Furia y pintura roja en B¨¦lgica contra el colonizador del Congo
El pa¨ªs vive una oleada de ataques contra monumentos que recuerdan al rey Leopoldo II


La teor¨ªa del caos dice que el aleteo de una mariposa puede provocar un hurac¨¢n al otro lado del mundo. B¨¦lgica ha descubierto estos d¨ªas su propia versi¨®n del concepto: la rodilla de Derek Chauvin apretada el tiempo suficiente contra el cuello de George Floyd en Minneapolis puede hacer caer estatuas en Bruselas. Los s¨ªmbolos que recuerdan al rey Leopoldo II, al que se responsabiliza de la muerte de unas 10 millones de personas durante la brutal colonizaci¨®n del Congo, se han convertido en objetivo preferente de activistas antirracistas en las ¨²ltimas dos semanas. Los ataques se han reproducido por todo el pa¨ªs, hasta el punto de que es dif¨ªcil llevar la cuenta de los destrozos: un busto te?ido de pintura roja en el museo de ?frica de Tervuren, pintadas en la estatua ecuestre de Bruselas, una escultura retirada en Amberes tras ser incendiada y otra derribada en Auderghem a martillazos son solo algunos ejemplos del memorial de da?os.
El arrebato de furia ha devuelto a la actualidad un inc¨®modo debate que irrumpe cada cierto tiempo en la pol¨ªtica belga. ?Deben retirarse los s¨ªmbolos del sangriento pasado colonial? ¡°No. Al menos no m¨¢s que las vidrieras de la catedral de Saint Michel que evocan una matanza de jud¨ªos en el siglo XIV o las estatuas de Lenin y Stalin en Rusia. No es destrozando como se repara lo que hay que reparar¡±, opina el fil¨®sofo y escritor bruselense Philippe Van Parijs. ¡°Como sucede en la catedral, no estar¨ªa de m¨¢s colocar en las estatuas notas informativas desapasionadas y objetivas para darles contexto hist¨®rico", a?ade por correo electr¨®nico.

Varias generaciones de belgas han estudiado en el colegio que su pa¨ªs liber¨® al Congo de los esclavistas ¨¢rabes, ense?¨® a su poblaci¨®n a leer y escribir, y les dio a conocer la verdadera religi¨®n. En esa interpretaci¨®n edulcorada de la historia no hab¨ªa ni rastro de las ejecuciones o las manos cortadas a los que no entregaban la suficiente cantidad de caucho durante el mandato de Leopoldo II, due?o absoluto del Congo desde 1885 a 1908, cuando cedi¨® el territorio a B¨¦lgica.
Hay s¨ªntomas de cambio en el modo en que se aborda el periodo colonial. Historiadores belgas como Jean Stengers y David Van Reybrouck han narrado sin justificaciones la brutalidad de aquellos a?os. El museo de ?frica, con una inmensa colecci¨®n de 120.000 piezas trasladadas a lo largo de varias d¨¦cadas por misioneros, militares y cient¨ªficos, ha vivido un gran lavado de cara para dejar de alimentar el mito del africano salvaje. Y desde 2018, Patrice Lumumba, h¨¦roe de la independencia congole?a asesinado en 1961, tiene una plaza en Bruselas.
Muchos consideran que esos pasos van en la direcci¨®n adecuada, pero son insuficientes. En la capital belga perviven al menos 70 tributos al colonialismo, seg¨²n un recuento del diario Le Soir. El m¨¢s visible, la estatua ecuestre de Leopoldo II, era este s¨¢bado objeto de vigilancia policial tras los altercados. ¡°Creo que deber¨ªa estar en un museo¡±, afirma Sade, holandesa originaria de Surinam, al pasar por delante.

El Gobierno y el rey observan el debate atentamente, pero sin actuar. El a?o pasado, un grupo de expertos de la ONU recomend¨® a B¨¦lgica que pidiera perd¨®n por su pasado colonial siguiendo precedentes como el del presidente franc¨¦s Emmanuel Macron en 2018, cuando admiti¨® la responsabilidad de su pa¨ªs en las torturas y desapariciones en Argelia.
El gesto sigue sin llegar en B¨¦lgica. Y en medio de la controversia, la familia real se ha dividido. La princesa Esmeralda, t¨ªa del actual rey Felipe, le ha pedido a su sobrino que se disculpe con el pueblo congole?o por las atrocidades cometidas. Mientras que el pr¨ªncipe Lorenzo, hermano del monarca, ha salido en defensa su antepasado culpando de los desmanes a sus subalternos bajo el argumento de que Leopoldo II nunca viaj¨® al pa¨ªs africano. Lorenzo tambi¨¦n resalt¨® su papel de constructor de la B¨¦lgica moderna, omitiendo que parte de los fondos y materiales con los que transform¨® Bruselas, Amberes y Ostende proven¨ªan del Congo.
¡°En Palacio prefieren no comentar el asunto abiertamente. Se masca su nerviosismo¡±, explica Wim Dehandschutter, periodista del diario Het Nieuwsblad. Entre los dirigentes belgas hay quien ha empezado a posicionarse con la convicci¨®n de que la pol¨¦mica no se acallar¨¢ por s¨ª sola. La alcaldesa de Molenbeek, una de las 19 comunas que conforman Bruselas, quiere realizar una consulta en la regi¨®n para saber si aceptan cambiar de nombre al boulevard de Leopoldo II. Y la retirada de las estatuas que le recuerdan est¨¢ sobre la mesa en medio de una guerra de firmas en la red: una iniciativa lleva m¨¢s de 77.000 a favor de desalojarlas, y otra casi 20.000 en contra.
Nadie sabe cu¨¢nto tiempo durar¨¢ esta vez ni si traer¨¢ cambios significativos, pero el debate sobre los fantasmas de su corta historia est¨¢ claramente de vuelta. En 2017 fueron los disturbios por la retirada de una estatua del general confederado Robert E. Lee en Charlottesville (EE UU) los que llevaron a ciertos pol¨ªticos belgas a reclamar que hab¨ªa llegado la hora de que el pa¨ªs se internara en sus propias verg¨¹enzas. Efecto mariposa o mera globalizaci¨®n del descontento, ahora, la muerte de George Floyd ha insuflado nuevas energ¨ªas a los que quieren ver a Leopoldo II desaparecer del espacio p¨²blico. ¡°En esto, como en los virus, hay brotes y rebrotes hasta que finalmente se erradican¡±, compara el activista Philip Buyck.
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