La narcoviolencia en la tierra mexicana de la prosperidad
El Estado industrial y tradicionalmente seguro de Guanajuato se ha convertido en el ¨²ltimo a?o en el m¨¢s sangriento del pa¨ªs. En enero de 2010, cont¨® 36 homicidios; en enero de 2020, m¨¢s de 400
A las 14.00 horas del mi¨¦rcoles 12 de febrero su marido todav¨ªa no estaba muerto. Sus dos hijas com¨ªan y dorm¨ªan poco, su hijo m¨¢s chico lloraba a ratos desconsoladamente y otros se calmaba con una canci¨®n de banda. Hab¨ªa perdido su trabajo en una f¨¢brica de coches de tanta visita a la Fiscal¨ªa y se hab¨ªa ido a vivir con su madre. Ten¨ªa que elegir: no le alcanzaban los pesos para llevar al peque?o a una escuela para ni?os con discapacidad y que su hija mayor fuera a la secundaria. Hab¨ªa hecho una pancarta con la foto de su marido, Juan Carlos Medina, de 33 a?os, y hab¨ªa puesto un n¨²mero de tel¨¦fono. A esa hora, ese d¨ªa, Mar¨ªa Guadalupe Gallardo ten¨ªa todav¨ªa la misi¨®n de encontrarlo. Todo termin¨® apenas unas horas m¨¢s tarde.
Hace poco m¨¢s de tres a?os, en el municipio de Irapuato (Guanajuato, centro de M¨¦xico), de donde es Gallardo, los reporteros de nota roja ten¨ªan que buscar las noticias en Google, cuenta de forma an¨®nima uno de ellos. En esta ciudad industrial, a 21 kil¨®metros de la planta de Mazda, que da la bienvenida en japon¨¦s a los visitantes, no hab¨ªa suficiente sangre como para llenar las p¨¢ginas locales y ten¨ªan que publicar sucesos de otros Estados: "Los de las fronteras", recuerdan. Mientras en el resto del pa¨ªs en los peores a?os de la guerra contra el narco los cad¨¢veres se contaban por decenas, el Estado registraba uno o dos homicidios al d¨ªa. Ahora, en lo que va de a?o se les han acabado los titulares. Todos se repiten: "Asesinan a dos mujeres y dos ni?os en su casa"; "Levantan a 10 de un anexo [centro de rehabilitaci¨®n]", "Balaceras dejan 7 muertos en menos de 30 minutos en Irapuato", "Matan a 8 en 15 minutos".
En enero de 2010, la entidad de casi seis millones de habitantes cont¨® 36 homicidios; en enero de 2020, han muerto asesinadas m¨¢s de 400 personas, seg¨²n los datos de la Fiscal¨ªa. L¨®pez Obrador ha reconocido que la violencia del Estado est¨¢ fuera de control. Y se ha convertido en la entidad que rompe con sus promesas de pacificaci¨®n del pa¨ªs. El enfrentamiento es, seg¨²n las autoridades, entre el Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n (CJNG) ¡ªLos Cuatro Letras o La nueva¡ª y otro local, el de Santa Rosa de Lima, que ten¨ªa hasta hace tres a?os el monopolio del robo de combustible (huachicol) en una zona donde est¨¢ ubicada la refiner¨ªa de Salamanca (a media hora en coche de Irapuato). Aunque el gobernador, Diego Sinuhe Rodr¨ªguez Vallejo declaraba en una rueda de prensa el 8 de febrero que "Guanajuato no es Sinaloa", las cifras indican que es mucho peor.
La entidad era conocida tradicionalmente, adem¨¢s de por la inversi¨®n extranjera en la industria, con salarios miserables y ausencia de sindicatos, por dos de sus municipios estrella para el turismo: Guanajuato (ciudad) y San Miguel de Allende, dos pueblos coloniales donde cada a?o acuden miles de visitantes estadounidenses, en su mayor¨ªa, y donde se celebra el Festival Internacional Cervantino. Hacia ellos se dirige el gobernador: "Pareciera, a trav¨¦s de la percepci¨®n, que existe un problema generalizado en el Estado, pero est¨¢ focalizado en algunos municipios y derivado de batallas de grupos delincuenciales", argument¨®. Aunque el panista ¡ªpartido en la oposici¨®n del Gobierno de L¨®pez Obrador¡ª denuncia la ausencia de apoyo federal y hace hincapi¨¦ en que con la polic¨ªa local no es suficiente: "Somos el Estado con m¨¢s agentes asesinados", a?ade.
El hijo de Mar¨ªa Juana Alejo Barajas, de 61 a?os, solo hab¨ªa ido a cenar con su hermano mayor y unos amigos. Ten¨ªa 23 a?os, estaba a punto de graduarse en Psicolog¨ªa y se acababa de comprar una bici de monta?a. Llegaron sobre las nueve de la noche a un Wild Rooster, una cadena de hamburguesas y alitas. Ni siquiera estaba en uno de los barrios que hab¨ªan comenzado a ponerse peligrosos en ese a?o, 2018. Cuando sali¨® para buscar su coche, estacionado en la puerta, una moto con dos j¨®venes se par¨® frente a ¨¦l. No dio tiempo a que se llevaran su cartera y su m¨®vil. Le dispararon a bocajarro. Muri¨® sobre el asfalto en los brazos de su hermano.
Estos d¨ªas a Alejo se le acelera el coraz¨®n cuando se acerca una moto con dos hombres. "Son los motorratones, tengan mucho cuidado", advierte. Tiene una fruter¨ªa donde le da p¨¢nico quedarse sola y se ha organizado por WhatsApp con los vecinos de la colonia Las Brisas, un barrio de clase media, para avisar si entra a sus calles alguien sospechoso. Ya no camina sola, nunca lleva bolso, ni siquiera la cartera y reza para que una bala perdida no acabe con ella. "A veces pienso que cuando te toca, te toca. Y no hay nada que puedas hacer", relata.
Guanajuato ya cuenta con todos los ingredientes de la tragedia mexicana: secuestros masivos, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, balaceras, toque de queda autoimpuesto a las cinco de la tarde, fosas clandestinas, muertes por balas perdidas y militarizaci¨®n de unos municipios antes pr¨®speros y seguros. Sus habitantes viven lo que hasta hace tres a?os ve¨ªan en las noticias de entidades lejanas: Sinaloa, Nuevo Le¨®n o Tamaulipas. Y est¨¢n aprendiendo en poco tiempo a ser v¨ªctimas.
Omar R¨ªos, de 36 a?os, no sab¨ªa que exist¨ªa una herramienta llamada Alerta Amber para los casos de menores de edad desaparecidos que obliga a las instituciones a acelerar la b¨²squeda desde las primeras horas. El lunes 27 de mayo del a?o pasado secuestraron a su hija de 17 a?os en su casa en frente de su madre. Y la denuncia no se hizo efectiva, por tanto, solo empezaron a buscarla 15 d¨ªas despu¨¦s.
Tiene en su cabeza todos los detalles de esa tarde, en la que dej¨® a su esposa en casa, ella sali¨® a la calle a buscar agua para lavar la ropa con Gabriela y ¨¦l se fue a trabajar a una empresa de seguridad. Unos hombres armados frenaron en su puerta, entraron directos a por la joven y la metieron en una furgoneta. Han pasado ocho meses. Durante ese tiempo, su esposa Mar¨ªa del Refugio Blancarte, se enferm¨®. Su familia est¨¢ convencida de que lloraba tanto que le provoc¨® una infecci¨®n en un ojo; despu¨¦s, un tumor en la garganta. Muri¨® la semana pasada. Gabriela no ha aparecido.
Son las cinco de la tarde en Irapuato. La hora de las balaceras. Sus calles est¨¢n desiertas y falta poco para que empiece a oscurecer. Los coches evitan detenerse en un sem¨¢foro. En estos momentos, los medios locales corren para dar una noticia: han asesinado a balazos a El Cala en un taller mec¨¢nico. Los vecinos hablan de ¨¦l sin dar m¨¢s detalles, pocos se atreven a mencionar a uno u otro cartel, tampoco lo hacen los peri¨®dicos. En lo que todos coinciden es en que era uno "de ellos".
Hasta hace cuatro meses, en Guanajuato ni siquiera hab¨ªa un colectivo de apoyo a las v¨ªctimas de la narcoviolencia. Cuando se reunieron por primera vez, eran solo cuatro familias. Ahora son m¨¢s de 150. El l¨ªder de Sembrando Comunidad y A tu encuentro, Jos¨¦ Guti¨¦rrez, crimin¨®logo y experto en pol¨ªtica criminal, explica que el problema es la impunidad. El Estado es el ¨²nico del pa¨ªs que no cuenta con una Ley de Atenci¨®n a V¨ªctimas y por tanto con la capacidad para garantizar asistencia, protecci¨®n y reparaci¨®n del da?o. "La Fiscal¨ªa las criminaliza, no sigue protocolos y, si investiga, muchas veces lo hace para buscar una excusa que justifique su desaparici¨®n o su asesinato", denuncia Guti¨¦rrez desde su casa en Salamanca, otro de los municipios m¨¢s sangrientos del Estado.
"Andaba en malos pasos", se escucha en las calles despu¨¦s de un asesinato o secuestro y, lo m¨¢s grave, se percibe en las carpetas de investigaci¨®n, cuenta Guti¨¦rrez, quien ha tenido acceso a 40 casos. Ha sido la frase m¨¢s cara que se ha dicho en M¨¦xico en los ¨²ltimos a?os. En los lugares m¨¢s violentos, la desesperada necesidad de que ese destino no le pudiera tocar a cualquiera, sigue votando a favor de la justificaci¨®n m¨¢s cruel. Como si un ladr¨®n, drogadicto o camello mereciera ser desmembrado.
La misi¨®n de Mar¨ªa Guadalupe Gallardo termin¨® exactamente a las 20.00 del mi¨¦rcoles 12 de febrero. Desde aquella noche en que un grupo de hombres armados entr¨® a la habitaci¨®n donde dorm¨ªa con su marido y sus tres hijos y sac¨® a golpes a Juan Carlos Medina, no hab¨ªa tenido otro trabajo que encontrarle con vida. Durante dos meses y nueve d¨ªas. Hasta la llamada de tel¨¦fono que le asest¨® el golpe definitivo: lo hab¨ªan hallado en una fosa. Descuartizado. No volvi¨® a verlo. Los restos estaban en tal estado de descomposici¨®n que las autoridades le entregaron en una caja sellada con un acta de defunci¨®n.
Los llantos de sus hermanas, de su madre y de su esposa se escuchan desde el comienzo de la calle, en una colonia pobre de Irapuato. Sobre el ata¨²d han desplegado una bandera de M¨¦xico. En la puerta, una camioneta improvisada como coche f¨²nebre encabeza una caravana de veh¨ªculos que van en procesi¨®n por las calles de la ciudad hasta el cementerio. Detenido, el resto de conductores observa resignado el desfile, una representaci¨®n ya habitual en el municipio.
En el pante¨®n, este jueves a medio d¨ªa no cabe un coche m¨¢s. Cinco entierros a la vez. Las tumbas que acompa?an a la de Medina rezan nombres de j¨®venes que murieron con menos de 30 a?os. Todos entre 2019 y enero de este a?o. Las flores de los nichos todav¨ªa est¨¢n frescas.
Una carroza f¨²nebre blanca con detalles brillantes sube las cuestas de un cementerio que rebas¨® desde hace tres a?os su capacidad. Los nuevos muertos se entierran m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites previstos del recinto y quedan en un descampado listo tambi¨¦n para los que vengan. Los familiares y amigos de El Cala suben gritando: "Nos vengaremos".
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