El virus entra en casa del hombre con m¨¢s fobia a los g¨¦rmenes: Donald Trump
El presidente siempre ha detestado estrechar las manos, lava las suyas con obsesi¨®n y le saca de quicio que estornuden dentro del mismo cuarto. Los primeros contagios han sacudido la vida en el ala oeste de la Casa Blanca, pero el republicano vive un confinamiento heterodoxo, con vistas a la elecci¨®n de noviembre
A quien haya seguido los ¨²ltimos meses de la actualidad estadounidense, le puede sorprender que no hay mucha gente en el mundo con tanta fobia a los virus, los g¨¦rmenes y las enfermedades infecciosas como Donald Trump. El presidente que durante semanas minimiz¨® el riesgo de la covid-19, que no se pone una mascarilla ni por asomo y que ans¨ªa reabrir el pa¨ªs cuanto antes, ha sufrido toda su vida de una misofobia confesa. Detesta estrechar las manos, lava las suyas con obsesi¨®n, le saca de quicio que estornuden dentro del mismo cuarto y siempre ha evitado tocar los botones de llamada de los ascensores. Cuando su hijo menor, Barron, ten¨ªa apenas un a?o y se pon¨ªa malo, ped¨ªa que no se lo acercaran.
Esas man¨ªas las ha contado ¨¦l mismo a lo largo de su p¨²blica y notoria vida. ¡°No soy muy fan de dar la mano. Creo que es una costumbre b¨¢rbara. Hay informes m¨¦dicos todo el tiempo, dando la mano te agarras resfriados, gripe. De todo. Qui¨¦n sabe qu¨¦ contraes¡¡±, advert¨ªa en el programa Later Today, de la NBC, en 1999. ¡°El otro d¨ªa vino un tipo, estornud¨®, se tap¨® la nariz con la mano y vino a d¨¢rmela¡ ?Se supone que tengo que hacerlo?¡±, dijo un mes despu¨¦s, en otra entrevista, cuando se planteaba por primera vez entrar en la carrera por la Casa Blanca. Mientras la ABC grababa una entrevista en el Despacho Oval en julio, Trump interrumpi¨® la conversaci¨®n: ¡°Eso no me gusta, eso no me gusta¡±, dijo de pronto. Su entonces jefe de gabinete, Mick Mulvaney, hab¨ªa tosido. ¡°Si vas a toser, sal, no puedes toser. Chico, oh, chico¡¡±, dijo irritado.
Y Anthony Scaramucci, breve director de comunicaci¨®n en la Casa Blanca, cont¨® que una vez, cuando se dispon¨ªa a sentarse en el avi¨®n presidencial, el Air Force One, el mandatario percibi¨® que estaba resfriado. Envi¨® al doctor que siempre lo acompa?a, entonces Ronny Jackson, y este administr¨® a Scaramucci una inyecci¨®n de penicilina y cortisona en el trasero. Solo despu¨¦s pudo volver al mismo espacio que Trump. Otro d¨ªa, mientras trabajaban, Scaramucci se humedeci¨® la yema del dedo con la lengua para pasar unas p¨¢ginas y Trump le espet¨®: ¡°?Qu¨¦ haces, asqueroso!¡±.
La historia ha querido que la peor pandemia en un siglo se haya encontrado como presidente de Estados Unidos a una estrella de la telerrealidad que siente aversi¨®n por los g¨¦rmenes y las enfermedades. Y que, al mismo tiempo, se ha saltado las recomendaciones m¨¢s b¨¢sicas impulsadas por su propio Gobierno: en el mismo encuentro en el que anunci¨® con solemnidad la declaraci¨®n de emergencia nacional, a mediados de marzo, se puso a estrechar la mano del resto de oradores; se ha negado impl¨ªcita y expl¨ªcitamente a usar mascarilla y, por supuesto, ya ha retomado su agenda de viajes con la mirada puesta en la campa?a de reelecci¨®n. Una incoherencia marca de la casa, a medio camino entre su conocido esp¨ªritu de contradicci¨®n y c¨¢lculo pol¨ªtico muy determinado.
Pero la semana pasada, cuando dieron positivo su ayudante de c¨¢mara, uno de los militares de alto rango que le sirven, y una asistente del vicepresidente, las alarmas sonaron en el n¨²mero 1600 de la Avenida Pensilvania. Al republicano le exasper¨® saber que el ayudante no llevase mascarilla, seg¨²n contaron fuentes del Gobierno a The New York Times, y ahora detesta que la gente se le acerque demasiado.
Y eso puede resultar inevitable. El ala oeste de la Casa Blanca es un lugar repleto de gente, m¨¢xime en la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. ¡°Da miedo ir a trabajar¡±, confes¨® el consejero econ¨®mico Kevin Hassett en la CBS, el domingo de la semana pasada. ¡°Es un lugar peque?o y atestado, pero tienes que hacerlo para servir a tu pa¨ªs¡±, a?adi¨®.
El punto de inflexi¨®n hab¨ªa tenido lugar apenas tres d¨ªas antes. El jueves, 7 de mayo, la CNN avanz¨® el contagio del ayudante de c¨¢mara, que hab¨ªa estado en la misma sala que el presidente por ¨²ltima vez el martes anterior. En las pruebas inmediatas realizadas, Trump y Pence dieron negativo. El viernes, Katie Miller, la portavoz del vicepresidente, Mike Pence, tambi¨¦n dio positivo. La noticia lleg¨® cuando Pence y varios miembros de su gabinete se encontraban ya embarcados en el avi¨®n oficial para dirigirse a Iowa. Y, aunque Miller no iba en la comitiva, seis asistentes que hab¨ªan tenido contacto con ella abandonaron la nave para realizarse las pruebas. Dieron negativo, pero aun as¨ª se fueron a casa por precauci¨®n.
Ahora trabaja a distancia todo el personal posible, pr¨¢ctica que hasta entonces no se recomendaba de forma entusiasta, y tanto el presidente, como el vicepresidente y los equipos que los rodean se realizan pruebas r¨¢pidas a diario, en lugar de una vez por semana. Stephen Miller, asesor de Trump para asuntos migratorios y esposo de la portavoz de Pence, no pondr¨¢ los pies en la Casa Blanca en una buena temporada. Tres miembros del equipo de trabajo para el coronavirus del presidente, incluido el epidemi¨®logo Anthony Fauci, cara visible de la divulgaci¨®n cient¨ªfica sobre el virus para los estadounidenses, decidieron guardar semicuarentena.
Y las mascarillas, que, seg¨²n relataron fuentes de la Administraci¨®n a la prensa local, disgustaban a Trump porque las ve¨ªa s¨ªntoma de debilidad ¡ªy, sobre todo, daban una imagen de gravedad, en un momento de lucha por la reelecci¨®n a la presidencia¡ª, se han convertido en obligatorias para todos. Menos para Trump, que nunca aparece con ellas. Y se ha extremado el uso de los geles sanitarios, que el magnate neoyorquino ya usaba con fruici¨®n desde que lleg¨® a la Casa Blanca hace tres a?os.
De Melania Trump y su hijo Barron poco se sabe, recluidos como est¨¢n en el ala este de la Casa Blanca, y, en realidad, no mucho m¨¢s alejados de los focos de lo que est¨¢n habitualmente. A Trump, la crisis social y econ¨®mica que sufre el pa¨ªs a unos meses de las elecciones le ha empezado a hacer mella. El domingo, D¨ªa de la Madre, tuite¨® 126 veces (su tercera cota de la presidencia), disparando a diestro y siniestro, y hace unas semanas expres¨® enfado incluso con la cadena conservadora Fox, su medio de cabecera, por difundir lo que ¨¦l llama ¡°argumentario dem¨®crata¡±. La pandemia ha sacudido el 1600 de Pensilvania Avenue.
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