La metamorfosis de Boris Johnson
La popularidad del primer ministro se ha hundido entre el caos organizativo de la pandemia y el Brexit
Durante los a?os (1999-2005) en que Boris Johnson dirigi¨® la biblia de los conservadores brit¨¢nicos, el semanario The Spectator, pudo comprobar lo divertido que resultaba vapulear gratuitamente a un pol¨ªtico. Eran d¨ªas de vino y rosas (siempre m¨¢s de lo primero), y la revista, que lleg¨® a alcanzar una tirada de 60.000 ejemplares semanales, era conocida en la profesi¨®n como The Sextator, por la promiscuidad que aterriz¨® en la redacci¨®n con su nuevo director. No se imaginaba aquel a quien la suerte no dejaba de sonre¨ªrle que un d¨ªa ser¨ªa el protagonista de una portada hiriente en la misma publicaci¨®n. Al fondo de un mar proceloso se ve una chalupa a la deriva, con la cabecita rubia y despeinada de su ¨²nico tripulante. Where?s Boris? (?D¨®nde est¨¢ Boris?), se pregunta el titular. ¡°La cuesti¨®n ahora es saber si puede llegar a ser el l¨ªder adecuado, con un prop¨®sito y una direcci¨®n concreta, o si la tendencia que hemos podido ver en los meses recientes ¡ªde desorden, debacle, rebeli¨®n, confusi¨®n y giros bruscos¡ª es lo que debemos esperar de aqu¨ª adelante¡±, se pregunta el actual director de la publicaci¨®n, Fraser Nelson, en un art¨ªculo que plasma la inquietud que asola a muchos diputados del Partido Conservador en la actualidad.
Cuando uno solo tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos, dijo el psic¨®logo Abraham Maslow, y Johnson ha utilizado el Brexit para derribar en los ¨²ltimos a?os cualquier obst¨¢culo que se interpusiera en su ascendente carrera. La promesa de un futuro dorado para el Reino Unido que nunca acaba de llegar, y la definici¨®n clara de un enemigo externo como era Bruselas y sus bur¨®cratas, alimentaron la exuberancia y el tono desafiante, temerario y optimista de un pol¨ªtico m¨¢s dotado para la ¨¦pica que para la gesti¨®n diaria de los problemas. Hasta que lleg¨® la pandemia. Con un presente complicado y tr¨¢gico y un enemigo invisible y esquivo.
Cada pa¨ªs es infeliz a su manera, pero los errores del Gobierno de Johnson no son muy distintos a los de otros Gobiernos. Reaccion¨® tarde y dio demasiados bandazos. Sufri¨® el colapso de las UCI y la mortal tragedia de las residencias de mayores. Prometi¨® una estrategia masiva de test y rastreo de infectados que fue incapaz de cumplir, al menos en las primeras fases, por falta de recursos y de organizaci¨®n. Se ha enfrentado al mismo caos que otros lugares en su af¨¢n por reabrir escuelas y universidades, y sostiene con respiraci¨®n financiera asistida una econom¨ªa que se ha desplomado. ?Cu¨¢l es entonces la diferencia? Son dos, exactamente. Ning¨²n otro dirigente ha estado al borde de la muerte por culpa de la covid-19. La experiencia ha dejado marca en las intervenciones p¨²blicas de Johnson, que no ha recuperado su grandilocuencia habitual, y se ha hecho notar en la excesiva prudencia ¡ªmiedo, seg¨²n los cr¨ªticos¡ª de sus decisiones. Y en segundo lugar, la percepci¨®n del personaje ya est¨¢ fragmentada. Si hace un a?o la mitad de los brit¨¢nicos se echaban las manos a la cabeza al verle entrar en Downing Street y la otra mitad jaleaba el cambio, estos segundos han comenzado a replantearse la alegr¨ªa con la que le respaldaron.
El pasado mi¨¦rcoles, el l¨ªder de la oposici¨®n, Keir Starmer, no pudo asistir a la sesi¨®n de control de la C¨¢mara de los Comunes. Tuvo que aislarse cuando un miembro de su familia mostr¨® s¨ªntomas del coronavirus. En su lugar, acudi¨® Ed Miliband, una figura vilipendiada y ridiculizada por los conservadores cuando estuvo al frente del Partido Laborista. Su intervenci¨®n fue elogiada despu¨¦s por los medios de derecha e izquierda, y vapule¨® a Johnson hasta el extremo de que resultaba dif¨ªcil para muchos contemplar el desguace. ¡°?Qu¨¦ incompetencia! ?Qu¨¦ fracaso de Gobierno! ?Pero c¨®mo se atreve a culpar a todos los dem¨¢s? Esta vez ya no puede culpar a los jueces, o a los funcionarios, o despedir a alg¨²n otro alto cargo. Por primera vez en su vida, se?or Johnson, asuma la responsabilidad¡±, exig¨ªa a un primer ministro replegado en s¨ª mismo, hundido en el esca?o con los brazos cruzados, que se limitaba a resoplar y fijar sus ojos desorbitados en el techo.
Esta vez se le hab¨ªa ido la mano con el martillo del Brexit. Su decisi¨®n de desafiar a Bruselas con un proyecto de ley que violaba las obligaciones asumidas en el Acuerdo de Retirada de la UE firmado el pasado enero ni cerr¨® filas en el Partido Conservador ni sirvi¨® como cortina de humo frente a una segunda ola del virus que hac¨ªa ya acto de presencia. Los cinco ex primeros ministros que le precedieron en el cargo alertaron del da?o que pod¨ªa suponer para la reputaci¨®n del Reino Unido la quiebra de sus compromisos internacionales. Dos asesores legales de alto nivel del Gobierno dimitieron en protesta por la medida. Una veintena de diputados se abstuvieron en el Parlamento, y la UE elev¨® el tono hasta el punto de emitir un ultim¨¢tum impensable a esta altura de las negociaciones, cuando queda poco m¨¢s de tres meses para intentar cerrar un futuro acuerdo comercial que evite el peligro de un Brexit duro.
Aunque dispone a¨²n de cuatro a?os de mandato, la popularidad de Johnson se ha desplomado en las encuestas. Una parte de los conservadores est¨¢ escandalizada por la frivolidad con que Downing Street ha cuestionado la legalidad internacional, mientras otra parte expresa su irritaci¨®n por el endurecimiento de las reglas de distanciamiento social, que atenta, denuncian, contra las libertades individuales que el partido ¡ªy el propio Johnson¡ª ha considerado siempre sagradas. Dice mucho sobre la situaci¨®n actual la libertad con que los medios amigos del Gobierno airean el debate sobre la quiniela de posibles sucesores de un primer ministro que apenas ha comenzado a ejercer.
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