600 d¨ªas despu¨¦s, B¨¦lgica sigue en busca de Gobierno
El pa¨ªs, que bate r¨¦cords sin Ejecutivo con plenos poderes, afronta ahora el fin del mandato especial contra la pandemia
Nacionalista en Flandes. Socialista en Valonia. Ecologista en Bruselas. Tres almas tiene B¨¦lgica. Y nadie se ha demostrado capaz de unirlas en un mismo cuerpo. M¨¢s de 600 d¨ªas despu¨¦s de la ruptura del Gobierno del liberal franc¨®fono Charles Michel, los partidos siguen sin ponerse de acuerdo para articular un Ejecutivo estable. Atr¨¢s qued¨® el r¨¦cord mundial de 541 d¨ªas sin Gobierno entre 2010 y 2011. La liberal franc¨®fona Sophie Wilm¨¨s lidera el pa¨ªs desde marzo gracias a un mandato de emergencia para afrontar la pandemia, pero los seis meses que se le concedieron para evitar el pavoroso escenario de un vac¨ªo de poder en plena expansi¨®n del virus est¨¢n pr¨®ximos a expirar. Ni la presi¨®n del tiempo, ni el inquietante ascenso hasta el primer lugar en las encuestas del Vlaams Belang, una de las formaciones de extrema derecha m¨¢s radicales de Europa, han sido aliciente suficiente por ahora para limar asperezas.
¡°?Vivir sin Gobierno? El belga de a pie ha optado por tom¨¢rselo a risa, el ¨²nico recurso v¨¢lido en estos tiempos¡±, lamentaba en un art¨ªculo en el diario La Libre el jurista Simon Lefebvre. La imaginaci¨®n con que los hacedores de hipot¨¦ticas alianzas multipartido las bautizan tambi¨¦n invita a la chanza. La negociaci¨®n gira ahora en torno a la coalici¨®n Vivaldi, por el compositor de las Cuatro Estaciones: el azul invernal de los liberales, el rojo veraniego de los socialistas, el naranja oto?al de democristianos y el verde primaveral de los ecologistas.
En un pa¨ªs sin partidos nacionales, fragmentado hasta el punto de incluir en el rompecabezas de candidatos a integrar la coalici¨®n de gobierno a una decena de formaciones, se lleva 20 meses trabajando en acuerdos as¨ª de complejos. Negociadores, mediadores, informantes o jefes de misi¨®n ¡ªpor citar parte del ingente vocabulario engendrado en torno a los responsables de unir a fuerzas dispares¡ª han pisado Palacio para reunirse con el rey Felipe de B¨¦lgica hasta colmar su paciencia.
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil generar mayor¨ªas? ¡°Hay dos razones principales. Por un lado, la fragmentaci¨®n es tan grande que la derecha y la izquierda radical suman el 20% de los diputados. Como no participan de los pactos, la base para formar una mayor¨ªa se reduce mucho. La segunda raz¨®n est¨¢ ligada al federalismo belga. Hay dos sociedades que viven en paralelo, con pocos espacios de encuentro. Sus ciudadanos, interlocutores sociales y pol¨ªticos reflexionan a la manera de su comunidad ling¨¹¨ªstica (franc¨®fona o neerland¨®fona)¡±, explica Pascal Delwit, polit¨®logo de la Universidad Libre de Bruselas.
Los llamamientos p¨²blicos y privados del monarca a instalar un Gobierno de pleno ejercicio y abandonar la provisionalidad siguen sin ser escuchados. El liberal Egbert Lachaert y el socialista Conner Rousseau, ambos flamencos, son los ¨²ltimos a los que ha encargado dialogar para cuadrar las matem¨¢ticas. La en¨¦sima misi¨®n y puede que la ¨²ltima si todo sale bien.
El pedido llega tras naufragar uno de los intentos m¨¢s ambiciosos, el protagonizado por los jefes de filas de los dos mayores partidos del pa¨ªs, una dupla aparentemente incompatible. Por un lado, el socialista franc¨®fono Paul Magnette, un negociador inmune a las presiones, como demostr¨® en 2016, cuando presidiendo la regi¨®n valona estuvo a punto de tumbar el tratado europeo de libre comercio con Canad¨¢ que respaldaban todos los pa¨ªses de la UE. Junto a ¨¦l, un hist¨®rico l¨ªder de los nacionalistas flamencos de la N-VA, Bart de Wever, alcalde de Amberes. El primero partidario de medidas sociales para contener el impacto de la pandemia. El segundo, de restringir la inmigraci¨®n y seguir despojando de competencias al Estado para convertirlo en una confederaci¨®n.
Si vuelve a haber un fracaso, nada, tampoco ese acuerdo contra natura, o la repetici¨®n electoral, parece descartable para salir del entuerto. El pa¨ªs ha vivido en la ¨²ltima d¨¦cada m¨¢s de tres a?os sin Gobierno, un tercio del tiempo. Un periodo en el que se ha ahondado el abismo entre la rica Flandes, de 6,5 millones de habitantes, neerland¨®fona y cada vez m¨¢s conservadora, y la decadente Valonia, de 3,6 millones, franc¨®fona, escorada a la izquierda y muy tocada por la desindustrializaci¨®n. En medio, Bruselas, con poco m¨¢s de un mill¨®n de residentes, aparece como la isla cosmopolita que hace de pegamento entre ambas comunidades. La Jerusal¨¦n belga.
?D¨®nde quiere ir B¨¦lgica? El Estado ha vivido seis reformas institucionales en 50 a?os, la ¨²ltima para transferir m¨¢s competencias a las regiones. La confederaci¨®n, palabra m¨¢gica nacionalista, es tan deseada en Flandes como temida entre los valedores de la B¨¦lgica unida, preocupados ante nuevas cesiones de poder que vac¨ªen el Estado. ¡°La formaci¨®n del Gobierno no debe estar condicionada a un acuerdo sobre una reforma institucional. Lo deseable ser¨ªa comprometerse a abrir un debate en profundidad sobre el futuro institucional del pa¨ªs¡±, afirma el fil¨®sofo Philippe van Parijs.
El ensayista es uno de los hombres que m¨¢s ha tratado de aventurarse en idear c¨®mo debe ser el porvenir de un pa¨ªs que a veces parece imposible que siga existiendo. Como escribi¨® en 1912 el pol¨ªtico franc¨®fono Jules Destr¨¦e en una carta al rey Alberto I: ¡°En B¨¦lgica hay valones y flamencos, sir, ya no hay belgas¡±.
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