B¨¦lgica abre una rendija al reconocimiento de los l¨ªderes de la independencia de Congo
El Ayuntamiento de Mons colocar¨¢ una placa en honor al asesinado Patrice Lumumba
Los ecos de Charlottesville resuenan en B¨¦lgica abriendo con violencia las p¨¢ginas de una historia relegada a polvorientas estanter¨ªas. Los disturbios en torno a la retirada de la estatua del general confederado Robert E. Lee en esta localidad estadounidense han dado un nuevo impulso al debate sobre el tratamiento que B¨¦lgica dispensa a su controvertido pasado colonial. 57 a?os despu¨¦s de la independencia del Congo, el pa¨ªs centroeuropeo evita revisitar cr¨ªticamente una de las etapas m¨¢s oscuras de su biograf¨ªa como naci¨®n, pero el culto p¨²blico a los estandartes de la colonizaci¨®n ha regresado en las ¨²ltimas semanas a la agenda pol¨ªtica.
El Ayuntamiento de Mons (95.000 habitantes), un municipio cercano a la frontera francesa, aprob¨® en la noche de este martes por unanimidad la instalaci¨®n de una placa a la entrada de su edificio en homenaje al l¨ªder anticolonialista congole?o Patrice Lumumba, asesinado en 1961 a los 35 a?os con ayuda de agentes belgas. El gesto, aunque nacido de una autoridad local y no del Gobierno belga, tiene valor hist¨®rico por ser la primera vez que el h¨¦roe de la independencia congole?a es reconocido en B¨¦lgica oficialmente.
El activista, que lleg¨® al cargo de primer ministro con la independencia pero fue derrocado y ejecutado a los pocos meses, permanec¨ªa relegado al ostracismo. Tiene una calle en la ciudad francesa de Montpellier, estatuas en Alemania, y su recuerdo aparece recurrentemente por toda ?frica, pero en el pa¨ªs con el que trat¨® de romper las cadenas su rastro es casi inexistente m¨¢s all¨¢ de una biblioteca privada en el principal barrio de presencia africana de Bruselas, donde tambi¨¦n se encuentra la ficticia Futura plaza Patrice Lumumba, as¨ª bautizada en Google maps por sus seguidores despu¨¦s de que las autoridades rechazaran darle su nombre en 2013, pero inexistente en el callejero real.
La iniciativa de colocar la placa en Mons surgi¨® del liberal Movimiento Reformador, el mismo partido que se neg¨® en rotundo a ponerle su nombre a la plaza en Bruselas. Planean situarla junto a otra en recuerdo de los colonos belgas que lleva la inscripci¨®n "A nuestros pioneros", asidua receptora de ofrendas florales. La medida ha sido aplaudida por organizaciones que llevan a?os peleando por dar protagonismo a los iconos de la independencia congole?a: una peque?a concentraci¨®n para respaldar el r¨®tulo se despleg¨® frente al Ayuntamiento y algunos de sus integrantes presenciaron luego el pleno.
Pero el centro del debate no solo gira alrededor de honrar a personalidades hasta ahora ausentes del relato p¨²blico sobre la colonizaci¨®n. Tambi¨¦n replantea la glorificaci¨®n de pol¨ªticos y militares responsables de episodios sanguinarios. Un partido ecologista de Anderlecht ha propuesto un cambio de nombre para la plaza de los Veteranos coloniales y lanzar una votaci¨®n p¨²blica para su nueva denominaci¨®n. Adem¨¢s, el imponente Museo de ?frica de Tervuren, cerrado por reformas hasta mediados de 2018, y criticado por su benevolencia con los excesos de la ¨¦poca colonial, ha recibido la consulta de pol¨ªticos locales preguntando qu¨¦ hacer con las estatuas que exaltan esa etapa ante los continuos actos de vandalismo que sufren.
La figura del rey Leopoldo II aparece como la que despierta mayores recelos. Los ataques contra los s¨ªmbolos que le recuerdan han sido recurrentes. El m¨¢s sonado se produjo en 2008, cuando el escritor Th¨¦ophile de Giraud cubri¨® de pintura roja la estatua del monarca situada en el centro de Bruselas a plena luz del d¨ªa. A continuaci¨®n, fue detenido. M¨¢s cercano en el tiempo, en 2015, el Ayuntamiento de la capital belga tuvo que suspender un homenaje junto a esa misma estatua con motivo de los 150 a?os de su llegada al trono ante la convocatoria de una manifestaci¨®n oponi¨¦ndose al gesto.
Para entender el rechazo que produce su personaje ¡ªtambi¨¦n objeto de inquebrantables adhesiones, sobre todo entre asociaciones de antiguos expedicionarios¡ª es necesario retroceder algo m¨¢s de un siglo. Entre 1885 y 1908 Leopoldo II fue rey de B¨¦lgica y del Congo. En una extra?a jugada, el oficialmente llamado Estado Independiente del Congo, 76 veces m¨¢s extenso que B¨¦lgica, pas¨® a estar bajo su soberan¨ªa sin ser a la vez una colonia belga. Eso llegar¨ªa despu¨¦s. En ese periodo, atra¨ªdo por la pujanza de la incipiente industria del autom¨®vil, Leopoldo II lider¨® en su nuevo territorio un r¨¦gimen de explotaci¨®n para extraer compulsivamente caucho para la fabricaci¨®n de neum¨¢ticos.
La dureza del trabajo diezm¨® ostensiblemente la poblaci¨®n del Estado africano, reducido al estatus de finca particular de un monarca que nunca llegar¨ªa a pisar el pa¨ªs, situado a 6.000 kil¨®metros al sur de Bruselas, unas cuatro semanas de navegaci¨®n. Las amenazas con que las autoridades intimidaban a los congole?os surtieron efecto. Seg¨²n el escritor belga David van Reybrouck, autor de la c¨¦lebre Congo, une histoire, de producir 100 toneladas de caucho en 1891, se pas¨® a recoger unas 6.000 toneladas una d¨¦cada despu¨¦s.
Algunos historiadores citan la cifra de 10 millones de muertos a causa de las mutilaciones, ejecuciones, enfermedades, privaciones y desnutrici¨®n que sufrieron sus habitantes, obligados a realizar trabajos forzados para entregar una determinada cuota de caucho. Para otros expertos ese n¨²mero, superior al de los asesinados en los campos de exterminio nazi, es exagerado, y consideran imposible saber la cifra exacta de fallecidos.
Malestar identitario
Entre la comunidad congole?a asentada en B¨¦lgica pervive un malestar identitario ante la ausencia de reconocimiento a sus h¨¦roes, que contrasta con el enaltecimiento de los colonizadores. Se han alzado voces que comparan la presencia de s¨ªmbolos del segundo rey de los belgas con la de Adolf Hitler. "Independientemente de nuestro origen, no hay que tolerar que haya en B¨¦lgica calles en homenaje a un rey que durante m¨¢s de 20 a?os dirigi¨® desde su palacio un r¨¦gimen brutal en el Congo", clama desde las p¨¢ginas del semanario flamenco Knack Sandrine Ekofo, abogada belga de origen congole?o. No hay unanimidad al respecto. Otras voces estiman que la soluci¨®n no es hacer desaparecer los s¨ªmbolos y esconder el sombr¨ªo periodo colonial bajo la alfombra, sino m¨¢s bien contextualizarlo. Entre las propuestas sobre la mesa, la de convertir en obligatoria su ense?anza en la escuela, actualmente optativa.
Los defensores de otorgar a los libertadores congole?os un mayor protagonismo en las calles belgas citan gestos como la colocaci¨®n de una estatua de Mahatma Gandhi en Londres, capital de la metr¨®poli contra la que luch¨® pac¨ªficamente, o el mea culpa entonado por Emmanuel Macron. "La colonizaci¨®n forma parte de la historia francesa. Es un crimen contra la humanidad. Una aut¨¦ntica barbarie", lament¨® el presidente en declaraciones a una televisi¨®n argelina.
A la espera de que Lumumba ocupe su hueco honor¨ªfico en Mons por su lucha contra la dominaci¨®n belga, el parque Nelson Mandela existe en la localidad de Wavre y la estatua ecuestre de Sim¨®n Bol¨ªvar, otro icono de la emancipaci¨®n, en su caso de naciones latinoamericanas, se erige desde 1992 en Bruselas. Entre libertadores tambi¨¦n hay clases, y Bol¨ªvar y Mandela representan, sin duda, un pasado mucho menos conflictivo para la memoria local.
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