¡°Despu¨¦s de 20 a?os, no he dejado de llorar a mi hermano, de so?ar con ¨¦l¡±
Colombia recuerda a los investigadores de la fiscal¨ªa desaparecidos hace dos d¨¦cadas en Valledupar. Los paramilitares asumieron el crimen, pero nunca se localizaron los cuerpos
Cae el sol en Valledupar. Con el atardecer, comienza un acto solemne de reconocimiento por la b¨²squeda de los siete investigadores de la fiscal¨ªa de Colombia desaparecidos hace 20 a?os, m¨¢s conocidos como ¡°los muchachos del CTI¡± por la sigla del Cuerpo T¨¦cnico de Investigaciones al que pertenec¨ªan el d¨ªa en que partieron para exhumar el cad¨¢ver de un vendedor de paletas del que no se ten¨ªa noticia hac¨ªa meses. Edilberto Linares Correa, Danilo Carrera Aguancha, Carlos Ibarra Bernal, Hugo Quintero Solano, Israel Roca Mart¨ªnez, Mario Anillo Trocha y Jaime Barros Ovalle ya no regresaron. Fueron v¨ªctimas de la atrocidad de los paramilitares. Y aunque estos han aceptado el crimen en medio de m¨²ltiples versiones, muchas veces contradictorias, nunca han entregado ni ubicado sus cuerpos.
¡°Hoy pudiera hablar del dolor¡±, dice Alexander, el hermano menor del investigador judicial Mario Anillo Trocha, durante el evento del pasado lunes frente a la biblioteca p¨²blica de esta calurosa ciudad en el norte de Colombia. Pero opta mejor por una emotiva semblanza para recordar al hijo, al esposo, al trabajador al que sus compa?eros le ped¨ªan ayuda para redactar sus informes. ¡°Al hermano mayor que defiende a su hermanito¡±, al gu¨ªa, al ejemplo a seguir. Lo escuchan m¨¢s de un centenar de personas, entre familiares vestidos con camisetas blancas y funcionarios uniformados del CTI, colegas de los ¡°muchachos¡±, todos menores de 32 a?os cuando desaparecieron justamente mientras buscaban un desaparecido. Mario, el m¨¢s joven, ten¨ªa 26.
Los Anillo Trocha, acompa?ados por cu?adas y sobrinos, ilustran c¨®mo la desaparici¨®n forzada golpea a familias enteras. Alexander ha tomado el testigo de sus hermanas. ¡°Yo ya cumpl¨ª mi ciclo¡±, dice Luc¨ªa, la mayor, convencida de que el sufrimiento desencaden¨® el c¨¢ncer de pr¨®stata de su padre, que muri¨® hace varios a?os. Petrona, la madre, se declara ¡°achicopalada¡±, un colombianismo para expresar des¨¢nimo. ¡°Lo ¨²nico claro es que no lo han encontrado¡±, resume Olga, la hermana del medio.
Es uno de los peores cr¨ªmenes de cualquier guerra. Con el duelo congelado en el tiempo, es imposible hacer un cierre emocional. En m¨¢s de medio siglo de conflicto armado, Colombia sum¨® m¨¢s desaparecidos que todas las dictaduras del Cono Sur. Aunque no hay cifras precisas, el Instituto de Medicina Legal calcula hasta 200.000 cuerpos por exhumar. El fen¨®meno ha golpeado a Valledupar, la capital del departamento del C¨¦sar. La cuna del vallenato se ubica entre la Sierra Nevada de Santa Marta, junto al Caribe, y la Serran¨ªa del Perij¨¢, en la frontera con Venezuela. Una regi¨®n agr¨ªcola y ganadera sitiada por la guerrilla que despu¨¦s padeci¨® la arremetida paramilitar que lleg¨® con el cambio de siglo.
¡°Siento una gran tristeza que invade mi coraz¨®n al ver que mi tiempo se est¨¢ acabando y no s¨¦ nada de mi hijo¡±, se lamenta Matilde Bernal, la madre del t¨¦cnico judicial Carlos Arturo Ibarra Bernal. Sube y baja los escalones de la tarima con ayuda. A sus 75 a?os, solo quiere esclarecer la verdad. En su escueta intervenci¨®n lanza, una vez m¨¢s, las preguntas sin respuestas a lo largo de tantos a?os: ?d¨®nde est¨¢n? ?Por qu¨¦ se los llevaron? ¡°Hijo, te seguir¨¦ buscando hasta que Dios me de fuerzas¡±, concluye.
Los padres ya est¨¢n envejecidos. El emblem¨¢tico caso de los investigadores del CTI es un ejemplo de una b¨²squeda tan incansable que pasa de generaci¨®n en generaci¨®n. Inmediatamente despu¨¦s de do?a Matilde, el turno es para Hernando, uno de los hijos del investigador Danilo Carrera. A semanas de graduarse como ingeniero civil, ten¨ªa apenas cinco a?os cuando se fue su padre. En la casa le recuerdan todo el tiempo que conserva sus gestos y rasgos. En un primer momento, su mam¨¢ y una t¨ªa asumieron ese activismo. Cuenta que sol¨ªa aislarse, pero comenz¨® a involucrarse cuando se sinti¨® maduro, hace unos siete a?os. ¡°Una verdad a medias sigue siendo una mentira¡±, razona.
¡°La guerra entr¨® a mi casa ese d¨ªa sin pedir permiso¡±, se lamenta Karina Savedra, la esposa del odont¨®logo forense Jaime El¨ªas Barros, al que describe como un ser humano alegre, entregado a su hogar y a su hija. ¡°No nos hemos dejado amilanar por el dolor y el sufrimiento¡±, reivindica. El d¨ªa del que habla, el 9 de marzo del a?o 2000, los siete agentes iban a la finca La Holanda, un paraje rural a m¨¢s de tres horas por carretera cuando se toparon con miembros del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), al mando de Rodrigo Tovar Pupo, alias ¡°Jorge 40¡±, extraditado a Estados Unidos.
En un primer momento se habl¨® de un secuestro. Los familiares comenzaron a reunirse para reclamar acciones de las autoridades. Organizaciones de derechos humanos como la Corporaci¨®n Fasol y el Colectivo de Abogados Jos¨¦ Alvear Restrepo comenzaron a apoyar su b¨²squeda y visibilizar el caso. Como parte del proceso de desmovilizaci¨®n de los grupos paramilitares, uno de los principales implicados, John Jairo Esquivel Cuadrado, un sanguinario paramilitar conocido como ¡°El Tigre¡±, reconoci¨® su participaci¨®n y dijo que fue una orden de Carlos Casta?o, el jefe de las AUC fallecido en 2004. Los familiares llegaron a exponer su vida para acudir ante Casta?o y Jorge 40, pero los dos jefes paramilitares se culparon mutuamente sin esclarecer los hechos.
Por momentos, el caso perdi¨® impulso. Pero al a?o pasado obtuvieron un nuevo aliento con el apoyo de la Unidad de B¨²squeda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), parte del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparaci¨®n y No Repetici¨®n surgido de los acuerdos de paz con la extinta guerrilla de las FARC. Con un mandato de 20 a?os, la Unidad busca atender las estremecedoras dimensiones de un fen¨®meno que el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR) considera el reto de m¨¢s largo aliento para Colombia, donde los familiares suelen llevar las fotos de sus seres queridos impresas a p¨¢gina entera o estampadas en camisetas.
¡°Muchas veces nos han dicho que nunca vamos a encontrarlos, porque existen distintas versiones de lo que les hicieron: que los tiraron al r¨ªo Cesar; que los arrojaron picados a una laguna plagada de caimanes, o que los enterraron en un lugar donde despu¨¦s pavimentaron una v¨ªa¡±, cuentan los familiares de ¡°los muchachos¡± en una ¡°carta para el mundo¡± que leyeron los m¨¢s j¨®venes en la conmemoraci¨®n. ¡°A pesar de ello, seguimos juntos y no hemos desistido en nuestra causa¡±. Han sido incontables reuniones, marchas, misas. Al menos una docena de informantes han ido a la extensa finca a lo largo de estos a?os, en que se han hecho una treintena de prospecciones. Esta semana, la fiscal¨ªa, donde reposa un expediente de 40 cuadernos, inici¨® una nueva prospecci¨®n, con plan topogr¨¢fico, en el ¨¢rea donde es m¨¢s posible que se encuentren.
¡°Despu¨¦s de 20 a?os yo no he dejado de llorar a mi hermano, de extra?arlo, de so?ar con ¨¦l¡±, rememora Jos¨¦ Jorge Roca, pariente del t¨¦cnico criminal¨ªstico Israel Roca. ¡°El dolor sigue ah¨ª. Aprendimos a vivir con ¨¦l, pero el vac¨ªo sigue ah¨ª¡±. Al evento no pudo asistir Claudia Balsero, la esposa de Israel, exiliada debido a las amenazas por sus reclamos de justicia. ¡°Gracias a la desaparici¨®n hay siete familias que hoy pueden decir que son resilientes, que pueden decir que han superado las adversidades sin olvidar a quienes no est¨¢n, sin dejarlos atr¨¢s, sin dejarlos abandonados¡±, afirma en el video que grab¨® para la ocasi¨®n.
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