El coraz¨®n del alcalde s¨ª estaba bajo la fuente
Unas obras en una ciudad belga confirman la leyenda urbana que hablaba de la v¨ªscera enterrada de un regidor del siglo XIX
Verviers es una de esas ciudades postindustriales de Centroeuropa de glorioso pasado y hoy venida a menos. Con 55.000 habitantes y ubicada en el extremo este de B¨¦lgica, en la regi¨®n valona y a un paso de Alemania, el paro supera aqu¨ª el 20% (m¨¢s del doble que en el resto del pa¨ªs), la inmigraci¨®n de baja cualificaci¨®n venida de todo el mundo se ha convertido en un problema cotidiano, y en su centro adoquinado se suceden las t¨ªpicas maison de ma?tre de las grandes familias de la burgues¨ªa, pero sucias y echadas a perder, repletas de desconchones, partidas en peque?os apartamentos y habitadas por una depauperada clase trabajadora.
El viejo Gran Teatro, de estilo italiano, que albergaba grandes espect¨¢culos en el siglo XIX, lleva a?os cerrado por riesgo de desprendimiento. Un paseo por la villa evoca la carcomida decadencia de La Habana, con cierto traj¨ªn ¨¢rabe de velos y chilabas. Y un ajetreo abrumador de obras por todas partes. Se ven socavones y gr¨²as y vallas all¨¢ donde se mire. El a?o pasado el Ayuntamiento aprob¨® un millonario plan para remodelar el centro con ayuda de fondos europeos. "La idea era cambiar el rostro de la ciudad", dice Maxime Degey, el concejal de Obras de Verviers. Pero al meterse en faena se produjo un giro inesperado: encontraron el coraz¨®n de su primer alcalde.
La historia es como sigue: entre los 40.000 metros cuadrados de reformas del plan, una de las mayores acometidas comenz¨® en la place Verte, donde se encuentra la conocida fuente erigida en honor de Pierre David, probablemente el regidor m¨¢s respetado de la ciudad. Nacido en el Siglo de las Luces, sirvi¨® como alcalde a lo largo de varios periodos durante la convulsa historia de la zona. All¨ª estaba ¨¦l al frente del consistorio durante el dominio franc¨¦s y tambi¨¦n sirvi¨® a los ciudadanos tras la conocida batalla de Waterloo, en el per¨ªodo holand¨¦s.
Despu¨¦s de la independencia del pa¨ªs, en 1830, David se convirti¨® en el primer alcalde "belga" propiamente dicho. Un d¨ªa de 1839, a¨²n en el ejercicio de su cargo, cay¨® al vac¨ªo desde lo alto de su casa, muri¨® en el acto del golpe y el pueblo que tanto lo amaba, unos d¨ªas despu¨¦s de su entierro, decidi¨® rendirle un at¨ªpico tributo. Su cuerpo fue exhumado, se le extrajo el coraz¨®n, y se conserv¨® el ¨®rgano con cuidado en una probeta con una soluci¨®n de etanol durante d¨¦cadas, hasta que se erigi¨® en su honor la citada fuente. El coraz¨®n se guard¨® en su interior, dec¨ªan los historiadores. Y as¨ª lo contaba la gente, casi como un mito. Un d¨ªa de este verano, con la plaza destripada y la fuente en plena fase de restauraci¨®n, los obreros descubrieron una peque?a caja met¨¢lica de tonos verdosos, con una inscripci¨®n en el lomo: "El coraz¨®n de Pierre David fue solemnemente depositado en este monumento el 25 de junio de 1883".
"La caja no pesa mucho, el coraz¨®n debe de tener el tama?o de un huevo aproximadamente", dice mientras sostiene el cofrecillo entre sus manos Nathalie Weerts, conservadora adjunta del Museo de Bellas Artes local, donde se expone al p¨²blico hasta que acaben las obras y sea devuelto a su nicho.
La caja est¨¢ sellada, nadie la ha abierto y seg¨²n la conservadora es el ¨²nico ejemplo de coraz¨®n de un alcalde enterrado en un monumento del que tienen constancia. Conoce otro caso, el de la v¨ªscera de un famoso m¨²sico enterrada en Lieja, pero poco m¨¢s. "No es que fuera una costumbre", se explica. Luego vuelve a dejar el cofre en la vitrina, donde comparte hueco con la probeta donde se guard¨® el ¨®rgano de Pierre David cuatro d¨¦cadas, hasta que el monumento en su honor fue construido; y tambi¨¦n con una m¨¢scara que se le hizo al alcalde en el lecho de muerte para conservar de alg¨²n modo su rostro. Su cara noble tiene el aire de un c¨¦sar, pero el golpe al caer contra el suelo fue tan brutal que a pesar del fino trabajo de los cirujanos se perciben las deformidades. Finalmente, la curadora dedica unos minutos a recordar el pasado esplendoroso que trajo a la ciudad la revoluci¨®n industrial, cuando se convirti¨® en "la capital mundial de la lana" gracias a la mecanizaci¨®n del trabajo, sus productos viajaban al mundo entero, y el alcalde David, en un arrebato de transparencia pol¨ªtica, abri¨® las secretas discusiones del consistorio a todos los votantes y mand¨® inscribir en el front¨®n del edificio del Ayuntamiento: "Publicidad, la salvaguarda del pueblo". Aquel fue "el siglo de oro de Verviers", sentencia la mujer.
¡ª?Y el XXI, qu¨¦ siglo ser¨ªa?
¡ªEl de la reconstrucci¨®n, dice enseguida Maxime Degey, el concejal de Obras, esquivando la maltrecha econom¨ªa y los problemas sociales y el declive desde los a?os de la lana. Un poco m¨¢s tarde, se despide para ocuparse de un espinoso asunto pol¨ªtico que se desat¨® tambi¨¦n en verano; uno de esos complicados vaivenes propios de la pol¨ªtica belga que incluye cambio de alcaldesa, complicadas mayor¨ªas con varios partidos y un retorcimiento tal de la regulaci¨®n local para ejecutarlo que le llev¨® a un analista del diario Le Soir a preguntarse hace poco: "Verviers, ?a¨²n tienes coraz¨®n?".
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