Sergio Mattarella, un presidente solo en la tormenta
El jefe de Estado se ha convertido en una figura clave en los momentos de mayor crisis y fragilidad de Italia
El Palacio del Quirinal se construy¨® en el siglo XVI como segunda residencia papal. Con la ca¨ªda de los Estados Pontificios y la unificaci¨®n de Italia pas¨® a ser sede de la monarqu¨ªa y luego de la presidencia de la Rep¨²blica. Los ecos vaticanos, sin embargo, resuenan a veces todav¨ªa en la sutil y firme forma de hacer de su inquilino. Las ¨²ltimas semanas en Italia ilustran perfectamente la enorme relevancia que cobra en los momentos de mayor fragilidad. En medio del caos y con un Parlamento fracturado, cuando el pa¨ªs afronta el mayor reto tras la Segunda Guerra Mundial, Sergio Mattarella (Palermo, 79 a?os) es la ¨²ltima frontera de un Estado que, pese a todo, siempre sigue en pie.
Mattarella es uno de los ¨²ltimos representantes de la vieja Democracia Cristiana. Hermano de Piersanti Mattarella, gobernador de Sicilia asesinado por la Cosa Nostra el d¨ªa de Reyes de 1980, fue elegido por el Parlamento de Italia en febrero de 2015. Fue el as en la manga del entonces primer ministro, Matteo Renzi, para impedir la llegada de Giuliano Amato, que ya hab¨ªan acordado a sus espaldas Massimo D¡¯Alema y Silvio Berlusconi dentro del llamado pacto del Nazareno ¡ªpor la calle donde est¨¢ la sede del Partido Democr¨¢tico (PD) en Roma¡ª. Il Cavaliere, que ya ha vuelto a comenzar sus maniobras y sigue so?ando con ocupar ¨¦l mismo ese puesto, estaba harto de Giorgio Napolitano, a quien consideraba un rojo peligroso y quer¨ªa asegurarse un periodo de tranquilidad. Pero se impuso el nombre de Renzi. El tiempo ha demostrado que se equivocaba pensando que Mattarella pod¨ªa sentirse en deuda.
La relaci¨®n, explican quienes tratan con ambos, se rompi¨® cuando Renzi dimiti¨® en diciembre de 2016 pensando que se convocar¨ªan elecciones y recuperar¨ªa con m¨¢s fuerza el puesto de primer ministro. Mattarella, poco amigo de movimientos personalistas de palacio, impidi¨® que se disolvieran las c¨¢maras y apost¨® por la figura de Paolo Gentiloni como relevo. Fue la primera intervenci¨®n en la legislatura para evitar un descalabro, como recuerda el polit¨®logo Roberto D¡¯Alimonte. ¡°Su poder es muy relevante: puede disolver las c¨¢maras y nombrar al presidente del Consejo y a los ministros. En esta fase pol¨ªtica hemos entrado en un sistema semipresidencial, no parlamentario puro. Cuando impidi¨® que Paolo Savona fuera ministro de Econom¨ªa [la apuesta antieuropea del entonces ministro del Interior, Matteo Salvini, en 2018], los italianos se dieron cuenta de ello. El presidente de la Rep¨²blica tuvo que explicarlo en televisi¨®n porque se hizo de manera demasiado expl¨ªcita¡±.
El mandato de Mattarella ha sido agitado y determinante en muchos momentos. Ha vivido cuatro Ejecutivos distintos y estuvo a punto de formar un Gobierno t¨¦cnico. Pero su relaci¨®n es buena con casi todos sus protagonistas. Habla a menudo con el primer ministro, Giuseppe Conte; con el responsable de Exteriores, Luigi Di Maio; con Salvini o con Gianni Letta, infatigable y brillante asesor de Berlusconi, con quien resulta m¨¢s fluida la comunicaci¨®n. En el Quirinal recuerdan que la legislatura empez¨® con un Ejecutivo en el que un partido quer¨ªa salir del euro ¡ªel Movimiento 5 Estrellas (M5S)¡ª y el otro de la Uni¨®n Europea ¡ªla Liga¡ª. Uno con pulsiones filorrusas y el otro inclinado a contentar a China. Mattarella logr¨® contener esa deriva.
La elecci¨®n del jefe de Estado, fijada cada siete a?os para no interferir en los ciclos electorales parlamentarios, es un momento crucial que determina el flujo y el car¨¢cter de muchas decisiones pol¨ªticas. Nadie quiere quedarse sin silla cuando la m¨²sica deja de sonar. Desde hace algunas semanas, incluido el duelo entre Renzi y Conte que amenazaba con una crisis de Gobierno, los grandes movimientos esconden un objetivo: llegar a 2022 bien colocados para participar en esa decisi¨®n. Un horizonte que mantiene unido a un Ejecutivo formado por cuatro partidos al que le llevan saltando las costuras ya algunos meses. ¡°Era eso, o permitir que el pr¨®ximo jefe de Estado lo eligiese Matteo Salvini¡±, admite un diputado de la c¨²pula del PD.
La carrera ha empezado. Pero ser¨¢ dif¨ªcil encontrar un nombre de consenso y algunos insisten en que Mattarella podr¨ªa repetir, tal y como se le propuso a su predecesor (Giorgio Napolitano). En su entorno, sin embargo, suena ¡°imposible¡±. ¡°El presidente no quiere volver a ser elegido¡±, opina una persona que despacha con ¨¦l. Tendr¨¢ ya 80 a?os cuando se discuta la cuesti¨®n y se ve demasiado mayor. Adem¨¢s, deslizan, siete a?os son demasiados. ¡°Habr¨ªa sumado ya 14 y superar los 9 que se permite a los presidentes del Tribunal Constitucional ser¨ªa ir demasiado all¨¢¡±. Otra cosa ser¨ªa si se produjese una f¨®rmula de dos a?os, algo que Mattarella no pedir¨ªa. Adem¨¢s, no convendr¨ªa a los partidos de izquierda, que ver¨ªan c¨®mo eligen a un presidente que podr¨ªa ser sustituido por el siguiente Gobierno ¡ªprobablemente de derechas¡ª cuando llegase al poder.
Los dos socios mayoritarios del Gobierno, el M5S y el PD, deber¨¢n ponerse de acuerdo en un nombre. Y Renzi, que sostiene la alianza con un buen pu?ado de parlamentarios de su partido, Italia Viva, tambi¨¦n querr¨¢ opinar y vender¨¢ muy caro su apoyo. El PD tiene ya una lista de nombres. Suena el actual ministro de Cultura y punto de referencia moral entre los socialdem¨®cratas, Dario Franceschini. Tambi¨¦n el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli (¨¦l se deja querer) y el exalcalde de Roma Walter Veltroni. Incluso hay quien apunta al ex primer ministro Enrico Letta, y al exgobernador del BCE Mario Draghi (este lograr¨ªa seducir a una parte del centroderecha). Pero ninguno, por supuesto, es del agrado de los grillinos, que querr¨ªan a un candidato de ruptura y, preferiblemente, que fuese una mujer. Un perfil que encajar¨ªa con Marta Cartabia, expresidenta del Tribunal Constitucional.
El mandato de Mattarella, admiten todos los partidos, ha sido hasta ahora ejemplar. ¡°Ser¨¢ muy complicado encontrar un relevo a su altura en este momento¡±. Su figura representa hoy la reserva de un perfil y un car¨¢cter pol¨ªtico en extinci¨®n para ocupar un lugar tan silencioso y determinante como el Palacio del Quirinal.
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