El asesinato en manada de un joven estremece a Argentina
Miles de personas marchan en Buenos Aires para exigir la condena de 10 jugadores de rugby acusados del crimen, ocurrido hace un mes a la salida de una discoteca
"Mi casa est¨¢ vac¨ªa cuando me levanto. Miro su cama y est¨¢ vac¨ªa. S¨¦ que nunca volver¨¢ por lo que le hicieron. Quiero justicia por mi hijo", dijo este martes Graciela Sosa ante miles de personas convocadas frente al Congreso argentino. Hace un mes, su hijo, Fernando B¨¢ez Sosa, de 18 a?os, fue asesinado por un grupo de jugadores de?rugby?en Villa Gesell, una localidad balnearia de la costa argentina. Lo golpearon hasta matarlo frente a una discoteca y despu¨¦s se fueron de ah¨ª como si no hubiese pasado nada, hasta que horas m¨¢s tarde fueron detenidos por la polic¨ªa. Ocho de ellos est¨¢n ahora imputados por homicidio doblemente agravado.
"Perpetua, perpetua, perpetua" y "?Asesinos, asesinos, asesinos!", gritaban los manifestantes reunidos en Buenos Aires para acompa?ar a los padres del adolescente asesinado. "Justicia por Fernando", se le¨ªa en las hojas tama?o A4 que levantaban y tambi¨¦n en la imagen proyectada detr¨¢s del escenario donde subieron los padres de Fernando, la joven que era su novia y sus compa?eros de escuela. Una fotograf¨ªa recordaba al joven entre una bandera de Paraguay, el pa¨ªs de sus padres, y una de Argentina, donde naci¨® y creci¨®.
"Mi vida no es f¨¢cil", repiti¨® en varias ocasiones Graciela Sosa, con un hilo de voz y los brazos en alto. "Quiero justicia. Quiero que paguen por lo que le hicieron. ?l era mi vida, mi amor, yo le llamaba mi beb¨¦. No saben lo que lo extra?o", agreg¨® antes de desplomarse en una silla y recibir una enorme ovaci¨®n de los manifestantes.
Argentina no habla de otra cosa desde el 18 de enero. La crisis econ¨®mica y los sinsabores de las negociaciones con el FMI por la deuda externa apenas se hacen un hueco en los canales y sitios de noticias 24 horas, donde el crimen de Villa Gesell acapara la mayor parte del tiempo y el espacio. Los detalles iniciales fueron los de cualquier pelea entre dos grupos que se cruzan a empujones e insultos en una discoteca. Los vigilantes los expulsaron del lugar y uno de los grupos quiso seguir con la pelea en la calle. Cuando uno de los j¨®venes qued¨® solo, los 10?rugbiers (como se les llama en Argentina) se abalanzaron en manada sobre ¨¦l por la espalda y lo golpearon en la cabeza hasta matarlo.
La golpiza ocurri¨® en la calle principal de una ciudad que cada verano recibe a casi dos millones de turistas y qued¨® registrada en decenas de v¨ªdeos caseros y en las c¨¢maras de seguridad de los comercios. Durante semanas, los argentinos vieron c¨®mo Fernando B¨¢ez Sosa recib¨ªa golpes cuando ya estaba desmayado. Luego c¨®mo los agresores, de entre 18 y 21 a?os, limpiaban la sangre de sus manos cuando pasaban junto a la polic¨ªa; c¨®mo se abrazaban sonrientes y se felicitaban por la golpiza; c¨®mo uno de ellos se acercaba al lugar para avisar por tel¨¦fono a sus amigos que el joven hab¨ªa ¡°caducado¡±; c¨®mo minutos despu¨¦s se juntaban a comer una hamburguesa a pocos metros de donde hab¨ªan matado a Fernando.
D¨ªas despu¨¦s llegaron a la prensa los mensajes que intercambiaron los asesinos por WhatsApp, vac¨ªos de remordimiento, ensayando coartadas, ajenos a los rastros que hab¨ªan dejado por todos los sitios. Y m¨¢s tarde, los detalles de los 10 j¨®venes en el penal de Dolores (en la provincia de Buenos Aires), ¡°ni?os bien¡± en una celda especial sin contacto con otros presos dispuestos a hacer justicia por mano propia, y la comida que rechazaban por asquerosa y las visitas de sus padres con bolsas llenas del supermercado. Y los televidentes y lectores se indignaron a¨²n m¨¢s cuando conocieron la historia de un detenido n¨²mero 11, acusado por los otros 10 de ser el autor material del crimen cuando ni siquiera hab¨ªa pisado Villa Gesell.
El rugby en la mira
El crimen abri¨® adem¨¢s un debate nacional alrededor de la cultura del rugby en Argentina, que se asocia a las clases altas y, en su escal¨®n m¨¢s joven, tiene fama de violento y pendenciero. Son recurrentes las historias de rugbiers que en grupo atacan a otros j¨®venes, siempre en inferioridad num¨¦rica y por lo general m¨¢s pobres, en batallas donde no es posible perder. La v¨ªctima de esta manada cumpl¨ªa con la norma: era hijo de un encargado (portero) de edificio que en marzo comenzaba la carrera de Derecho. Los detenidos tambi¨¦n: pertenecen a familias acomodadas de Z¨¢rate, un rico municipio portuario cercana a ciudad de Buenos Aires; muchos viven en barrios cerrados con seguridad privada y algunos incluso son hijos de altos funcionarios del Gobierno municipal.
El club N¨¢utico Arsenal de Z¨¢rate, donde jugaban algunos de los detenidos, apur¨® un comunicado en el que aseguraba que la violencia no est¨¢ entre los valores que promulga, y salieron viejas glorias del deporte que estuvieron de acuerdo con el mensaje. Incluso equipos de rugby formados por convictos contaron que gracias a ese deporte hab¨ªan encontrado un sentido a sus vidas en la c¨¢rcel. Gane quien gane la batalla cultural, la suerte de los 10 detenidos parece echada. Todos enfrentan una monta?a de pruebas en su contra, que la acusaci¨®n se ha ocupado de filtrar gota a gota a la prensa, y todo indica que solo resta esperar que la justicia determine la responsabilidad de cada uno en la golpiza.
"Se siente, se siente, Fernando est¨¢ presente", coreaba la gente este martes frente al Congreso argentino, donde ped¨ªa tambi¨¦n por todas las v¨ªctimas de violencia. "A mi sobrino tambi¨¦n lo asesinaron. Estoy ac¨¢ por Fernando, pero tambi¨¦n por ¨¦l", dijo Lorenza, una paraguaya que viaj¨® en autob¨²s desde el barrio de Lugano, en el sur de la ciudad, junto a decenas de compatriotas m¨¢s. La madre de Fernando "era empleada dom¨¦stica, el padre era encargado de edificio. Sacrificaron sus vidas por su hijo y se lo asesinaron como un perro. No puede quedar impune", sentenci¨® la mujer.
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