia polic¨ªa¡±. Los vecinos cuentan que las operaciones policiales son m¨¢s violentas desde hace un mes, cuando un agente muri¨® en la barriada durante un tiroteo.
Estas multitudinarias fiestas son al mismo tiempo un est¨ªmulo a la econom¨ªa local. Los vecinos desempleados hacen dinero para el resto de la semana. Se aventuran entre una masa en la que triunfa el whisky con Red Bull para vender perritos calientes, trufas, cervezas o cobrar a los chavales por usar el servicio de sus precarias casas, construidas a menudo sin orden ninguno. Quienes construyen el tejido social de Parais¨®polis se quejan de que, sin ayuda institucional, es muy dif¨ªcil organizar una oferta de ocio que compita con el funk.
Para el vendedor Jos¨¦ Luciano era ¡°una tragedia anunciada durante mucho tiempo¡±. Mientras habla se?ala la fachada de un bar que le ofrece bebidas para revender en el Baile del 17. ¡°Se llevaron a un tipo all¨ª la semana pasada y lo golpearon. La cabeza no le dejaba de sangrar. Llegan en cuanto la gente est¨¢ divirti¨¦ndose, disfrutando de la m¨²sica para aterrorizarles, sin piedad¡±.
El gobernador, que lleg¨® al cargo con un discurso de mano dura en seguridad, asegur¨® que ¡°la letalidad no fue causada por la polic¨ªa militar¡±. Desde el comienzo de su Gobierno en enero, una de cada tres muertes violentas en S?o Paulo es causada por la polic¨ªa.
El vecindario es un hervidero de iniciativas para intentar romper el estigma como el Circuito Parais¨®polis das Artes, que promueve caminatas con turistas y estudiantes por los callejones de la barriada. Pero la intensificaci¨®n de la violencia policial est¨¢ minando las perspectivas de desarrollo local. Cuatro de los ¨²ltimos tours han tenido que ser cancelados. ¡°Yo solo quiero ser feliz. Andar tranquilamente en la favela donde nac¨ª¡±, dice el presidente de los vecinos a los visitantes. Es el estribillo de una famosa canci¨®n funk.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.